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martes, 19 de marzo de 2024

Por un puñado de dólares, por @tulioramirezc


Tulio Ramírez 18 de marzo de 2024

@tulioramirezc

Siempre he pensado que la denuncia es necesaria. La denuncia constante es una forma de rebeldía que a la larga surte sus efectos. En un país con la mayoría de los medios de comunicación censurados o autocensurados, han sido periodistas comprometidos y ciudadanos sensibilizados, los que se han convertido en un ejercito de reporteros que dan a conocer al mundo, las desgracias colectivas y dramas personales de quienes no tienen voz.

En los países autoritarios esto es un enorme riesgo, pero es la única manera de escapar del cerco informativo. Por ejemplo, hoy no tendríamos idea de las manifestaciones callejeras en Cuba, si no fuera por valientes ciudadanos que arriesgan su vida y libertad, transmitiendo a través de sus limitadas redes sociales, las imágenes dantescas de una cotidianidad llena de miseria y represión.

Por mi parte daré un alto a la costumbre de imprimir un poco de humor a mis escritos para soliviantar en algo la vida de mis poquísimos lectores. Hoy dedicaré el espacio para compartir una situación que, en lo personal, no solo me desgarró el alma, sino que avivó la enorme animadversión hacia un proyecto político esquizoide que en nombre del humanismo y la felicidad, ha llevado a nuestros ciudadanos a la infelicidad más absoluta.

Mi amiga, la profesora Magaly Chávez, sobrina del popular boxeador caraqueño, Simón Chávez (El Pollo de la Palmita) y viuda de mi querido amigo y colega, profesor José Rodolfo Rico, ucevista hasta sus últimos días, me envió un mensaje de voz al celular en estos términos: “Amigo, solo quería comentarte que le dimos la cola a una mujer joven que estaba siendo atendida en el Hospital Risquez y en el camino nos comentó que tuvo que sacar a su hijo de un modesto colegio privado del barrio y cambiarlo a una escuela pública. La razón, no poder garantizar cubrir el costo de la mensualidad, unos 30 dólares”.

De por sí esa información era impactante, pero la explicación extendida lo era aún más. Me explica Magaly que la joven madre comentó: “Mi gran dolor es que ahora mi hijo recibe clases solo dos tardes a la semana, cuando en su colegio la recibía todos los días en horario completo. Amiga, el peor colegio privado siempre será mejor que cualquier escuela pública. Ahora lo que me toca es conseguir un tercer trabajo para lograr reunir cada mes esos desgraciados 30 dólares y regresarlo a su colegio. ¡Maldita sea la pobreza!”.

Escoger entre comer y estudiar es uno de los dilemas más crueles. Naturalmente la balanza siempre se inclinará hacia la alimentación del cuerpo, postergando para mejores momentos la alimentación del espíritu. Sin embargo, la cosa se complica y se torna cruel cuando aun sacrificando una, tampoco puedes satisfacer la otra.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas reveló en su informe sobre Venezuela que hay 9,3 millones de personas con brechas significativas o extremas en el consumo de alimentos. Detalla el informe que casi 82% de los venezolanos vive en la pobreza y 53% en la pobreza extrema, con ingresos insuficientes para acceder a una canasta básica de alimentos.

Un país desnutrido y con una educación disminuida, difícilmente podrá garantizar a las generaciones futuras el bienestar tantas veces prometido y tantas veces postergado. En tales condiciones, encontrar a una madre dispuesta a dejar el lomo para que su hijo pueda acceder a una educación adecuada, es una expresión de rebeldía contra un sistema que objetivamente niega esa posibilidad

La situación expuesta por esa joven madre, resume la de todo un país. Unos pocos, han desaparecido sin dejar rastro, miles de millones de billetes verdes, mientras que la gran mayoría busca desesperadamente un puñado de dólares extras para garantizar alimento y educación digna para el futuro del país, aunque no todos pueden lograrlo. Gracias Magaly, por el mensaje.

Tulio Ramírez

@tulioramirezc

 


 

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