Paulina Gamus 05 de junio de 2022
«La vida te enseña que a la pareja se la conoce en el
divorcio, a los hermanos en la herencia, a los hijos en la vejez, a los amigos
en las dificultades y a los imbéciles en las elecciones».
Autor Anónimo.
Ahora,
cuando los venezolanos nos hemos transformado en un país de emigración y cuando
la mayoría de quienes han abandonado el país se encuentra en Colombia, se
difunde una leyenda dorada según la cual los venezolanos tratamos al millón y medio
o dos millones de colombianos que vinieron a ganarse la vida en nuestro país,
con afecto casi fraternal. Algunos lo hicimos gracias a los empleados
colombianos que se ganaron nuestra confianza, gratitud y cariño indelebles.
Pero sin llegar a extremos de xenofobia con violencia –como ha ocurrido en
distintos países dizque hermanos– aquí la policía acosaba y extorsionaba a los
colombianos, el auge criminal se les atribuía siempre y muchos vivían con miedo
a la deportación.
En
aquellos días en que Venezuela era el país a donde venían los pobres y
perseguidos de distintos países, nunca me interesé por saber de la política
colombiana más allá de lo elemental. Nunca imaginé que la tortilla se voltearía
y que Colombia estaría en mi mente y en mi corazón porque tengo dos nietos que
fueron a buscar mejores caminos y encontraron magníficas parejas en Bogotá y
ahora tengo cinco bisnietos colombianos. Por eso me han sido tan importantes
las recientes elecciones presidenciales cuyos resultados son tan difíciles de digerir.
Mientras
los venezolanos que añoramos la democracia mirábamos con terror las encuestas
que daban como imbatible al ex guerrillero Gustavo Petro, no veíamos, como
quizá le sucedió a una buena parte de los ciudadanos colombianos, como se iba
colando un candidato sin partido, sin estructura política, sin renombre pero
con mucho dinero y sobredosis de populismo, llamado Rodolfo Hernández alias “El
Viejo”, ex alcalde de Bucaramanga. En una elecciones en las que hubo un 43% de
abstención, Gustavo Petro obtuvo el 40.3% del 47% que votó y “El Viejo”
Rodolfo, el 28.2%. Los demás candidatos, que de una u otra forma representaban
el statu quo, quedaron muy atrás.
¿Qué
movilizó a los votantes tanto de Petro como de Hernández? ¡El cambio! Esa
promesa que suele tener poderes mágicos para captar voluntades y que
generalmente termina siendo profunda frustración. Muy pocos se preguntan, al
votar, cómo será ese cambio, para qué y hacia dónde.
Con la
promesa del cambio llegó Hugo Chávez al poder en Venezuela y cada día durante
los últimos veintidós años, hemos padecido el derrumbe general y la tragedia
que han significado ese cambio.
Copio
de un análisis en El País, de Madrid: “…..El próximo presidente de Colombia
podría ser el ingeniero
Rodolfo Hernández, un ricachón de 77 años que parece sacado de una
tira cómica. Su fortuna la hizo vendiendo y comprando tierras en un país donde
el acceso a la propiedad ha sido la fuente de las mayores disputas y
desigualdades. Es
admirador de Hitler y cree que las mujeres no se deben meter en política porque
su sitio es la casa. No se sabe los nombres de los departamentos del país
que espera gobernar, y dice sin sonrojarse que si llega al poder lo primero que
va a hacer es declarar la conmoción interior y a gobernar por decreto. Se
parece a Bucaram, a Bukele, a Trump y a Bolsonaro y, aunque parece una
caricatura, es real. Tiene todo para ganar porque está amparado por la
petrofobia, ese miedo irracional que muchos colombianos tienen por todo lo que
huela a izquierda.
Poco
importa que no tenga un programa de gobierno ni una hoja de ruta ni que sea un
demagogo que puede llevar al país a un salto al vacío. Tampoco incide que sea
un populista que desprecia las instituciones, que se dé el lujo de desacatar
los fallos de la justicia y que crea que el país se puede manejar como si fuera
su empresa. Con tal de que pueda frenar a Gustavo
Petro. Rodolfo Hernández puede patear la democracia.
La
petrofobia le ha dado a Rodolfo Hernández unas alas que no tenía. Antes del
domingo era un candidato que pocos tomaban en serio, con licencia para decir
barbaridades. Uno le preguntaba por el medio ambiente o por la crisis fiscal,
pero él siempre respondía con la misma frase: “Lo que prometo es parar la
robadera”. Era un populista de derechas, tiktokero y anti reformista que,
sin embargo, no suscitaba mayores temores porque no era un candidato viable.
Todo
esto cambió desde el domingo pasado, cuando el ingeniero Hernández sacó casi
seis millones de votos y hundió al candidato de la derecha, que era Federico
Gutiérrez. De ser un chiste pasó a ser presidenciable y se convirtió de repente
en el candidato admirado por los petrofóbicos.
La
trayectoria del ex alcalde de Bucaramanga ha estado cargada de dichos y hechos
polémicos:
1. “Necesitamos
que los empresarios entiendan que el mejor negocio del mundo es tener gente
pobre con capacidad de consumo, porque los pobres consumen toda la plata en
enero».
2. “Yo me
defino como Rodolfo Hernández, un ingeniero que quiere sacar los ladrones del
gobierno. Eso es todo». «La corrupción es el mayor impuesto que nos toca
pagar a todos los colombianos». «La corrupción es una enfermedad que solo puede
curarse con cirugía y sin anestesia». Pero este candidato está acusado
judicialmente por corrupción.
3. En
noviembre de 2018, el entonces alcalde de Bucaramanga acusó a
un concejal opositor, Jhon Claro, de no dejarlo hablar. Le dijo «sinvergüenza».
En ese intercambio de palabras, Hernández se levantó de la silla y le dio un
golpe en la cabeza y además descargó una andanada de improperios que iban desde
calificativos hasta vulgaridades.
4. «Yo soy
seguidor de un gran pensador alemán. Se llama Adolf Hitler», dijo en una
entrevista con la cadena radial RCN en
el año 2016, cuando era alcalde de Bucaramanga. Y citó lo que afirmó que era
una recomendación de tal pensador: «No pretenda que las cosas cambien si
hacemos siempre lo mismo». Luego se disculpó diciendo que había confundido a
Hitler con Einstein.
Así
termina el análisis de El País que he citado: …»Este domingo ganaron (en
Colombia) el malestar y el deseo de un cambio real. Los dos son factores
legítimos que alimentan a menudo el populismo y la radicalización: ninguna de
las dos condiciones favorece la prosperidad de un país con heridas profundas».
Si
TalCual no fuese un medio de altura y si yo no conservara algo del pudor que se
fue desvaneciendo a lo largo de mi bastante larga vida, diría que Colombia está
como en el chiste cruel de «Chacachaca o Muerte» y hasta lo contaría. Estoy
segura de que muchos lectores lo conocen. Pero en honor a la decencia y con
real preocupación y tristeza solo digo que a la querida Colombia si no la
agarra el chingo la agarra el sin nariz.
Paulina
Gamus
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