Opus Dei 11 de junio de 2022
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Comentario
de la Solemnidad de la Santísima Trinidad (Ciclo C). «Recibe de lo mío y os lo
anunciará». La acción del Espíritu sobre la Iglesia no consiste en suscitar ni
enseñar cosas distintas de las manifestadas por Jesucristo, sino en favorecer
la plena comprensión de todo lo que el Hijo oyó del Padre y nos dio a conocer
(cf. v. 15).
Evangelio
(Jn 16,12-15)
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—
Todavía tengo que deciros muchas cosas, pero no podéis sobrellevarlas ahora.
Cuando venga Aquél, el Espíritu de la verdad, os guiará hacia toda la verdad,
pues no hablará por sí mismo, sino que dirá todo lo que oiga y os anunciará lo
que va a venir. Él me glorificará porque recibirá de lo mío y os lo anunciará.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso dije: «Recibe de lo mío y os lo
anunciará».
Comentario
En la
última cena, Jesús explica a los apóstoles las verdades más profundas acerca de
sí mismo y de su relación con el Padre y el Espíritu Santo, a la vez que les
asegura que no se quedarán solos porque contarán con la ayuda del Espíritu
Santo, que continuará su misión guiando a la Iglesia a lo largo del tiempo.
Los
Apóstoles han sido testigos de la predicación y de las acciones de Jesús, así
como de su trato filial con Dios, al que siempre se dirige llamándole “padre”,
incluso en ocasiones, con la forma infantil abbá, “papá” (cf. Mc
14,36). Ahora, les habla de la ayuda que les prestará el Espíritu Santo:
“recibirá de lo mío y os lo anunciará” (v. 14). La acción del Espíritu sobre la
Iglesia no consiste en suscitar ni enseñar cosas distintas de las manifestadas
por Jesucristo –ya que la verdad no cambia con el tiempo, las opiniones, ni el
parecer de las gentes–, sino en favorecer la plena comprensión de todo lo que
el Hijo oyó del Padre y les dio a conocer (cf. v. 15). Jesús ya les había
anunciado que “el Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi
nombre, Él os enseñará todo y os recordará todas las cosas que os he dicho” (Jn
14,26), y ahora añade que “os guiará hacia toda la verdad, pues no hablará por
sí mismo, sino que dirá todo lo que oiga y os anunciará lo que va a venir”
(v.13). Su tarea consistirá en orientarnos hacia la verdad en las nuevas y
cambiantes situaciones de la historia y de la vida de las personas, con la
mirada puesta siempre en lo que Jesús nos ha enseñado.
Jesús
habla con naturalidad del Padre y del Espíritu como personas distintas a él y
entre sí, a la vez que insinúa que comparten lo mismo: “todo lo que tiene el
Padre es mío” (v. 15), y lo que anuncia el Espíritu es lo que “recibirá de lo
mío” (v. 14). Sólo hay un Dios, una sola naturaleza divina, que subsiste en
tres personas distintas, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. El Catecismo
de la Iglesia Católica, utilizando la fórmula de la antigua confesión de fe
llamada Quicumque, afirma que “la fe católica es esta: que
veneremos un Dios en la Trinidad y la Trinidad en la unidad, no confundiendo
las personas, ni separando las substancias; una es la persona del Padre, otra
la del Hijo, otra la del Espíritu Santo; pero del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo una es la divinidad, igual la gloria, coeterna la majestad”[1].
Esta
verdad de fe no es algo bonito, pero lejano, sino que nos habla de nuestra
relación personal con Dios y con cada una de las personas divinas: “En efecto
—recuerda el Papa Francisco—, mediante el Bautismo, el Espíritu Santo nos ha
insertado en el corazón y en la vida misma de Dios, que es comunión de amor.
Dios es una ‘familia’ de tres Personas que se aman tanto que forman una sola
cosa. Esta ‘familia divina’ no está cerrada en sí misma, sino que está abierta,
se comunica en la creación y en la historia y ha entrado en el mundo de los
hombres para llamar a todos a formar parte de ella. El horizonte trinitario de
comunión nos envuelve a todos y nos anima a vivir en el amor y la fraternidad,
seguros de que ahí donde hay amor, ahí está Dios”[2].
Hemos
sido creados a imagen y semejanza de Dios, por eso, es parte de nuestra propia
naturaleza fomentar la unidad y el amor recíproco con el Señor y con los demás,
en la gran familia del mundo y de la Iglesia, en las relaciones sociales y
domésticas, en la amistad y el entorno de trabajo. “La fiesta de la Santísima
Trinidad nos invita a comprometernos en los acontecimientos cotidianos para ser
fermento de comunión, de consolación y de misericordia”[3].
[1] Catecismo
de la Iglesia Católica, n. 266.
[2] Papa
Francisco, Ángelus. Domingo 22 de mayo de 2016.
[3] Ibidem.
Tomado
de: https://opusdei.org/es-es/gospel/2022-06-12/
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