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lunes, 16 de enero de 2023

La vejez: dignidad y respeto, por Beatriz García A.


Beatriz García A. 15 de enero de 2023

¡Tercera edad!

¡Qué linda frase! 

Aquí no hay viejos 

solo que llegó la tarde:

una tarde cargada de experiencia

experiencia para dar consejos

Mi abuela nace a principios del siglo XX, entre 1900 y 1901, ella misma no estaba segura del año, en Clarines, estado Anzoátegui. Allí vivió su juventud en una época donde a ese pueblo no llegaba el agua por tuberías, no había cloacas, ni electricidad. Allí tuvo a su hijo que vino con graves problemas de salud, además cuidó a cinco sobrinos que habían quedado huérfanos, entre ellos a mi mamá quien solo tenía tres años.

María Rosa, así se llamaba mi abuela, se vino a Caracas en barco, que no estoy segura si se abordaba en Boca de Uchire o en Puerto Píritu y llegaba a La Guaira. Ella sola decidió esa arriesgada aventura en búsqueda de la salud para su hijo enfermo. Alquiló una casa en San Agustín del Sur identificada con el N° 60, donde montó una pensión, allí llegaban los clarineses que venían a la capital a realizar sus diligencias. Sus hijos de crianza se vinieron todos poco a poco. Las anécdotas de esa pensión merecen una crónica aparte.

Su hijo nunca se recuperó, era parapléjico, pero vivió muchos años gracias a los cuidados de su mamá y de todo el núcleo familiar. Pero, María Rosa no solo administraba su pensión, sino que se puso a estudiar en la escuela de Artes y Oficios, corte y costura, se compró una máquina de coser Singer y empezó, como dicen ahora, su emprendimiento, se destacó en la confección de trajes para damas y cada día fue aumentando su clientela. Luego de que mi mamá contrajera matrimonio, vivió todo el tiempo en nuestro hogar, para nosotros fue un privilegio tenerla siempre bajo el mismo techo, nos cuidó y mimó hasta la saciedad. Ella continuó con la costura, hacía preciosos trajes de novia, y vestidos a la última moda, mi hermana y yo siempre andábamos de estreno. Ocupó en nuestra casa un lugar privilegiado, respetada y querida hasta que murió a los 95 años rodeada de su familia, amada, venerada y con la atención médica requerida. Tuvo hijos, nietos, bisnietos y tataranietos.

Pero, ¿cuál es la razón de contarles parte de mi historia familiar? Lo hago por tres razones. La primera es muy personal, un pequeño homenaje a esa abuela que tanto influyó en mi vida, la segunda como un ejemplo de fortaleza y superación de una mujer que salió adelante a pesar de las vicisitudes de una época llena de dificultades para una madre soltera y prejuicios hacia el sexo femenino, y la tercera es porque mi abuela cuando envejeció tuvo la protección de su familia que pudo cubrir económicamente sus necesidades, porque vivíamos en un país donde la salud no era un lujo y ser viejo no era una calamidad. Y sobre esta última razón es que voy a continuar el desarrollo de este escrito.

Cuando se habla de la vejez, o tercera edad o adulto mayor, nos referimos a la última etapa de la vida, según los versados en el tema comienza a los 60 años y es cuando empiezan los achaques, el cuerpo va perdiendo elasticidad, sufre deterioros a pesar de la lucha que muchos de nosotros hacemos para conservarnos jóvenes y activos, porque como dice la canción del recientemente fallecido Pablo Milanés “el tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos …”. Es un proceso natural que hay que asumir. Siempre tengo presente la frase que se le atribuye a Rubén Blades, quien, con matices de humor negro, dice más o menos así “cuando me despierto en la mañana y no me duele nada, pienso, caramba como que estoy muerto”.

Pero para estar viejos se tienen que haber vivido muchos años que acumulan para la gran mayoría, experiencias, trabajo, formación de familia, entre muchas otras cosas. Y es por esta experiencia que los chinos veneran a sus ancianos, los consideran llenos de sabiduría y dignos de respeto.

Para 2024 en ese país los adultos mayores van a representar el 26% de la población, 400 millones de personas, lo que en términos económicos significa un problema. Pero qué ha hecho China para enfrentar esta situación: creó una red social para atenderlos, a través de instituciones que brindan cuidado y actividades culturales para los más viejos. También legalmente los protegen a través de una ley que vela por los intereses y derechos de los ancianos, además de regulaciones que estipulan asistencia médica y bienestar. Y ¿por qué destaco la experiencia china? porque el régimen venezolano siente una gran admiración por ese país comunista o llamado por otros “capitalismo de Estado”, pero aparentemente su admiración solo llega hasta la concesión de préstamos que vuelven sal y agua. Entre 2007 y 2018 China le prestó a Venezuela 67 mil millones de dólares, según cifras de la Universidad de Boston. Cantidad que no se ha visto reflejada en desarrollo y bienestar para los venezolanos y mucho menos en mejora en la calidad de vida para los ancianos.

Pero volvamos a la tercera edad, Venezuela con una población de más de 28 millones de habitantes, presenta, según cifras de Convite, para el año 2020, alrededor de 4 millones de personas mayores a los 60 años. Luce una cifra manejable para un Estado que dice preocuparse por los más vulnerables, sin embargo, son los más desasistidos y si a esto sumamos la orfandad que ha producido la migración de su descendencia, el cuadro de la mayoría de los abuelos es lamentable. Según Convite el 86% de los adultos mayores en Venezuela está en situación de pobreza y según proyecciones estadísticas, este sector de la población está incrementándose año a año, estimándose que para el 2030 habrán más de cinco millones de habitantes de la tercera edad.

La situación del adulto mayor en este país es cada día más precaria, en especial en el área de la salud, el acceso a la atención médica y a las medicinas constituye una odisea. El gobierno se regodea en la cifra de tener a más de cuatro millones de pensionados. Pero a cuanto alcanza la cifra de la pensión, a un aproximado de Bs 130, lo que equivale, según el dólar del Banco Central de Venezuela, a $6,98. Esto constituye una burla para quienes han dedicado toda una vida al trabajo. La canasta básica familiar, para noviembre de 2022, se ubicaba en $459,08, entonces no es difícil imaginar la realidad que enfrentan a diario los ancianos en Venezuela.

Un ejemplo de la rapacidad de quienes administran los dineros públicos y no públicos, y del irrespeto hacia la calidad de vida que merece el adulto mayor en Venezuela, lo constituye la administración del Fondo de Pensiones de Pdvsa, el cual es alimentado mensualmente con los salarios y prestaciones sociales del trabajador durante sus años de servicios. Con el objeto de mantener el poder adquisitivo de los jubilados, en 1993 se constituyó la Asociación Civil “Administradora de los Fondos de Pensiones de los Jubilados de Pdvsa y sus Filiales APJ PDV” para poder invertir los haberes en divisas.

Para hacer breve la historia de estos jubilados, para el año 2015 Pdvsa adeudaba a la asociación civil APJ PDV la cantidad de 2.347 millones de US dólares, en pagarés al 9,5% de interés, según auditoría de la empresa KPMG, por lo que a esta fecha la deuda podría alcanzar los tres mil millones de dólares. A pesar de esto, a los jubilados se les eliminó el seguro de asistencia médica, al cual tienen derecho por contratación colectiva, y reciben una mísera pensión una parte en bolívares y la otra en “Petros”, moneda que no reconocen en ninguna parte y que al cambiarla en bancos del Estado, pierden un alto valor por los descuentos que le hacen.

Esto es solo una muestra de los abusos que se comenten con estos ciudadanos que dedicaron su vida al trabajo y a hacer de Pdvsa la segunda empresa petrolera más importante del mundo. Reciben mensualmente $40, más 4 “Petros”, un “Petro” vale aproximadamente 1.103 bolívares.

A los más de 20 mil despedidos entre 2002-2003 les adeudan no solo sus prestaciones sociales sino el dinero ahorrado en el Fondo de Pensiones que administra Pdvsa y cuyo monto nunca se refleja en los estados financieros de la empresa.

En la mayoría de los países europeos hay una cultura de protección a la vejez que contempla planes de movilidad, accesos a eventos culturales, aunado a los servicios de salud, entre otros beneficios. En este país debemos tener el compromiso de replicar esos ejemplos de honrar a nuestros viejos, padres y abuelos, que merecen respeto, protección y reconocimiento, por el valor que representaron y representan en una Venezuela donde todos somos útiles. Es un valor que tenemos el deber de rescatar y una deuda moral que debemos saldar.

Aquí no hay viejos,

solo que llegó la tarde…

 

Viejo es el mar y se agiganta, 

viejo es el Sol y nos calienta,

vieja es la Luna y nos alumbra,

vieja es la Tierra y nos da vida,

viejo es el amor y nos alienta.

 

Aquí no hay viejos

solo nos llegó la tarde

(Fragmento de un poema de Mario Benedetti)

Beatriz García A.


  

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