Tulio Ramírez 13 de junio de 2022
«Barranco
sin fin», ese amigo del que les comenté hace 15 días, me indica que, si aquella
vez no lo agarró «el Chuto», esta vez es muy probable que lo agarre el «Sin
Nariz». No quiere abusar de su buena suerte, por lo que esta vez quiere pasar
«agachao». Me pide, en consecuencia, que no publique más sobre el asunto.
Argumenta que si no lo despidieron por el alboroto que armó en el Poliedro la semana pasada, esta vez lo pueden despedir por una cosa que se llama «conducta antipatriótica reiterada». Esas fueron las palabras que escuchó, cuando lo citaron a Recursos Humanos.
Barranco
sabe que su jefe no lee TalCual, pero alguien le puede ir
con el chisme y esta vez sí le pueden aplicar «la cosa esa reiterada», y su
jubilación se irá al diablo.
Barranco,
(me ahorraré el «sin fin» para aprovechar más el espacio), está verdaderamente
paranoico. Le comento que la jubilación es un derecho adquirido y protegido por
las leyes venezolanas.
Cómo
boxeador que elude el Jab, me responde, «mira caballo, tú sabes que la
jubilación se convierte en un derecho, cuando cumples los requisitos; y yo no
los cumplo todavía, recuerda que me faltan un par de meses para ser titular de
ese derecho. Mientras que eso no se dé, soy un trabajador activo al cual pueden
despedir por quítame esta pajita».
Insisto
en tranquilizarlo. No quiero que los lectores se priven de conocer el segundo
capítulo de la historia que comenzó en el acto presidencial del Poliedro,
cuando indignado, protestó por la encerrona que hicieron a los trabajadores que
querían abandonar el recinto antes de que concluyera la celebración del 4to año
de gobierno.
«Chamo,
si me botan, tu no me vas a mantener, así es que, cómo la María Antonia de
Gualberto, déjate de tonterías, métete en el manicomio pa’ que se te quite esa
manía», me riposta en un tono cantarín y burlón.
Finalmente,
después de tanta cháchara y tanto ruego, cedió, pero puso una condición. Esta
me costó 25 verdes en el Bodegón de los árabes. «El riesgo es grande, pero lo
haré por ti y tu promesa. No permitiré que quedes mal con tus lectores». Me
digo a mi mismo, «ese elixir ámbar, la verdad que abre puertas y voluntades».
Después
del segundo guamazo, comienza su relato. «Me apersoné a la oficina de Recursos
Humanos y, Yuleyka del Carmen, la secretaria, me miró de la misma manera como
el Gato con Botas miró a quien lo iba a degollar en la película aquella. Pensé,
¡carajo, hasta aquí llegué!, quien me mandó de safrisco. Yo no
tenía por qué ir a ese evento».
Hace
una pausa, se sirve el tercero y continúa. «Allí me esperaba mi jefe, el jefe
de personal y el presidente del sindicato. La presencia de este último fue un
alivio. Había alguien que podía defenderme».
«Comenzó
mi Jefe. Me soltó que de un tiempo para acá, había notado mi falta de
compromiso con la revolución, que me tenía en observación y lo del Poliedro fue
la gota que rebasó el vaso. El Jefe de Personal, por su parte, me dio una
perorata sobre las sanciones y la obligación moral de serle fiel al gobierno.
Antes de que este terminara, pidió la palabra el presidente del sindicato. Me
dije, ¡qué bien, ya los va a poner en su sitio, esto es un abuso!”.
Barranco
campaneó el vaso con elegancia. Me hizo recordar a los gentleman ingleses,
hasta que meneó el trago con el dedo índice de la misma mano con la que
sostenía el recipiente. ¡Qué destreza!, ¡ni los adecos!
«Compañero,
dijo el Jefe del sindicato, fui invitado a esta reunión como testigo de su
traición al proceso. Esto no tiene nombre. Usted recibe la Bolsa CLAP, compró
su cocina en Mi Casa Bien Equipada, lo metimos en la lista para los 6 litros de
aceite de motor, está entre los elegibles para adquirir el combo de pescado
salado y ahora nos sale con esta vaina». Me pregunté, si su defensor natural le
dio hasta por la cédula, ¿cómo terminó salvándose Barranco?
Preparándose
el cuarto trago, ya con la lengua medio enredada, Barranco me hizo saltar como
Condorito cuando dijo, «cáete pa´ tras caballo, el Jefe de Personal y mi Jefe,
pasaron las dos horas siguientes persuadiendo al Presidente del Sindicato,
quien insistía en que me botaran por conducta antipatriótica reiterada,
de que la cosa no era para tanto y que era suficiente una amonestación verbal».
Definitivamente Barranco tiene más vidas que un gato. Valió la pena gastar los
25 verdes.
Tulio
Ramírez
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