Orlando Viera-Blanco 01 de junio de 2022
@ovierablanco
“Entonces
la dominación del discurso de lucha de clases, utopías proletarias,
socialistas, el nacionalismo banal, miliciano o militarista, se impone en la medida
que nuestro espíritu no sea capaz de disociarse de ello”
Paul-Michel
Foucault (Poitiers, 15/10/1926–París, 25/06/1984) fue un historiador de las
ideas, teórico social y filósofo francés, profesor del Collége de
France y varias universidades francesas y americanas.
Deseo
citar a Foucault-como en efecto fue el pensador más citado en 2007-para referirme
al orden del discurso, obra que analiza la “distancia entre el
deseo, el poder y la palabra”. Nuestra hipótesi: Como “el arte del
discurso” no sólo justifica las luchas o los sistemas de dominación,
aquello por lo que y por medio de lo cual se lucha [el poder del que quiere
uno adueñarse], sino además, como consciente o subconscientemente nos
hacemos sordos a la palabra [logofobia] inhibiéndonos, inmovilizándonos,
prohibiéndonos un estado de racionalidad por creer que sería salvaje,
utópico, una locura, responder, sublevarse. Es dejar de hablar
por no creer en la palabra…
Literatura, lenguaje y dominación…
Se
pregunta Foucault: ¿Qué es lo que hace que la literatura sea literatura?”
Y sentencia: “Es esa especie de ritual previo que traza en las palabras su
espacio de consagración […] ¿Qué civilización en apariencia ha
sido más respetuosa del discurso que la nuestra? ¿Dónde se lo ha honrado mejor?
¿Dónde aparece más radicalmente liberado de sus coacciones y universalizado?”
Entonces es obra literaria aquella que a través del lenguaje
logra “el saber como espacio único del ser libre”, consagrando una
verdad universalmente aceptada y deseada. La distancia más corta entre el saber
consagrado [literario] y la ignorancia [que también es dominación], es la
educación. La educación-dice Foucault, “es una forma política de mantener o
de modificar la adecuación de los discursos, con los saberes y los poderes que
implican”, por lo que, frente al discurso utópico, dialéctico y ordenado,
más educación, más historia, que es cultura, civilidad, ética, artes y
felicidad.
La
lógica de Marx comporta un ejercicio de ritualización del habla, una
cualificación y fijación de las funciones que materializa el alma y destruye la
historia y la cultura. Es constituirse en un grupo doctrinal cuando menos
difuso. Mientras esa lógica de todos contra todos se enseña a dividir y odiar,
la respuesta [rebelarse], debe ser un discurso igualmente ordenado que enseñe a
amar. Y a partir de amarse uno mismo, somos uno para todos.
Foucault:
“La locura no se puede encontrar en un estado salvaje. La locura no existe
sino en una sociedad porque ella no existe fuera de las formas, de la
sensibilidad que la aísla y la repulsión que la excluye o la captura”. En
otras palabras, la locura es virgen, es natural, es radical,
no es locura-sic-en un estado sustancialmente libre. La más noble de “las
locuras” las cabalgó sobre rocinante, Alonso Quijano, aquel enjuto de
rostro que decidió vivir cuerdo y morir loco, llamado Don Quijote…Asistido de
un discurso [Cervantino] impregnado de sensibilidad y repulsión a los modos
mundanos de la guerra, el poder, el amor y el deseo, apela a la “locura” del
señorío, el romanticismo y la alucinación, como la virtud más elevada del
hombre, “de los caballeros de triste figura” (apodo de Sancho) que es su
honor. Un discurso ordenado con nuestros más profundos deseos-como el de
platón-que etiquetamos de fantasmal. ¿Por qué? ¿Qué nos impide adueñarnos y
asumir como verdad “las locuras” del Hidalgo de la Mancha,
del Principito o los sofistas? Profundos miedos tutelados
por la ignorancia. Ya lo decía Quijano: “El que lee mucho y anda mucho, ve
mucho y sabe mucho…” ¿Y el qué no?
Existe
una estrecha relación entre el poder, lo que pretendemos de él y nuestros
miedos más íntimos. Esos miedos aparecen al nacer y crecen entrelazados en “relaciones
de poder múltiples, que constituyen y caracterizan el cuerpo social”
[Foucault], y mueren con nosotros por no darle rienda suelta a nuestras
“locuras”. Así, el Quijote murió loco…por vivir cuerdo [¡].
Algo
impidió a Occidente abandonar por más de 2000 años el ideal democrático. Lo
inició Aristóteles, pero fue tan sólo a finales del siglo XVII cuando lo
consagra la Carta de Derechos del liberalismo inglés […] y un
siglo después la independencia de EEUU y la revolución francesa…Algo ha
impedido que en Venezuela y Latam se imponga la democracia. No es exagerado
concluir que es el miedo a ser abiertamente liberal, demócrata y
desafiantemente republicano, donde los cuerpos sociales han sido atrapados por
la ritualización del habla socialista.
Entonces
la dominación del discurso de lucha de clases, utopías proletarias,
socialistas, el nacionalismo banal, miliciano o militarista, se impone en la
medida que nuestro espíritu no sea capaz de disociarse de ello-por ser
moralmente impropio y ajeno la verdad-embriagados de miedos y dudas, donde
luchar por la democracia clásica, liberal y representativa, es “una locura”.
Y moriremos locos…sin intentarlo.
¿Qué
es la ilustración?
Foucault,
influenciado profundamente por la filosofía alemana, especialmente por
Nietzsche, consciente que la «genealogía del conocimiento» que es la «genealogía
de la moral», es acertada. En una de sus últimas entrevistas declaró: «Soy
un nietzscheano»…Martín Heidegger ha sido su filósofo esencial. Se atrevería a
decir “que esa capacidad de cada ser de revisar y ajustar la moral a
través del conocimiento y del discurso, el buen verbo que se antepone a la
ritualización del habla, es un prístino acto de libertad”. Respondo
luego existo, parafraseando a Heidegger. Esa era la búsqueda de Foucault.
Derrotar nuestros miedos más profundos desmintiendo perversas utopías. Y de qué
manera lo hizo Foucault: “Hay dos especies de utopías: las utopías
proletarias socialistas que gozan de la propiedad de no realizarse nunca, y las
utopías capitalistas que, desgraciadamente, tienden a realizarse con mucha
frecuencia”.
Las
grandes hendiduras a la adecuación social del discurso, es la educación. Es la
mejor forma de vincularnos. Concluida Foucault, “la mejor manera de asegurar
la distribución de los sujetos en cierta categoría de sujetos no sumisos…es
vencer los temores que es derrotar la veneración del discurso violento,
discontinuo, batallador, desordenado e innoble por peligroso”.
Desechamos
el discurso de barrida cultural que es el discurso de odio, guerra y muerte. “Por
la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida”
sentenció el “caballero de figura triste, seco de carne pero pleno de sueños”,
Don Quijote…No le temía a una locura llamada libertad.
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
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