Por Simón García
Al contrario de su significado, las primarias no son lo principal en una agenda opositora. Encuestas y hechos coinciden en señalar lo importante que es para los partidos reducir la sideral distancia entre ellos y la gente.
Los diagnósticos también indican la urgencia de concentrarse en superar debilidades de la oposición. Las primarias contribuyen a desatender lo que inevitablemente va primero si se quiere mejorar la capacidad de competir.
Reunir las condiciones y fuerzas para triunfar son objetivos de mayor relevancia que el método para seleccionar un candidato.
Existe una interesante literatura desplegada sobre el origen y función de las primarias: Serra, 2011; Bolllayer, 2012; Young, 2013; Cross y Pilet, 2014, entre muchos otros. En ella las primarias son vistas como herramienta para democratizar el funcionamiento de los partidos. Un modo accesorio que no debe ser convertido mágicamente en el quinto elemento de la política cuando se lucha por reconquistar democracia para un país en una situación de no democracia.
Las encuestas recientes de Datincorp y Delphos arrojan, a la competencia asimétrica con el poder y las imperfecciones de nuestros procesos electorales, otras dos dificultades: una percepción colectiva de mejoramiento del país y el ascenso de la imagen favorable de Maduro.
Tales aires y factores favorables a la reelección del actual mandatario obligan a evitar errores. Uno de ellos, sobre el que estamos avisados, es acentuar la división en la oposición. Un riesgo implícito en unas primarias abordadas hoy desde la pugnacidad, el enfrentamiento y la exclusión.
Abonar a la personalización de la política no es buena estrategia con alto rechazo a los partidos y líderes minoritarios, incluso de opositores con esperanzador respaldo como Rosales, Capriles o María Corina. Por eso no conviene un método que favorezca a quién tenga recursos para contar con la mayor flota de carros, pagar testigos y mercantilizar votantes.
Está claro que primarias excluyentes conducen a dos primarias. División que es un regalo que Maduro procura y espera. La lección que deja nuestro fracaso de dos décadas es que los enfoques centrados en aniquilar al rival político son formas efectivas para atornillar a Maduro en el poder, aunque nos resistamos a admitirlo.
Pareciera sensato oír y debatir con la gente sobre el proyecto país a mediano plazo, el plan de atención a la crisis de sobrevivencia de la población y la propuesta de negociación sobre la transición. Este debate puede arrojar luz sobre soluciones que interesen a los ciudadanos y figuras que las encarnen.
La unidad plural es posible si las direcciones partidistas se desprenden del hegemonismo y el autoritarismo que se infiltra desde el régimen a todo el sistema de partidos y a organizaciones de la sociedad civil. Las diferencias son fuentes de distinción entre programas y fundamentos para estrategias que sean aportes, en vez de hachas para partirle el cráneo a quien piense de modo distinto. El buen debate une, las primarias des-unen.
Evitar las primarias no es escoger al candidato presidencial en una «sala llena de humo». Un mecanismo alterno podría basar el consenso en los resultados de un pool de encuestas, incluso con dos vueltas para un acuerdo político entre tres candidatos. La primera reducción sería obra del respaldo ciudadano y la selección final de un compromiso programático.
El pragmatismo democrático exige sumar votos de todo ciudadano descontento con la gestión de Maduro y no una carrera para determinar que candidato queda fuera de juego. Por ello es tan importante poner el consenso delante de la carreta.
https://talcualdigital.com/no-pienses-en-primarias-por-simon-garcia/
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