Angel Rafael Lombardi Boscán 03 de junio de 2022
@LOMBARDIBOSCAN
Fue un
libro adelantado. Publicado en el 2008 por Enrique Krauze. Lo leímos con
entusiasmo en su momento y desestimamos su principal intuición hoy ya cumplida:
el chavismo enterró la democracia de partidos y se alió a Cuba para imponer la
hegemonía de la “nueva clase”; una nueva oligarquía con apoyo militar que
controla la institucionalidad a su medida e interés. Incluso, en el año 2013,
luego del fallecimiento de Hugo Chávez, la sociedad civil pro-moderna y
pro-democrática confió ciegamente que el chavismo sin Chávez tendría que ceder.
Los años subsiguientes fueron críticos y la confrontación tradicional a la que estábamos acostumbrados mutó a una de tipo híbrido, arbitraria y violenta, que antes no lo sabíamos y ya hoy sí. Mientras se ganaban las elecciones parlamentarias del 2015 y se creyó que el retorno democrático, vía institucional, sería un hecho, desde el TSJ controlado por el chavismo, ésta gran aspiración quedó abortada. Luego las masivas protestas del año 2017, de 134 días, en todo el país y con apoyo internacional parecían confirmar nuestra fe en volver a la Democracia. Y resultó que los militares reprimieron a sangre y fuego las mismas y Maduro se aferró aún más al poder.
El año
2019, fue otro escenario más en que las fuerzas civiles pro-democracia lo
volvieron a intentar a través de la contra figura de Juan Guaidó y con un
importante apoyo de la comunidad internacional. Una vez más se pensó que el
chavismo mordería el polvo y la liberación de Venezuela se consumaría
restituyendo la soberanía popular y la plena vigencia de la Constitución. El
rompimiento de relaciones diplomáticas con los Estados Unidos agravó aún más el
conflicto junto a las disidencias dentro de la misma oligarquía chavista en el
poder; que contra todos los pronósticos logró mantenerse en el mismo y demarcar
vía represiva a sus más peligrosos opositores tanto afuera como adentro. Luego,
los años de la pandemia: 2021 y 2022, fueron los de su consolidación bajo el
desmontaje de los partidos políticos de la resistencia democrática y el
arrodillamiento de la sociedad civil amansada desde la eutanasia social en
curso.
La
bandera de la lucha contra la corrupción y la denuncia de las injusticias y
desigualdades sociales que el chavismo enarboló en 1992 yacen en el más
completo olvido. Y si resuenan de tanto en tanto es como mentira de Estado. Son
tan audaces y caraduras que desconocen a la misma Constitución señalando que en
Venezuela no hay división de poderes “sino distribución de funciones”: un poder
privado al servicio de ellos mismos que son los que mandan sin contrapesos.
Catorce
años después de publicado el libro: seguimos creyendo que las protestas
pacíficas, civiles y muy justificadas por la mejora de los salarios; el colapso
de los servicios públicos; el respeto a los dictados constitucionales o hasta
la misma posibilidad de ir a unas elecciones presidenciales para que se vayan
del poder por las buenas son agendas legítimas que representan una salida
moderna apegada a los códigos de una democracia en pie como la que conocimos
entre los años 1958 y 1998. Y resulta que el chavismo no piensa de acuerdo a la
gramática política moderna ya que es un proyecto pre-moderno de sociedad
cerrada. Y mientras maneje la institucionalidad a su antojo con el control del
monopolio de la fuerza seguirá haciendo lo que le dé la gana en aras de su
propio beneficio y aliados. Al resto le impone su propia colonización desde una
pavorosa regresión histórica asumiendo la tragedia social de la gran mayoría sin
ninguna empatía. Le es completamente indiferente la desgracia de los millones
de venezolanos lanzados a la pobreza tanto dentro como fuera del país.
La
Venezuela que tuvimos, la próspera y libre, la acabaron. Sus universidades,
públicas y autónomas hoy destruidas e intervenidas, son sólo una muestra de
esto que decimos. Nuestro sistema sanitario es vergonzoso. Y la seguridad
social de los trabajadores la aniquilaron. Nos hicieron un Estado Paria.
El
libro de Krauze, escrito por un intelectual pro-democrático, creyó que el
legado de Chávez estaría marcado por una heroicidad teatral de imposible
cristalización ya que sus dos “padres: Bolívar y Fidel, le eran inaccesibles.
Lo cierto del caso es que el verdadero “poder y delirio” lo vino a imponer,
contra todo los pronósticos, a quién designó como su sucesor al frente del
poder en Venezuela.
Angel
Rafael Lombardi Boscán
@LOMBARDIBOSCAN
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