Pedro Palma 12 de marzo de 2016
Recientemente
el BCV publicó las cifras de inflación del año 2015; esta se ubicó, en
promedio, en 180,9%, el nivel más alto del que se tenga memoria en Venezuela y
el más elevado a escala mundial. No obstante, muchos aducen que la inflación
que se padece es substancialmente mayor. Eso se debe a que lo que más impacta a
cualquier ciudadano es el incremento de los precios de los productos más
básicos, como los alimentos, los cuales han experimentado aumentos mucho más
agudos.
Adicionalmente,
creemos que aquella inflación promedio reportada fue subestimada, ya que la
metodología para su cálculo fue modificada a través de la revisión de las
ponderaciones aplicadas a las distintas agrupaciones de productos y servicios,
posiblemente con la finalidad de reportar una inflación más baja. Expliquemos
esto.
Mensualmente
el BCV y el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) determinan el
comportamiento a escala nacional de los precios de múltiples bienes y
servicios, agrupados en trece bloques, tales como alimentos y bebidas no
alcohólicas, vestido y calzado, salud, etc. De esa forma se puede determinar
cómo han variado los precios de los distintos componentes que constituyen cada
una de esas agrupaciones, y se calcula un índice de precios para cada una de
ellas. Así se establece cuál ha sido el aumento que han experimentado los
precios de los componentes de cada bloque durante un período dado, como un mes
o un año, y se puede decir que, por ejemplo, en 2015 los precios de los
componentes incluidos en el grupo alimentos y bebidas no alcohólicas aumentaron
315%, en promedio, mientras que los de la agrupación vestido y calzado se
incrementaron 146,5%.
A los
fines de calcular cuál fue el aumento global de precios, se calcula un índice
general nacional como el promedio de los índices de las trece agrupaciones, y
se pondera o sopesa cada uno de ellos de acuerdo con la importancia que en el
presupuesto familiar tiene cada grupo. Obviamente, la agrupación que mayor
importancia tiene es la de alimentos y bebidas no alcohólicas, mientras que
otras, como equipamiento del hogar o comunicaciones, tienen pesos mucho más
bajos. Esas ponderaciones tradicionalmente se mantienen constantes a lo largo
de varios años, aun cuando se puede argumentar que con el paso del tiempo la
importancia de los distintos grupos en los patrones de consumo familiar puede
variar, y deben ajustarse, en consecuencia, las ponderaciones respectivas. Sin
embargo, lo que ha sido tradicional es que el BCV y el INE mantengan constantes
las ponderaciones por períodos prolongados, tal como fue el caso del lapso
comprendido entre 2008 y mediados de 2014. Aun cuando no se ha suministrado
información alguna, es obvio que las ponderaciones fueron modificadas a partir
de la segunda mitad de 2014, bajando el peso del rubro alimentos y bebidas no
alcohólicas. De haberse mantenido las ponderaciones sin modificación, en
Ecoanalítica hemos calculado que la inflación de 2014 habría sido 76% y no 68,5%, como se reportó, y la de 2015 habría
sido 240,5% y no 180,9%.
Incluso,
si aceptamos el criterio que justifica el ajuste de las ponderaciones a lo
largo del tiempo, los cálculos oficiales seguirían estando subestimados, pues
en períodos de recesión económica, como los que se han vivido en los últimos
años, en los que se reduce la capacidad de compra de la población y aumenta la
pobreza, lo que es lógico esperar es que aumente el peso de los grupos de
productos básicos, como los alimentos y las medicinas, en los presupuestos
familiares, y se debe, en consecuencia, aumentar la ponderación de estos rubros
en el cálculo de la inflación general. De ser ese el caso, la inflación de los
dos últimos años habría sido aún mayor que aquella calculada sobre la base de
mantener constantes las ponderaciones de las distintas agrupaciones que, como
ya se dijo, fue de 76% para 2014 y 240,5% para el año pasado.

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