Rosalía Moros de Borregales viernes, 3 de octubre de 2014
@RosaliaMorosB
En el paso de Jesús de Nazaret por
esta tierra tuvo una amistad con tres hermanos, María, Marta y Lázaro, quienes
vivían en la aldea de Betania. Cuentan las Sagradas Escrituras que Lázaro cayó
enfermo y sus hermanas enviaron un mensaje a Jesús que nos permite deducir
claramente lo real y profundo de esta amistad: _ El que amas está enfermo. La
respuesta del Señor no se hizo esperar: _ Esta enfermedad no es para muerte,
sino para la gloria de Dios, para que el hijo de Dios sea glorificado por ella.
Y para confirmar esta clase de amistad a continuación el narrador, el apóstol
Juan declara: _ Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. (Juan 11). Es
una historia realmente conmovedora y llena de detalles; sin embargo, quisiera
que enfocáramos nuestra atención en el vínculo que unía a Jesús con esta
familia y en la manera cómo levantó a Lázaro de la muerte.
Cuando el Señor llegó a la aldea ya no
había esperanzas en María y Marta. Habían pasado ya cuatro días desde que
Lázaro estaba en el sepulcro. Jesús pidió que lo llevaran al lugar y al llegar
allí lloró; por lo cual los judíos que estaban presente dijeron: _ ¡Mirad
cuánto lo amaba! Y nuevamente, como para exaltar la clase de vínculo que unía a
Jesús con estos hermanos, el narrador hace énfasis diciendo que Jesús estaba
profundamente conmovido. Entonces, el Señor dice: _ Removed la piedra. Pero
Marta le explica que por los días que han pasado su hermano hiede. Y Jesús le
contesta: _¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? Inmediatamente
después, la piedra fue removida y Jesús alzando los ojos a lo alto elevó una
oración al Padre, para luego decir a Lázaro: _ ¡Lázaro, ven fuera! Y el que
había muerto salió envuelto en el sudario que usaban en la época. Entonces,
Jesús pidió que lo desataran y lo dejaran ir. A causa de este evento muchos de
los que habían ido a acompañar a María y a Marta por la muerte de su hermano,
creyeron en Jesús.
Muchos nos encontramos como Lázaro
metidos en el sepulcro. Familias enteras, instituciones y en mayor escala,
nuestra nación, se encuentran detrás de la piedra, sin vida. ¡Los que nos
rodean ya no tienen esperanza! Han pasado muchos días y la muerte se ha
enseñoreado de nosotros, de nuestro país. El hedor que percibimos aquí y allá
nos lo confirman. ¡Pero Jesús aún no ha desistido de nosotros! ¿Recuerdan el
amor con que amaba a Lázaro y a sus hermanas? Esa es la misma clase de amor con
el cual Dios nos ha amado. En su evangelio el apóstol Juan nos expresa
claramente el propósito de la venida de Cristo a esta tierra. En el capítulo 3,
en los versículos 16 y 17 nos muestra que la manera en que Dios nos amó fue tan
profunda que nos dio a su Hijo para que creyendo en El pudiéramos, al igual que
Lázaro, salir de nuestro sepulcro. ¡Caminar de las tinieblas a la luz!
A pesar de toda la oscuridad que nos
rodea; a pesar de la decepción y de la angustia; a pesar de la mentira y la
falsedad. A pesar de haberle visto el rostro a la maldad; a pesar de la
abundante cosecha de odios; a pesar de la destrucción y la desolación, hoy es el
tiempo de la esperanza. Hoy es el tiempo de creer, hoy es el tiempo de unirnos
como hermanos, de elevar al unísono en cada hogar, en cada iglesia, en cada
institución una oración por nuestra patria, por nuestras familias, por nuestros
hijos. Hoy es el tiempo de remover tu piedra y escuchar el llamado de Jesús:
_ ¡Venezuela, ven fuera!
@RosaliaMorosB
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