Ismael Pérez Vigil 04 de junio de 2022
La
oposición democrática ha decidido, sabiamente en mi opinión, participar en las
elecciones presidenciales de 2024 y a través de la Plataforma Unitaria,
presentar un candidato que será seleccionado mediante un proceso de elecciones
primarias, a llevarse a cabo en 2023, que ojalá fuera este mismo año.
Llegar a esas primarias y a la elección presidencial, en la actual coyuntura política, no es un tema trivial, tiene varias complejidades estratégicas, donde paradójicamente la elección del candidato es lo más simple. Llegar −con alguna probabilidad de triunfo− supone desarrollar una estrategia que permita fortalecer a la oposición y garantizar que esas elecciones reúnan mínimas condiciones para participar y que se respeten sus resultados, en caso de triunfo.
En mi
opinión, la estrategia opositora, en lo inmediato, supone dos cosas: lograr un
proceso de negociación con el régimen y preparar una estrategia electoral;
veamos primero el tema de la negociación y lo que eso supone. Para ello voy a
resumir lo que plantee la semana pasada (https://bit.ly/3lQXNHv)
que me servirá de contexto, para evaluar el tema de la preparación para
las elecciones de 2024. Disculpen lo repetitivo, sé que es un trago amargo,
pero precisamente por eso hay que insistir, las veces que sea necesario, para
que se vaya asimilando.
“Lo
que, probablemente, vendrá: unas negociaciones, donde la oposición, con la
anuencia de USA, tendrá que aceptar el levantamiento de las sanciones
personales y la concesión de inmunidad, al estilo de Chile con
Pinochet…[porque] esas sanciones fueron creadas, para luego ser negociadas”; yo
no lo dije de esa manera en mi ya referido artículo; esa es la interpretación
de un amigo con respecto al mismo; pero lo pude haber dicho así, exactamente
así, porque creo que esa interpretación es correcta.
Lo que
no sé y lo que sé.
No sé
si se reanudará la negociación suspendida en México, mediada por el Reino de
Noruega, pues se dice que hay algún reparo, no oficial, por parte del régimen;
tampoco sé si esa negociación será inmediata; pero, hay cosas que sí las sé:
– La
primera y más importante es que sé que de este mal paso en la vida republicana
de Venezuela, solo saldremos después de una negociación, en México o donde sea
y con la mediación de quien sea: Noruega, El Vaticano, un grupo ad hoc de
países, etc.
– Sé
que dicha negociación inevitablemente nos llevará a un proceso electoral, que
deberá ser supervisado internacionalmente, ojalá que respaldado por una
vigorosa fuerza interna opositora y −seguramente− con apoyo de la amenaza de
represalias internacionales contra el régimen y sus funcionarios, si no se
celebran elecciones libres y si no se respetan los resultados; sin eso
cualquier negociación perderá sentido.
–
Otras cosas que sé, es que no habrá una “graciosa” renuncia de este régimen al
poder que de modo omnímodo ejerce, pues, precisamente, con todo el poder y
recursos que maneja, no lo entregará, ni se dejará conducir mansamente a la
cárcel a pagar sus culpas, como algunos piensan.
– Sé
también, y lo que está ocurriendo en Ucrania me lo confirma, que no habrá una
intervención armada, militar, externa, en Venezuela que venga a poner “orden”
en el país y a restablecernos la democracia;
–
También sé que, al menos por el momento, no tenemos la fuerza interna que
debilite al bloque político-militar, hegemónico, en el poder y lo obligue a
sentarse a negociar su salida.
– Pero
sé que en toda negociación hay que llegar a acuerdos; es decir, habrá que
ceder, probablemente, en levantar sanciones personales, pues entre otras cosas,
al régimen lo tiene sin cuidado las sanciones generales, económicas, por más
que digan que son la causa de todos nuestros males y también lo tiene sin
cuidado si afectan al pueblo; lo único que le preocupa son las sanciones
personales que les impiden o podrían impedir a ellos, sus amigos y familiares,
viajar por el mundo, adquiriendo propiedades y disfrutando de sus fortunas; el
levantamiento de las sanciones personales, probablemente, será la solicitud del
régimen, para ellos a cambio ceder en la realización de elecciones justas y
libres
– Y,
por último, como también sé que al final habrá un proceso electoral, cuanto
antes nos montemos en ese esquema y empecemos a discutir sus consecuencias y
posibilidades, mejor será; así nos podremos dedicar a organizar ese proceso y
estar en condiciones de preparar estrategias alternativas.
Reflexión
necesaria.
Ese
es, en el fondo, el planteamiento de mi artículo de la semana pasada: Ponernos
a reflexionar en torno a ese tema, para romper el fangoso marasmo en el que nos
encontramos, de críticas a todo, a los partidos, al gobierno interino, a los
líderes opositores, al proceso unitario, a la decisión organizativa de la
llamada Plataforma Unitaria, al tema de si realizar o no primarias y de qué
manera, etc.
Seguramente
muchos se rasgarán las vestiduras ante esta perspectiva, ¡“Negociar”, que
horror!; algunos hasta la consideran una “mala palabra” y se aferran a unos
“principios” que, vista la realidad que tenemos, no pasan de ser “principios
abstractos” de un orden que no existe, para un país que solo está en la mente
de unos pocos, que lo recubren de filosofía, de argumentos morales y éticos, de
sentimentalismo, pero en el fondo, no es más que una disipación de la realidad,
como dicen los versos de Andrés Eloy Blanco: “…vapores de la fantasía / son
ficciones que a veces dan a lo inaccesible / una proximidad de lejanía”.
Cerradas
muchas de las fantasiosas vías, la electoral es la vía natural que nos va
quedando y a ella se debe llegar tras una negociación.
Negociar,
no conceder, no celebrar.
Tomar
la decisión de negociar y estar conscientes de que es un paso ineludible y
necesario, no implica adelantarse a hacer concesiones en discusiones públicas,
por la prensa o redes sociales, guardemos eso para la mesa de negociación.
Mucho menos implica adoptar el lenguaje del régimen, su agenda de discusión y
de “justificación” y “disculpas” por haber llevado al país a la ruina. En otras
palabras, asumir la decisión de negociar y reconocer que hay una “mejoría” en
indicadores económicos en el país, no implica “celebrarle” al régimen la supuesta
apertura económica −aun cuando, repito, algunos indicadores de “mejoría” sean
reales−; mientras esa “mejoría” solo alcance a un porcentaje ínfimo de la
población y más del 85% del país siga sumido en la miseria, sin servicios
públicos, sin seguridad social, ni personal, sin hospitales, sin empleo, etc.
la tal “mejoría” es solo una efímera ilusión.
No
celebrar tampoco significa que vamos a hacernos los ciegos con algunas de las
transformaciones que se producen; por el contrario, vamos a exigir que se continue
en esa línea de acción. No celebrar no significa que los empresarios dejen
pasar oportunidades y sus gremios se desgasten enfrentando al gobierno como si
fueran partidos políticos opositores. No celebrar tampoco implica que el pueblo
deje de estar atento a los cambios que lo favorezcan, ni dejar de aprovechar
los que alivien o le traigan cierto bienestar. Significa que eso no nos va a
adormecer en el objetivo fundamental de salir de este régimen de oprobio.
Desde
luego que tampoco implica celebrarle al régimen actos “magnánimos” con respecto
a unos pocos presos políticos, mientras mantenga cientos en las cárceles y
continue la persecución de los líderes opositores.
Tampoco
hay que obnubilarse o engañarse con sus llamados de “amplitud” de incorporar en
las negociaciones a la “oposición” que ha “domesticado”, mientras mantiene el
secuestro de los legítimos partidos de oposición, sus símbolos y el
desconocimiento “judicial” de sus genuinas autoridades.
También
debemos recordar, antes de celebrar, que ahora el régimen pretende aprobar en
su “asamblea nacional” leyes para esquilmar los recursos de las oenegés e
intimidar a sus dirigentes, aliados y controlar el aporte internacional de los
recursos para ayuda humanitaria o hacerla pasar como una “obra” suya, práctica
que ya ha desarrollado otras veces.
Este
es el contexto en el cual hay que evaluar las tareas que tiene por delante la
oposición democrática −ante la inminente elección presidencial del 2024, o
antes− y que desarrollaré la próxima semana.
Ismael
Pérez Vigil
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