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miércoles, 1 de junio de 2022

La ilusión en la política / Pablo Andrés Quintero

 Por Pablo Andrés Quintero


@Pabloquinterove

Breves líneas para reflexionar

Una sociedad cansada sobrevive y deja de pensar. El crecimiento de la impopularidad y la desconfianza de los líderes políticos actuales tiene su origen en las acciones del pasado, en la lista de recurrentes desaciertos. Sin embargo, no se debería cuestionar acerca de las dificultades de un entorno tan volátil, lleno de absoluta incertidumbre y escasamente democrático. Un sistema como el venezolano donde la política ha sido encapsulada en una lucha constante por el poder desde la arena de la violencia, la hostilidad propagandística y el rompimiento de las principales reglas democráticas.

En el país que hoy tenemos, las grandes masas multicolor que voluntariamente acompañaban el discurso político bajo el asfalto caliente de un mediodía han desaparecido. El ciudadano está ocupado en lo suyo, atendiendo con urgencia su metro cuadrado. La espera por la promesa del candidato se ha terminado.

En estos tiempos de ruido y desinformación, pocos son útiles y memorables. No hay ninguna garantía de disposición por parte de una ciudadanía cuyo trabajo durante los últimos años ha sido sobrevivir frente a los fracasos de un gobierno y las decepciones de una oposición.

¿Qué es la ilusión? Este término, muy utilizado, tiene su origen del latín “Illusio” y se refiere a un concepto o una imagen que surge de la imaginación y de los sentidos. Existen muchos significados, pero desde el campo de la psicología, es una esperanza que no tiene fundamentos, una distorsión de la realidad. En la arena política, sabemos que para movilizar a la gente se requiere de ilusión, de esa chispa de imaginación plasmada en una realidad próspera, deseable o simplemente un “Mundo Feliz” en palabras de Aldoux Huxley, pero ¿Cómo volver a ilusionar a una sociedad cansada? ¿Se puede desinstalar la desilusión?

 

Un mercado de ilusiones, el bodegón de la demagogia.

Evitar la demagogia es el paso numero uno para volver a convencer. Las sociedades se han alejado del narcisismo electoral y de los políticos grandilocuentes. La abstención y la desmovilización crecen en proporción a la gente indecisa, crítica y cautiva, aquella que no se identifica con el liderazgo actual. Este fenómeno se produce básicamente por la venta de ilusiones al mayor sin contemplar qué es posible y qué no, pero al final, como cualquier mercado, el exceso de oferta termina por reducir la demanda. Poner los pies en la tierra sobre las capacidades políticas individuales y generar convencimiento desde la responsabilidad y compromiso colectivo es necesario para recomponer la confianza perdida sobre los dirigentes, candidatos y organizaciones políticas.

Nadie tiene tiempo para escuchar mentiras ni dinero para comprarlas. El ciudadano venezolano de hoy conoce mejor su entorno que cualquier político que lo visite. Por más encuestas e investigaciones que se hayan realizado no se debe subestimar la confianza de los ciudadanos.

Hay que comunicarse con proximidad, sinceridad, humildad y respeto a los deseos de cambio. Hay que entonar con moderación cualquier propuesta sin llevar al cielo las expectativas. Mercadear lo que no se tiene ha salido bastante caro.

 

Cuando la realidad te golpea en la cara

El político de hoy debe encarar la realidad. Esta se impone y no es complaciente. Hacer política desde este plano debe empujarnos a pensar estratégicamente, con suficiente inteligencia emocional y verdadero juicio. Desde la realidad se debe asumir el costo de los desaciertos y sacar ventaja a los aciertos, por más pequeños que estos sean. Venezuela es un país diferente al de 2014 o 2019, es mucho más complejo de entender, demandante y poco manejable. Edulcorar la realidad y omitir las dificultades conducirá al fracaso bajo cualquier escenario. Poner los pies sobre la tierra es entender que las derrotas en política son más frecuentes que las victorias.

No es suficiente un buen discurso con algo de serotonina para conducir a la ciudadanía. Tampoco una grilla de contenido digital o un par de transmisiones en vivo. La política es un universo de acciones con un sinfín de posibilidades. Su abordaje requiere de presencialidad y suficiente comprensión del espacio individual y de los asuntos públicos. El político necesita conocer, aprender y superar la mediocridad del conocimiento. Hay que visitar a la comunidad, hay que volver a conversar con ella para entender su estado mental. La dirigencia actual requiere urgentemente diseñar un nuevo marco, un nuevo mindset cuya imagen sea transmisible, creíble y que evoque no solo cambio, sino también un camino para lograrlo.

La política del movimiento y la acción

Predicar con la acción. El ciudadano obstinado de los diagnósticos, noticias y declaraciones en redes sociales termina por refugiarse en sus creencias, en sus interpretaciones y malos entendidos sin la oportunidad de ver qué es verdad y qué es mentira. Hay que poner sobre la mesa aquello que se puede hacer.

La ilusión es utilizada para construir esperanza y empujar a la sociedad a la acción política. Hay que ilusionar con propósito de acción. Salir de inercia es condición sine qua non de la política de hoy. Nadie sigue a los flojos, a los tristes o narradores de tragedias.

Demostrar con hechos más que con palabras le ahorra al político largas explicaciones. A poca disposición y capacidad de atención se necesita de una precisa comunicación. Hay que reformatear la dinámica política e instalar un nuevo sistema operativo, verdaderamente útil, accesible, actualizado y que entienda las necesidades del ciudadano de hoy. Es momento de gestionar nuevamente la ilusión, la imagen de algo distinto, incluso en aquellos que se entristecieron, se molestaron y se alejaron de la razón.

https://talcualdigital.com/la-ilusion-en-la-politica-por-pablo-andres-quintero-m/


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