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lunes, 2 de marzo de 2020

Elecciones 2020 por @polis360



Por Piero Trepiccione


Todos los caminos apuntan a unas elecciones en Venezuela, en un horizonte de corto plazo. Pero, ¿podrá el país, más allá de los enfrentamientos ideológicos y políticos, encaminarse hacia un evento electoral competitivo que garantice el respeto a los resultados y su impacto en las instituciones? Es una interrogante que aún está en duda por lo polarizado del debate político y la activación de los grandes actores de la geopolítica global con respecto al caso venezolano.

Según diversos estudios de opinión pública y respetados analistas políticos nacionales e internacionales, la amplia mayoría de la población venezolana quiere votar. Más allá de las voces altisonantes que desde las redes sociales cuestionan esta fórmula con Maduro en el poder, y las estrategias de desmovilización aplicadas para disuadir los estadios del descontento generalizado, la gente se aferra a la posibilidad de dirimir electoralmente las diferencias para luego actuar rápidamente sobre el tema económico que afecta las condiciones de vida del país en general.

Es altamente significativo y no deja de ser un dato realmente interesante, este apego generalizado de los venezolanos a una fórmula electoral. En muchas otras sociedades alrededor del mundo sometidas a debates políticos tan polarizados en las disputas por el poder, las guerras y la violencia se han hecho presentes con mucha fuerza y por mucho tiempo. En Venezuela, en cambio, en la mayoría de sectores poblacionales, la polarización ha desaparecido. Solo sigue estando activa y con mucha fuerza en los ámbitos político-partidistas, no más allá. Y a eso está apostando buena parte de la comunidad internacional para viabilizar el escenario electoral prontamente.

El problema radica en hacer unas elecciones donde puedan participar todas las tendencias variopintas del campo político nacional junto con unas condiciones transparentes y abiertas que permitan una supervisión internacional amplia y legitima. Es decir, unas elecciones competitivas que puedan ser reconocidas por tirios y troyanos y sean punto de origen de una gobernabilidad estable para las próximas décadas. Este es el meollo del asunto y para lo cual, desde el exterior se apunta a lograrlo para revertir las consecuencias negativas del fenómeno migratorio venezolano y sus impactos sobre los países de la región.


La tarea ha sido muy difícil pero va encaminada. El cuatrimestre que arranca justamente este primero de marzo hasta junio de este 2020 será clave para la construcción de una salida política articulada. Ya estamos viendo los primeros pasos –que aunque parezcan tímidos- pueden estarnos mostrando el camino. ¿Desconfianzas? Todas. Imposibles no tenerlas con tantos años de diferencias no procesadas políticamente. Pero por encima de los obstáculos, está la necesidad de superar el difícil trance económico generado por un modelo anquilosado que requiere una transformación profunda para adaptarlo a los tiempos actuales. Una nueva posibilidad se está abriendo en el horizonte venezolano. Es deber de todos brindarle una oportunidad. El tiempo social sigue avanzando a un ritmo inusitado mientras los tiempos políticos aún no se activan con la velocidad requerida para la emergencia humanitaria que vivimos. Este cuatrimestre puede ser la punta de lanza para articular una nueva vía.

01-03-20




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