Laureano Márquez 17 de abril de 2020
@laureanomar
La
medicina tropical -como su nombre lo indica- es la rama de la medicina que se
ocupa de las enfermedades que se producen y desarrollan fundamentalmente en
zonas tropicales.
Venezuela
es, hasta donde sabemos, un país tropical, ergo el Instituto de medicina
tropical de la Universidad Central de Venezuela, nuestra máxima casa de
estudios, tiene una importancia crucial para la salud del país y para la
investigación sobre las enfermedades propias de la “zona tórrida”, como diría
Andrés Bello.
Dicho
lo anterior, nos topamos con la noticia de que el mencionado instituto ha sido
este mes robado por septuagésima sexta vez (se lee setenta y seis).
En
sucesivas incursiones los “antisociales” -siempre me ha parecido graciosa esa
manera de nombrar a los malandros, como si fueran anarquistas- se han llevado
desde bacterias (sí leyó bien, bacterias -animales vivos- y no baterías, que
seguro también, si las había) hasta pocetas que han arrancado de los baños,
pasando naturalmente por equipos electrónicos, tuberías, lavamanos, cables,
enchufes, mobiliario.
Tantas
batidas del hampa, colocan al instituto en difíciles condiciones para su
funcionamiento, para atender a los miles de personas que allí acuden cada día.
La sala de atención al público, recién remodelada ha sido destrozada, porque,
usualmente, al robo suele añadirse el indolente destrozo de costosos equipos
necesarios para las tareas de los profesionales que allí trabajan, más por
vocación que por salarios, los cuales, dicho sea de paso son vergonzosamente
miserables.
Pero
no es este el único robo que recibe nuestra alma mater, el hampa campea a sus
anchas por el campus de la UCV, asaltando otros institutos y escuelas.
Sin
embargo, el peor hurto que recibe nuestra universidad es el del deliberado
recorte presupuestario con el que se penaliza su insumisión política. Destruir
la universidad es el mayor daño que se le puede hacer a una nación, equivale a
destruir el futuro, el saber y el progreso del país. Es, sin duda, de las
peores agresiones de cuantas pueden hacérsele, porque es un atentado contra la
esperanza.
Es
particularmente doloroso vivir la destrucción de nuestra universidad, de sus
magníficos espacios llenos de arte, edificados -para el avance de la cultura y
del conocimiento de nuestro pueblo- por los mejores artistas con que el mundo contaba
para el momento. Algún día, cuando la tormenta pase, una de las tareas más
importantes será la reconstrucción de la universidad venezolana que ha formado
a tanta gente talentosa y útil para Venezuela.
Cómo
explicarle al malandro que aquello que destruye es lo que puede salvarle la
vida a su madre, a su hermana, a su hijo o a él mismo. Cómo lograr que la
universidad cuente con los recursos necesarios para su funcionamiento y cómo
hacer que los propios universitarios comprendamos la naturaleza profunda del
espíritu universitario, para que el amor y la eficiencia, la honestidad y el
sentido común guíen nuestro proceder.
No
nada es casual que a las naciones que mejor les va son aquellas que han puesto
interés en el engrandecimiento de sus universidades.
Los
ucevistas no podemos guardar silencio frente a tantas atrocidades. Debemos
levantar la voz para que no se apague nuestra universidad, generar corrientes
de opinión a favor de la casa que nos formó, debemos ponernos en pie para su
defensa, porque allí nuestras almas juveniles -llenas de búsquedas y de sueños-
transitaron un lustro por espacios e historias que aún hoy -“post molestam
senectutem”- transitan por nosotros. Fueron nuestros mejores años, allí se
fraguó nuestra alma para siempre. Desentendernos de su destino sería demasiada
ingratitud filial.
Con
el dolor de la indolencia que padecemos y que en esta oportunidad se pone de
manifiesto en el Instituto de medicina tropical de la UCV, lanzamos este
mensaje sin destino, como diría Mario Briceño Iragorry, con nuestra conciencia
orientada a que, algún día, superemos esta “crisis de pueblo”, de la que no es
ajena nuestra querida “casa que vence la sombra con su lumbre de fiel
claridad”.
Laureano
Márquez
@laureanomar
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