Eddie A. Ramírez 02 de junio de 2022
El
último libro de Moisés Naím es de obligatoria lectura. En páginas amenas, La
revancha de los poderosos nos señala cómo los nuevos autócratas llegan
al poder, destruyen las instituciones que son la base de la democracia liberal,
e intentan perpetuarse al frente de sus países.
Naím, nuestro profundo y agudo pensador, destaca que es similar la fórmula que han aplicado personajes tan disímiles como Trump, en Estados Unidos, Orbán en Hungría, Bolsonaro en Brasil, López Obrador en México, Bukele en El Salvador, Chávez y Maduro en Venezuela, para citar solo algunos. La fórmula es: populismo, polarización y posverdad. Las tres P, como las llama.
Este
simple divulgador de información en cuartillas semanales acepta como válidas
las premisas de Naím. Quizá el título puede confundir a quien no haya leído el
libro. Personajes como Berlusconi, el magnate de las comunicaciones en Italia,
y Trump el millonario del sector inmobiliario, eran poderosos antes de alcanzar
el poder político. En cambio, Chávez, Maduro y López Obrador se volvieron
poderosos cuando lo alcanzaron. Lo que sí los une es que no tienen escrúpulos
para mentir y para maniobrar para destruir la democracia. Además, Chávez y
Maduro son conocidos por las violaciones a los derechos humanos.
Sobre
el populismo y la polarización no hay nada que agregar que no se sepa. Como
dice Naím, los captamos instintivamente; sin embargo, la posverdad, en el
contexto de las democracias, constituye un fenómeno nuevo y aterrador.
El
diccionario de nuestra Real Academia de la Lengua define posverdad como “Una
distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones con el
fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. Los demagogos son
maestros de la posverdad”.
En
nuestra situación, cabe preguntarnos si el régimen de Maduro es el único que
aplica las “tres P”. Pareciera que en la oposición hay quienes también prometen
lo que no es real, es decir tenemos populistas; hay otros que predican que
“nosotros somos la verdadera oposición, ustedes son colaboracionistas”, o sea
que buscan polarizar y, por último, también contamos con los afectos a la
posverdad cuando insisten en que “no podemos ganar elecciones con este
régimen”.
Cierto
que el régimen ha hecho trampas, amedrentado a los votantes y usado los
recursos del Estado pero, a pesar de todo, hemos ganado varios comicios y hemos
perdido muchos por falta de testigos, por no ir unidos o por presentar
candidatos sin conexión con los electores. Cuando nos arrebataron el triunfo,
la dirigencia no tuvo carácter para cobrar, aunque reconocemos que ello es
difícil ante una dictadura que no tiene escrúpulos en asesinar a quienes
protestan.
¿Podría
ser una posverdad afirmar rotundamente que las elecciones primarias son el
medio óptimo para seleccionar a nuestro candidato único que derrote a Maduro?
¿Acaso no percibimos que en esas primarias se impondría la maquinaria de los
partidos y quedaría electo alguno de los dirigentes actuales? Sin duda varios
de nuestros dirigentes tienen méritos propios y han sido luchadores pero,
aunque sea injusto, la percepción según todas las encuestas es que, unos más,
otros menos, tienen rechazo de los electores.
Ante
estas circunstancias, ¿no sería apropiado lograr un consenso para identificar
un candidato extra o intrapartido que tenga mayor aceptación? Por otra parte,
extraña que muchos compatriotas tengan admiración por Trump y por Bukele.
Naím
expresa su angustia por la amenaza mundial contra la democracia. Hoy, muchos
autócratas llegan al poder por la vía democrática del voto. Los menos, se
manifiestan posteriormente como dictadores, pero la mayoría actúa
sigilosamente, promoviendo un parapeto para dar la impresión de legalidad. En
ambos casos, buscan destruir los pesos y contrapesos que garantizan el sistema
democrático al contener los abusos de quienes detentan el poder.
Propone
librar sin descanso batallas contra la Gran Mentira, contra los gobiernos
convertidos en criminales, contra las autocracias que tratan de debilitar a las
democracias, contra los cárteles políticos que ahogan a la competencia y contra
los relatos que descalifican el liberalismo político.
Además,
insta a “dar un hogar político a quien lo ha perdido”, explorando nuevos
métodos electorales como, por ejemplo, que cada elector emita más de un voto
por orden de preferencia. Esto impediría que candidatos extremistas salgan
electos, aunque tengan un elevado rechazo. Otra participación de los “parias
políticos” podría ser a través de las asambleas de ciudadanos. Naím ofrece
ejemplos.
Este
libro tiene mucho que comentar. Sugerimos su lectura a todos los ciudadanos
conscientes de la situación que vivimos, así como aquellos en los que la
democracia está aparentemente sólida. Así mismo, que opinadores políticos
calificados promuevan su discusión.
Como
(había) en botica: Ni Petro, ni Hernández son la mejor opción
para Colombia. Este país está dividido. El futuro es incierto. El periodista y
político Alexis Ortiz organizó un merecido homenaje al apreciado Gustavo
Coronel, venezolano distinguido por sus conocimientos petroleros, honestidad y
valentía para predicar, practicar y defender, contra viento y marea, los
principios y valores de nuestra civilización. Coronel, como dijo Gustavo Tarre,
es un genuino adalid de la ética por convicción. Eugenio Montoro, nuestro
compañero de Gente del Petróleo y de Unapetrol, acaba de publicar por Amazon el
libro Gerencia en carne viva. Le deseamos mucho éxito ¡No más
prisioneros políticos, ni exiliados!
Eddie
A. Ramírez
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