Por Froilán Barrios
A propósito del recién
decretado aumento del salario mínimo vale la pena extraer algunas
observaciones, sobre el cumplimiento de su cometido, como lo es de permitirle
al trabajador venezolano de obtener calidad de vida y los productos necesarios
para el grupo familiar.
Quienes gobiernan nos abruman
a diario con sus posturas ideológicas apegadas al marxismo, cuyo autor
originario abunda en el estudio del salario en el contexto del capitalismo,
siendo una de sus máximas, el valor de la fuerza de trabajo se determina por el
valor de los artículos de primera necesidad exigidos por productores para
desarrollar, mantener y perpetuar la fuerza de trabajo y que los costos
de producción de la fuerza de trabajo son diferentes, de allí que los salarios
deben ser diferentes, por tanto la igualdad de salarios es un error.
Pues bien las poses
revolucionarias de los actuales gobernantes contrastan desde el inicio de su
gestión, ante su incapacidad de dotar al trabajador de un salario suficiente
que le permita subsistir y reproducirse y por otro lado con su objetivo de
establecer un salario único para la población formal en nuestro país, que la
convertiría en la mano de obra mas barata del mundo, como consecuencia de su
controversial política económica.
Efectivamente con el decreto
presidencial de febrero del presente año el salario mínimo nacional alcanza a
partir de marzo la cantidad 11.578 bolívares y le adiciona una cestaticket de
13.270 bolívares, que le permitiría al trabajador un ingreso global aproximado
a los 25.000 bolívares., destacando que la unidad tributaria fue calculada en
base a un aumento de 18%, pasando de 150 a 177 bolívares por U/T.
Cuando vemos los indicadores
del mercado podemos comparar las exactas dimensiones de la decisión
presidencial, ante una inflación acumulada en 2015 cercana a 300%, aun cuando
el BCV tras meses de mutismo solo reconoce 180% y una proyectada en 740% para
2016, ante el valor de una canasta alimentaria superior a los 120.000 bolívares
y una canasta de bienes servicios superior a los 200.000 bolívares. Lo que
determina que lo urgente son políticas públicas que detengan la inflación antes
que anuncios de aumentos salariales nominales que muy poco contribuyen al poder
adquisitivo.
Destacando que estas cifras
proyectadas de inflación 2016 están determinadas por la devaluación oficial del
bolívar ante el dólar de 6,30 a 10 bolívares y del aumento de la gasolina a 1
bolívares la de 91 octanos y a 6 bolívares la de 95 octanos, adicionando que al
imponer el aumento de la unidad tributaria a tan solo 18% a pesar de la
inflación registrada por el BCV en 2015 obliga a pagar impuestos a todos los trabajadores,
incluso a los que devengan salario mínimo, 70% de la población formal, cercana
a los 8.000.000 de trabajadores.
Como dice el viejo refrán el
que da y quita el diablo lo visita, ante un poder ejecutivo que impunemente con
una mano otorga aumentos salariales y con la otra saquea al bolsillo
trabajador, en proporciones muy superiores a la plusvalía marxista,
convirtiéndoles en un gobierno depredador de la condición humana.
02-03-16
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