Por Gregorio Salazar
En tiempos remotos,
cuánto no le hubiera costado a Liborio, descendiente de los baniva, nieto e
hijo de chamán, llegar hasta el valle de Caracas. Seguramente, salir en su
frágil curiara desde las riberas del río Orinoco y navegar a favor de la
corriente hasta su desembocadura, hubiera sido la parte más rápida del viaje,
pero llegado al Atlántico habría tenido que remontar primero hacia el norte,
atravesar Boca de Dragón y después, boga que te boga, bordear centenares de
kilómetros de la costa del agitado Mar Caribe hasta La Guaira, lo que le
hubiera consumido varias semanas de titánicos esfuerzos.
Por fortuna, los tiempos son otros y en lo que va de año, Liborio ya ha venido tres veces a Caracas para que le digan por cual razón ha sido dejado sin representación parlamentaria su estado Amazonas, el mismo que en razón de lo apartado, de sus carencias y su baja densidad demográfica más necesita en Caracas voces que lo atiendan y lo defiendan.
Estuvo primero en el llamado TSJ y, con ese mismo propósito, la semana pasada en la Asamblea Nacional. En el segundo escenario nos recordó, con su atuendo y el del séquito indígena que a pecho descubierto lo acompañó en el hemiciclo, que descienden en línea directa de los primeros habitantes de esta Tierra de Gracia y que por ninguna razón han declinado ni declinarán sus fueros.
De manera que el estado amazónico debe ser resarcido de sus derechos.
En ese reclamo lo vimos en la tribuna de oradores con su penacho circular, sus collares y otros adornos de semillas cruzándole el pecho, que no son por cierto las únicas evocaciones de ese pasado remoto, porque en su hablar es evidente que sus creencias, la magia y el poder de sus ancestrales divinidades siguen presentes. Uno no solamente lo respeta, sino que también cree en ello.
Otro que también lo cree así es el jefe de la bancada del Gobierno, quien en confirmación de ello al día siguiente de la comparecencia de Liborio consignó ante la Fiscalía una acusación contra el jefe indígena por "amenaza de muerte". Después de decantar varias versiones, lo ocurrido fue lo que, en una síntesis muy libre, narramos a continuación.
Liborio baja de la tribuna de oradores y se dirige por la derecha hacia la salida, dado lo cual debía pasar por el frente de la bancada que el 6D recibió la Gran Pela Patriótica.
Desde allí salen lecos no muy floridos y sí muy ofensivos, ante lo cual Liborio, ceñudo, se detiene y desenfunda del bolsillo interno de su paltó una maraquita (única herencia de su abuelo chamán) con la cual apunta hacia la curul del jefe de la bancada post madurada.
En medio de la expectación, cuentan los curiosos, Liborio levantó la maraquita y la sacudió tres veces al aire mientras con los ojos cerrados le recitaba solemnemente a Rodríguez: "Duérmete, mi niño/ yo te dormiré/ con la maraquita de Julián José", al tiempo que en el hemiciclo resonaban tres terroríficos "chiqui-chiqui".
Lo radicales sostienen que el jefe oficialista "no merecía más de chiqui y medio" pero, en todo caso, lo importante es, porsia, buscar la contra indicada ahora que Luisa Ortega se ha declarado incompetente para atender el caso y ha rechazado, como algunos sugerían, abrirle un juicio a Liborio por porte ilícito de cerbatana. Danzar en círculos con par de maracas prendidos en las alpargatas, al estilo del Sabanero Porteño, dicen que es lo efectivo. Tiene la ventaja de que si no blinda de los conjuros, por lo menos puede hacer llover, que bastante falta hace.
Los eventos ocurridos dentro y fuera de la AN demuestran que se necesita un armisticio, un acuerdo, del cual me permito respetuosamente un borrador de su final: "La bancada de la MUD se compromete a no apelar a ninguna clase de hechizos ni sortilegios y, por su parte, la bancada oficialista y sus activistas, se compromete a no insultarnos, ni lanzarnos botellas, ni vasos, ni a cortarnos con ningún objeto semejante, como le ocurrió al diputado, Carlos Paparoni. Es todo.
Dado, sellado y firmado a las puertas de la Sexta República, etc, etc y etc.".
13-03-16

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