Este texto fue publicado originalmente el 31 de julio.
Una de las grandes limitantes que tenemos en la actualidad particularmente en Venezuela, es la falta de espacio público. Se está haciendo cada vez más complicado discutir y debatir temas de interés nacional bajo un centro de gravedad, que oriente una sana presencia de asuntos que requieren la atención ciudadana y estatal para el corto, mediano y largo plazo. No tener ese “cable a tierra” nos está generando enormes dificultades para mantener la identidad nacional y un imaginario colectivo con una visión clara y compartida sobre el horizonte al cual apuntar como país.
¿Qué queremos en materia educativa o en nuestro sistema sanitario? ¿Debemos mantener una moneda local o asumir una divisa internacional como elemento de transaccionalidad cotidiana? ¿Hacia dónde debe apuntar nuestro modelo de desarrollo en las próximas décadas? ¿Cómo apalancar nuestra economía sobre el petróleo y cómo potenciar otros sectores que nos garanticen mayor sustentabilidad? ¿Cómo se vinculan los líderes con el sentimiento nacional? ¿Cómo democratizar a nuestros partidos políticos para hacerlos más abiertos y transparentes? ¿Nos conviene descentralizar de nuevo? Dentro de la multipolaridad geopolítica, ¿hacia dónde nos conviene alinearnos más? ¿Debemos repotenciar la federación, la bicameralidad? ¿Cómo obtenemos financiamiento fresco para recuperar la infraestructura de servicios en el país? ¿Hay que reprivatizar o estatizar? En fin, son tantas las interrogantes que pueden surgir y que deben ser incorporadas con mucha fuerza en la agenda pública para que se inserten en una dinámica referencial clara dentro del imaginario popular.
¿Y cómo hacemos para lograrlo? Lo primero es romper el hechizo mágico de la desinformación que nos rodea. Para ello, debemos aprender a distinguir lo real y necesario de la pirotecnia macabra que distrae nuestros sentidos cada minuto en redes sociales. Lo segundo es organizarnos y actuar colectivamente. “Un solo palo no hace montaña”, así que si realmente queremos influir en los asuntos públicos necesitamos articularnos con muchas voces que se orienten direccionalmente para pegar con más fuerza los “gritos que superen el ruido de la desconfianza mutua” que nos siembran a cada instante. Lo tercero, construir confianza, tejido entre pares. Olvidémonos de la fórmula mágica, del caudillo salvador, de la conexión directa líder-pueblo. Ese es un artilugio para que dependamos a pies juntillas de quien ostenta el poder. O nos interesamos en los asuntos públicos y contribuimos a ser una República de todos o nos dominan con argumentos falaces. Lo cuarto es escuchar atentamente. Hablar menos y ponerse en el lugar del otro. Esta ecuación es irreversible para los procesos de reconciliación y paz.
Por último para este artículo pero no significa que no haya otros elementos a tomar en cuenta, es la coherencia, sindéresis, sentido común y profundo amor por el país puestos en escena por cada aspirante a LÍDER POLÍTICOen cada una de sus acciones. Ya basta de tomar decisiones sin racionalidad. De discursos vacíos tal y como se lanzaban al ruedo hace algunos años. Hay que tener claridad absoluta de estos tiempos digitales. Y aunque el espacio público hoy día tenga un alto componente de virtualidad, una sabia combinación con el rasgo civilizatorio del gregarismo y el cara a cara, también es indispensable para “humanizar” la agenda pública y darle un sentido de identidad y pertenencia si se quiere realmente reinstitucionalizar el país.
https://efectococuyo.com/opinion/si-no-esta-en-la-agenda-publica-no-existe-2/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico