Andrés Cañizález 07 de junio de 2022
@infocracia
El
efecto de la hegemonía comunicacional, como política oficial, es una sociedad
fragmentada y desinformada. El chavismo ha logrado de forma exitosa arropar
todos los espacios comunicativos y sacar del juego a los medios críticos
Bajo
la presidencia de Nicolás Maduro se ha profundizado el modelo de hegemonía y
control sobre las comunicaciones en Venezuela. Si bien esta política fue
delineada durante la gestión de Hugo Chávez, ha sido en la segunda década del
siglo XXI que tuvo un impacto radical, cambiando el ecosistema mediático en
Venezuela, con amplias repercusiones en la circulación de información en el
país.
Sobre
esto tuve el honor de hacer una presentación pública invitado por la Embajada
de Francia y la Universidad Católica Andrés Bello, este 5 de mayo. La actividad
estuvo enmarcada en la celebración internacional del día de la libertad de
prensa, que fue exactamente el día 3 de mayo. Aquí trazo algunas de las
reflexiones y puntos de vista que expresé en ese espacio.
Se apaga la televisión
En el
período que gobernó Chávez se produjo el cese de la concesión de RCTV, en 2007.
Se cumplen 15 años en este 2022. En aquel momento era el principal medio de
comunicación del país, tanto por el número de empleados (más de 3.000) como por
su popularidad (sintonía superior al 50% entre el total de la población).
Aquello fue un punto de inflexión en materia de comunicaciones y tuvo amplias
repercusiones políticas.
Posteriormente,
de forma simultánea a las exequias del presidente Chávez, en 2013, se anunció
la venta del canal de noticias Globovisión, el cual una vez en otras manos
cambió radicalmente de línea editorial, dejando de ser un espacio crítico con
el gobierno. La estrategia fue cercar al medio para obligar su venta.
El
periodismo de papel desaparece
Junto
a lo que fueron estos casos emblemáticos, se registró la desaparición de los
periódicos impresos. La prensa escrita en Venezuela simboliza, de forma muy
clara, la decisión oficial de dejar al país sin información. No ha sido un
accidente, ni puede justificarse por la falta de dólares. Fue una decisión
política.
Las
cifras del Instituto Prensa y Sociedad (IPYS Venezuela) retratan la mortandad.
No cabe llamarle de otra manera. A partir de 2009 comienza a registrarse, según
un reporte de esta ONG, la desaparición de periódicos. Entre ese año y el 2013
dejaron de imprimirse seis. La acción política masiva comienza en ese 2013, ya
con Nicolás Maduro en la presidencia.
Desde
2013, cuando se crea el Complejo Editorial Alfredo Maneiro (CEAM), y hasta
2021, dejaron de imprimirse 104 periódicos en Venezuela. De estos, apenas 50
permanecían con sus páginas web activas, y tres sólo existían en redes
sociales. Los otros 51 sencillamente ya no estaban en ningún formato.
El
efecto, que claramente se reflejó tras esta desaparición masiva de impresos, es
la desinformación, especialmente entre la población adulta mayor, habituada a
leer el periódico como vía para informarse. La ciudadanía se quedó sin
periódicos, cuya función social principal ha sido organizar y contar los
acontecimientos. Muchísimos venezolanos no tienen ni internet ni televisión por
cable, con lo cual quedan a merced de la narrativa oficial, la cual domina
ampliamente el espectro de radio y televisión.
Un
total de 10 estados del país no tenían el año pasado ningún medio impreso. Los
quioscos de periódicos venden chucherías o sencillamente cerraron.
En el
resto del país subsisten ediciones limitadas de periódicos. Limitadas bien
porque ya no circulan todos los días, bien porque las ediciones son de escasas
páginas. Son periódicos sombra de lo que alguna vez fueron, antes de que el
Estado venezolano monopolizara la importación del papel para imprimir los
periódicos, y otros insumos, a través de la CEAM.
Nada
de esto son buenas noticias. Al contrario, es una mala noticia no sólo para el periodismo
venezolano, sino principalmente para la ciudadanía. Un país sin periódicos, sin
prensa independiente será víctima de la desinformación. No es un aforismo, es
lo se ha vivido en Venezuela.
Apagar
radios
Por
otro lado, dentro de las diversas estrategias que ha seguido el chavismo en
Venezuela para silenciar la información, tal vez la más amplia y a la vez más
silenciosa ha sido ir apagando las emisoras de radio del país. En una década se
cerraron 180 estaciones, principalmente locales, como medida de retaliación por
espacios de opinión o por una línea editorial crítica.
El
número de emisoras de radio silenciadas en el país lo recopiló la organización
Espacio Público junto al CPJ. Venezuela ha sido víctima de un radiocidio a gran
escala como parte de una estrategia más amplia que ha caracterizado al
chavismo: la hegemonía y control de las comunicaciones. Esto afecta seriamente
el acceso a la información por parte de los venezolanos y genera como resultado
una ciudadanía con problemas serios para poder informarse de lo ocurre en su
propio país.
Todo
inició en 2009. La data recopilada por Espacio Público y CPJ parte de la
decisión tomada en agosto de 2009, cuando en un solo día el gobierno de Hugo
Chávez suspendió la licencia de 32 radioemisoras. La decisión la anunció
Diosdado Cabello, quien entonces estaba al frente de la Comisión Nacional de
Telecomunicaciones (Conatel).
El
factor sorpresa se ha implementado como una estrategia política. Se dejaron de
levantar procedimientos administrativos previos, que los afectados pudieran
apelar, y al mejor estilo autoritario, el día menos pensado están en una
emisora una comitiva del chavismo y hasta allí llegan las transmisiones de la
emisora. A las 180 emisoras que cerraron entre 2009 y 2019, se suman otra
veintena en casos que tuvieron lugar durante 2020 y 2021.
En
varios grupos focales realizados por la Asociación Civil Medianálisis en
sectores campesinos y urbanos populares, en el estado Lara, se detectó una
persistente esperanza de los más pobres en encontrar información en la radio en
momentos de crisis. Estos venezolanos no estaban conectados al Internet, no
tenían telefonía inteligente y los periódicos dejaron de circular.
El
efecto de la hegemonía comunicacional, como política oficial, es una sociedad
fragmentada y desinformada.
Andrés
Cañizález
@infocracia
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