Julio Castillo Sagarzazu 16 de enero de 2023
Las
últimas movilizaciones de calle han puesto de manifiesto la voluntad de lucha
de los venezolanos. Una excelente oportunidad para definir los liderazgos del
país.
Esta
semana las calles venezolanas han vuelto a hablar. Han enviado un mensaje
claro: Han dicho a los cuatro vientos, a todos los propagandistas del “esto se
lo llevo el diablo” que hay reservas sociales, morales y ¿políticas? para
enfrentar al régimen de Nicolas Maduro.
Sin embargo, a pesar de todas estas maravillosas demostraciones que hemos visto, ¿quiere esto decir que ellas son suficientes para recuperar la democracia y la libertad en Venezuela? Obviamente que no. Ahora es que falta y faltan muchas cosas, pero es importante que haya constancia de que los venezolanos de carne y hueso hayan vuelto a salir a las calles a hacer y decir lo que hicieron y lo que dijeron.
Ahora
bien, quizá, para sacar las conclusiones correctas de estas vivencias, sería
interesante poner de relieve algunas cosas que han diferenciado estas
movilizaciones de las que han tenido lugar en los últimos 20 años.
Lo más
resaltante es, sin duda, ¿cómo y por quién fueron convocadas? En esta ocasión
no ha sido el liderazgo político el que ha llamado a manifestar. Han sido los
dirigentes sociales, gremiales y sindicales que han resistido la razzia
represora de un régimen que se impuso acabar con el sindicalismo y el
gremialismo libre. Tarea que, por cierto, ha intentado a sangre y fuego y con
represión pura y dura contra los dirigentes.
Lo
segundo es que las manifestaciones han tenido lugar en prácticamente todos los
centros poblados del país, a diferencia de las grandes marchas en las grandes
capitales que caracterizaron a la movilización de años pasados.
Y
lo tercero, y probablemente lo más significativo, es que las consignas que las
han presidido, no han sido consignas políticas, sino de defensa de los
intereses concretos y particulares de la gente.
Las movilizaciones
son siempre llamativas. Mucho más en esta época en la que las redes sociales no
permiten tener acceso, en tiempo real, de cuanto esta ocurriendo. Tenemos la
inclinación natural, cuando presenciamos estos despliegues de fuerza social, a
pensar que la gente en la calle es capaz de cualquier prodigio.
Marx,
ingenuo y superficial en estas cosas, llegó a afirmar durante la Comuna de
Paris, que los manifestantes “tomaban el cielo por asalto” y harían la
revolución de seguidas. Estaba obnubilado por lo que ocurría en los barrios
obreros de la capital francesa. Ello, como sabemos, no ocurrió. La Comuna fue
reducida y derrotada y muchísimas jornadas de esta naturaleza han corrido igual
suerte en muchos momentos y lugares en el mundo.
Ya, en
el clásico manual del leninismo el ¿Qué hacer? Este caballero apuntaba (y no
sin razón) que “El movimiento obrero espontáneo, solo puede crear por sí mismo
el tradeunionismo” o, dicho en latín vulgar: a las movilizaciones
sociales hay que darles un contenido político para que puedan producir cambios
estructurales porque, de otra manera, se quedan en simples reivindicaciones
sindicales.
De
manera que, en Venezuela, el gran desafío que tiene el liderazgo político es
entender que a estas movilizaciones sociales hay que dotarlas de la profundidad
y la direccionalidad políticas.
En la
actual crisis del liderazgo opositor esta es una tarea ciclópea. La desconexión
de la elite política con la sociedad es demasiado grande; la pérdida del hábito
de estar con la gente de carne y hueso, ha hecho que se pierda tejido muscular,
como cuando los miembros no se ejercitan; la sustitución del trabajo cotidiano
por la figuración en las redes sociales y la sustitución de la organización de
base por el grupo de WhatsApp son todos, factores que conspiran contra el
encauzamiento de esta voluntad de lucha, exhibida en los últimos días.
Sin
embargo, estas limitaciones no son, o no deberían ser, un réquiem para nuestras
esperanzas de cambio. Todo lo contrario, son un desafío a la imaginación y al
trabajo del liderazgo opositor actual.
Allí
hay toda una camada de líderes nacidos al calor de estas nuevas luchas que debe
ser integrado a la reflexión sobre el cambio político. Es necesario que la
mayoría de ellos se convenza de que, en este régimen, es inviable la
satisfacción de sus reivindicaciones y la superación de la miseria. El trabajo
de “cazador de talentos” es imprescindible. El liderazgo debe entender que, en
muchos casos, es necesario dar paso a estos nuevos actores (muchos de los
cuales vienen de las filas del propio oficialismo)
Vienen
jornadas interesantes., estas movilizaciones se entroncan con la necesidad de
dirimir un nuevo liderazgo opositor y una eventual candidatura para el proceso
electoral presidencial.
Una
buena oportunidad para tomar el cielo por asalto, si la mayoría se pone a leer
en la misma página.
Julio
Castillo Sagarzazu
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