Lo más novedoso e importante de la situación actual es que por primera vez hay una mayoría del país que está compartiendo una misma ruta. Los datos recientes proporcionados por Datincorp indican que 75% de los ciudadanos están completamente decididos a votar, frente a un increíble 3% completamente inclinado a no hacerlo.
Los abstencionistas de ayer, son hoy partidarios de participar en las elecciones. Podría decirse que el extremismo tradicional ya no existe y que la oposición democrática no debe mantener la guerra con sus fantasmas. Hay una nueva situación, naturalmente llena de contradictoriedad, pero que no deberíamos abordar desde su fase de negación.
A la luz de ese tránsito hay que entender a María Corina Machado como su personificación más emblemática y registrar la evolución sorprendente en sus decisiones y discursos. La demostración de esa evolución es la facilidad con la que ha podido representar una exigencia de cambio y traducirla en la inmensa emoción que suscita en sus giras.
Es evidente que no hay en la oposición, en el gobierno menos, un dirigente que pueda mostrar esta empatía con las vanguardias democráticas
desmovilizadas por la desesperanza. Es cierto que María Corina es una nueva expresión del mesianismo que aleja de la práctica democrática y se convierte en un riesgo cuando falla la conciencia cívica y el sistema de partidos pierde su razón social de ser. Pero debería haber actores para minimizar este riesgo, mientras la dirigente de Vente mantiene sus visitas al país.
María Corina recibe el apoyo, prácticamente automático, ante el vacio de los dirigentes históricos que parecen refugiarse en la ausencia. En cierta forma esta orfandad dirigente es un producto y productora de la crisis de los partidos que piden a gritos una renovación en sus concepciones y modelos, desarraigados de la comunicación con la gente, desfasados respecto al sunami tecnológico y desconcertados para sostener una activa política democrática en las condiciones no democráticas que vive nuestro país.
La respuesta está algo más allá de superar diferencias en las visiones del cambio político. Estar en una misma ruta presiona a compartir una dirección y unos propósitos, como ocurre en el conjunto de la oposción. Supone también una nueva cartografía no exclusivamente de la oposición sino de las fuerzas de cambio necesarias para acometer con estabilidad una transición del día y meses después. Una transición que hay que definir antes de ganar las elecciones para que nos ayude a triunfar.
Al observar la situación de este momento destaca un conjunto de tendencias positivas: 1. Se mantiene un rechazo a Maduro que comienza en sus propias bases de sustentación; 2. El país quiere cambiar y sabe que la herramienta para lograrlo es el voto; 3. Hay una mayoría dispuesta a votar por quien pueda ganar, independientemente del nombre. 4. Se fortalece el liderazgo de María Corina en un plan que combina la lucha por la representación y el control monopólico de la oposición con el objetivo del cambio de gobierno. 5. Hay una candidatura, producto de un acuerdo inevitable entre fuerzas principales de la oposición, que expresa una unidad formal entre los dirigentes. 6. Presenciamos un reparto de roles entre María Corina y Edmundo González donde ella busca los votos y Edmundo busca los acuerdos. Un reparto sobre el cual se puede especular, pero que no debería evitar que el candidato salga a la calle. 7. Los partidos de la Plataforma Unitaria y también los que no forman parte de ella, deben aprovechar la sensibilización electoral para vigorizar sus líderes regionales, locales y sectoriales.
No existe información sobre las negociaciones a nivel internacional, cuyos actores tienen un peso que a veces ofusca el carácter predominantemente interno de los cambios políticos efectivos. El ajedrez que se juega está en un tablero que no vemos.
Pero el 28 de julio va a ocurrir un desenlace para resolver el bloqueo con el que las políticas y el modelo del actual gobierno frenan cualquier posibilidad de desarrollo de la economía y de la democracia. En esta materia, el choque entre la sociedad y Maduro es ineludible, por lo que hay mediar el enfrentamiento y ordenarlo con un pacto de garantías mutuas para ganadores y perdedores de la elección presidencial.
El acto de Maracaibo fue un gran éxito. Una buena noticia. Pero hubo un lunar porque María no se pudo reunir con el gobernador Rosales. Pero así están las cosas, por arriba.
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