Ismael Pérez Vigil 16 de marzo de 2024
@Ismael_Perez
Habiendo
finalizado una reflexión acerca de los regímenes “autoritarios, totalitarios o
dictaduras” −aunque estas palabras no sean sinónimos−, es inevitable referirme
ahora a cómo vivir −o sobrevivir− en uno de esos regímenes y cómo se puede
salir de ellos.
El tema de “vivir y salir” del “totalitarismo” es un tema vasto y muy complejo, con innumerables aristas, imposibles de abarcar todas en un escrito como éste; y además es un tema cuya discusión despierta enconos muy pronunciados o profundos; por eso la mía es una reflexión teórica, o como dije en el caso del “totalitarismo”, es un “inicio de reflexión” sobre un tema cuya discusión no se ha dado en profundidad, que es importante de abordar y sobre el que es muy difícil mantener una posición objetiva, al menos, desde el punto de vista de la política práctica; por eso, precisamente, es importante mantenerse en el nivel de los conceptos e ideas.
El
tema tiene dos momentos, uno es el “vivir” bajo uno de esos regímenes, cuando
son fuertes y están en su apogeo; el otro, es cuando sus oponentes adquieren
fuerza o el régimen entra en crisis y se atisba que puede llegar el momento o
la oportunidad de “salir” de él. Si bien no hay una separación tajante, son dos
momentos diferentes que cada uno tiene su propia dinámica.
Vivir
en “totalitarismo”.
En la
fase de inicio de los gobiernos totalitarios, o en su época de auge, de lo que
se trata es de vivir o sobrevivir, tanto para los militantes anti régimen
totalitario, que se oponen a esos regímenes y para la población en general, que
es la que sufre las consecuencias de los descalabros que ocasionan. Al respecto
hay, en mi opinión, un trabajo extraordinario y reciente del periodista Luis
Carlos Diaz (LCDiaz), quien, en un mensaje publicado en X o Twitter,
magistralmente caracterizó y describió, a partir de la experiencia durante la
ocupación alemana de los Países Bajos, la conducta seguida por los lideres y el
pueblo. Sin reservas recomiendo su lectura (ver https://bit.ly/3uVhpCJ) y me parece que es
aplicable a cualquiera de los regímenes “totalitarios” que pudiéramos
considerar hoy en día.
LCDiaz
describe tres actitudes o conductas que puede adoptarse frente a estos
regímenes: Acomodarse o adaptarse, resistir y colaborar. Vale la pena
sintetizar y comentar cada una.
“Acomodarse”
o “Adaptarse”
Suele
ser la opción del grueso de la población, que lo que quiere es una vida
tranquila, que su familia tenga seguridad −personal y social−, poder cuidar,
alimentar y educar a sus hijos para que estos tengan oportunidades de futuro,
tener trabajo y poder vivir de él, disfrutar de mínimas condiciones de vida y
de servicios básicos, etcétera; no están en condiciones de enfrentarse a un
gobierno “totalitario”, todopoderoso, y cuando éste se presenta lo que procuran
es sobrevivir a los males que puedan venir, sin otra aspiración y creen que de
esa manera −acomodándose, adaptándose− se verán menos perjudicados. Por lo
general −nos dice LCDiaz, examinando el caso europeo durante la ocupación
nazi−, piensan fundamentalmente en términos personales o en todo caso extensivos
a su familia más cercana, rara vez hacia el colectivo. Desde luego, esa
conducta no los exime de las consecuencias y los males del “totalitarismo”,
pero muchas veces no tienen otra opción.
“Resistir”.
Los
que asumen la actitud y conducta de “resistir”, desde luego también piensan en
ellos mismos, pero también en la libertad de todos; pero, siempre son una
minoría, una élite, usualmente politizada y que corren riesgos muy altos, nos
dice LCDiaz. Pero no basta ser “…las Antígonas del presente” (Ver Edgar
Cherubini en El Nacional, https://bit.ly/3wYQ7eZ),
corresponde a este grupo definir ideas, maneras, formas, de enfrentar a los
regímenes totalitarios; y entre muchas alternativas y acciones, que no voy a
describir ni mencionar, el boicot siempre puede estar presente y dado que puede
darse a diferentes niveles, alguna de sus acciones estará al alcance del
ciudadano común.
Por
ejemplo, para muchos es inviable dejar de trabajar para el estado o contratar
con él; pero hay quienes lo pueden hacer; de igual manera, para quien no tiene
los recursos, no es una opción plantearse o asumir como actitud o conducta
dejar de asistir a eventos de entretenimiento costosos, ir a ciertos
restaurantes de lujo o comprar en tiendas caras de productos importados; pero,
para quienes estas posibilidades −o algunas de ellas− están a su alcance, bien
pueden dejar de consumir ciertos productos, de ir a determinados espectáculos o
eventos y de comprar en tiendas promovidas por quienes colaboran con el
régimen. Además de otras acciones políticas de resistencia, las anteriores son
ejemplos de actitud y conducta que se pueden proponer y llevar adelante, sin
incurrir en mayores riesgos. Aquí cabe la expresión: “…el que entendió,
entendió…”.
“Colaborar”.
En
esta categoría entran una buena cantidad de oportunistas, que solo calculan el
beneficio personal. Aunque LCDiaz nos dice que, en el ejemplo de la Europa que
analizó, el grupo de los que “colaboran” es el doble de los que “resisten”, por
la “naturaleza” de la actividad, de todas maneras, no deben ser muy numerosos;
pero no tengo elementos para comparar, aparte de los aportados por el
periodista. Por lo anterior y porque me preocupa más el aspecto “cualitativo”
de algunos de los que componen este grupo, me referiré solamente a los
empresarios, que también los reseña LCDiaz, quien dice que: “…siempre se crean
incentivos y hay algo de ánimo propio para trabajar con quienes hacen daño…”, y
continua: “Tampoco sé si los empresarios que calculan las ganancias de trabajar
con los agresores, cuentan también el daño que ocasionan”.
Desde
luego que no, sería mi respuesta, mi opinión acerca de ese comentario de
LCDiaz. Siempre he pensado que este sector, el empresarial, si no obra
decididamente por la resistencia al “totalitarismo”, al menos se debe mantener
en una especie de “centro político”. Mirar hacia otro lado, mientras se
negocia con quienes destruyen la democracia y el estado de derecho, es desde un
punto de vista práctico −o cínico− olvidar que invertir en la democracia, a la
larga siempre ha sido la inversión más rentable y segura; hacer lo contrario,
implica pagar las consecuencias de contribuir a la “profundización de la
crisis”, como bien señala LCDiaz. O como dice Cayetana Álvarez de Toledo, la
extraordinaria historiadora, periodista y política española, en una magnífica
conferencia dictada a jóvenes mexicanos, quien lapidariamente sentenció que los
empresarios que asumen la conducta de colaborar terminan convertidos en:
“…burros de Troya”. Al igual que el artículo de LCDiaz, recomiendo ampliamente
la conferencia en YouTube, de Cayetana Álvarez de Toledo. (https://bit.ly/3Vd5dHU)
Salir
del “totalitarismo”.
Sobre
este tema hay innumerables escritos, ensayos, tratados; menciono solo dos
fuentes: están los trabajos del politólogo John Magdaleno, quien ha
desarrollado extensas y detalladas investigaciones respecto a los procesos de
transición; para solo citar uno de sus trabajos, ver: ¿Para qué sirven
las elecciones en regímenes autoritarios?, en Revista Ideas, Parte I
(02/08/2021) y Parte II (10/09/2021). Otra obra que se cita
frecuentemente al tratar este tema es “Transiciones democráticas: Enseñanzas
de líderes políticos” editado por Sergio Bitar y Abraham Lowenthal, (publicada
por Galaxia Gutenberg, 2016. ISBN: 978-84-16495-70) De todos los casos
que refieren estos autores, voy a tomar unos pocos ejemplos, solo para ilustrar
como salir de un régimen totalitario.
Lo
primero es considerar el caso de si quien se opone al “totalitarismo” tiene la
fuerza, física, para enfrentarse y derrotarlo. Ese es el caso claro del nazismo
y el fascismo durante la segunda Guerra Mundial, que fueron derrotados política
y militarmente y barridos por completo. Cuando ese no es el caso, operan otros
factores, como el desgaste político producto del fracaso social y económico de
esos regímenes, más la presión interna e internacional, y se derrumban, como
son los casos más emblemáticos del Comunismo Soviético y sus satélites de
Europa Oriental, a finales de los años 80 del siglo pasado, cuyo ejemplo más
emblemático es la caída del Muro de Berlín. Pero hay otros casos, no menos
dramáticos e importantes, como son los ejemplos de la caída del “apartheid” en
Suráfrica y la salida de la dictadura chilena de Pinochet; en otros casos la
salida se produce a partir de la muerte del dictador u hombre fuerte del
régimen, como fue el caso de Francisco Franco en España; pero, en todos ellos
se concluyó en un proceso electoral que propició la transición a la democracia.
Hay muchos ejemplos que se pudieran mencionar y sería interminable hacerlo, por
eso me remito a los autores y obras citadas, acotando que cada realidad es
distinta y debe ser evaluada apropiadamente.
Conclusión.
Lo
primero es acordarse que el “totalitarismo” cuenta con aliados importantes: el
pesimismo, la desesperanza, el miedo, el fatalismo; que son los principales
factores que estimulan, propician y desarrollan estos regímenes, pues ayudan a
mantenerlos, en lo psicológico, pues obviamente la fuerza es el factor que en
última instancia sostiene este tipo de regímenes.
De lo
que se trata es de evaluar la propia realidad, determinar en qué parte del
proceso se encuentran las fuerzas que se oponen al “totalitarismo” y escoger el
curso de acción apropiado −siempre hay, al menos uno− para desarrollarlo y
contribuir a desalojar del poder al “autoritarismo”, el “totalitarismo”, las
“dictaduras”. Como bien dice Cherubini en el artículo citado: “…las leyes del
corazón están por encima de cualquier ley impuesta arbitrariamente por un
tirano.”
Ismael
Perez Vigil
@Ismael_Perez
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