Orlando Viera-Blanco 07 de junio de 2022
@ovierablanco
“Por
eso aquellos que apasionadamente aclamaron, yo tuve un sueño, y murieron por
ese ideal, sin cuantificar, hoy viven eternamente en nuestros corazones, siendo
sus convicciones, su razón, su espiritualidad, interesante”
Ernesto Sábato analiza la crisis que atraviesa la cultura moderna rastreando las causas del nihilismo existencial en el que ha caído la humanidad hipnotizada por el progreso fugaz, la despersonalización y la falta de solidaridad. Los avances de la ciencia y la técnica han transformado al hombre en el simple engranaje de una máquina de producir y consumir, donde el poder es un instrumento de dominación.
Esta
dramática preocupación por lo económico, la creciente idolatría a la técnica y
la explotación del hombre por el hombre, llevan inexorablemente al desprecio de
las emociones, a la intolerancia globalizada, a la pérdida de identidad y la
infiltración cultural. El antídoto contra esa sociedad cada vez más anónima, es
el arte, la literatura y la recuperación del pensamiento clásico de San
Agustín, Pascal, Buber, Jaspers y otros pensadores existencialistas.
Entre
Apps y Bitcoin…los salvadores somos nosotros.
Las
nuevas generaciones van por lo inmediato. Dan por hecho la libertad, la luz, el
dinero y el bienestar. Con sólo aplicar un botón, todo pasa. La vida es un
algoritmo. No un poema, ni coser, ni cantar. Sería perder el tiempo. Por eso
dijo DOSTOIEVSKI, en su diario de un escritor, “me sería muy difícil relatar
cómo se han transformado mis convicciones, más aún no siendo ello,
probablemente, muy interesante. Para un milenio la fenomenología
del espíritu [una de las obras más discutidas de la filosofía de
Hegel] no es sabiduría, no es conciencia, es obsoleto. Eugenio María de Hostos
decía “Los espíritus bien dirigidos son siempre espíritus jóvenes”. Hoy
tengo mis dudas…aunque me siento con bríos juveniles.
El
derrumbe de la civilización occidental es reducido por los comunistas como un mero
derrumbe del sistema capitalista. Pero la verdadera crisis de la
civilización es el quiebre de la razón que convierte al hombre en un artefacto
bien para obedecer [dogmas, religiones, ideologías], bien para producir.
El justo medio de Confucio [la recta razón], quedó desechado por el pensamiento
binario, tautológico, digital.
“Al
decir adiós al siglo XIX, con Stephenson y su máquina de vapor; su
electricidad, su pujante economía capitalista, su optimismo cósmico, depositamos
en el siglo XX todos los esfuerzos para que los males fuesen resueltos mediante
la ciencia y el progreso de las ideas”. Pero la paz se convirtió en
guerra y la luz en misiles. Quedó atrás el reto clásico de San Agustín, los
hombres que en el tiempo interpretarían su propio tiempo. La paz, la
justicia y la libertad fueron secuestradas por la retórica. Parafraseando a
Sábato, “preocupados por la máquina, la ciencia y la técnica” hoy la
fascinación por una app o el blockchain, hacen del valor del pensamiento,
una ecuación se traga los DDHH y la democracia.
Por
eso soy optimista. Veo la botella llena porque, así como Pascal, William Blake,
Dostoievski, Baudelaire, Lautréamont, Kierkegaard o Nietzsche intuyeron que
algo trágico se estaba gestando en medio del optimismo, lo que ahora intuimos
los padres de milenios, es que una buena dosis de poesía, idealismo y
conciencia liberal dará cuenta de la despersonalización progresista. No es
cierto que la globalización humaniza. La globalización uniformiza, por
lo que se trata de rescatar el saber del sujeto consciente, diferenciador, a
través de la fuerza del intelecto.
Regreso
al futuro…
Franz
Kafka expresó la sensación de desamparo del hombre de nuestro tiempo. Y aunque
la soledad del hombre es perenne-no sociológica sino metafísica-únicamente una
sociedad apasionada podrá relevarnos del aislamiento. Duele decirlo, pero el
romanticismo, el idealismo, la ternura, la pureza del pensamiento altruista y
elevado, ha diezmado a las nuevas generaciones. Cuando desaparecía de las
nuestras reeditaron los clásicos de Locke, Stuart Mills, Jean-Batiste, Bernard
Vaudeville, Smith, Bentham o más recientemente, Berlín, Hayek o Friedman,
abogando por un individualismo racional y responsable ¡Y no fue el fin de la
historia!
Preferir
el mundo meta [a cuatro dimensiones] en vez de la
tempestad de Shakespeare, no es reprochable. Lo incalificable es el
desprecio por la literatura, la historia y la cultura, que como expresa Sábato,
son los primeros eslabones de los vínculos identitarios, forjadores de
espíritu, ética y saber, que es cultura.
La
soledad del hombre de ayer como la de Ford, los hermanos Wright o Charles
Babbage [inventor de la computadora/1943], embriagados de cálculos e
industrialización, fue fundamentalmente cuantitativa, no cualitativa.
En la medida que podían “contar”, sumar, multiplicar, producir y derrotar lo
artesanal, existían. Nos dice Sábato: “El mundo feudal era un mundo
cualitativo: el tiempo no se medía, se vivía en términos de eternidad y el
tiempo era el natural de los pastores, del despertar y del descanso, del hambre
y del comer, y del amor y del crecimiento de los hijos, el pulso de la
eternidad; era un tiempo cualitativo, el que corresponde a una comunidad que no
conoce el dinero […]” Es el tiempo el que, sin medirlo, convierte el
capullo en flor y a la flor en fruta. Una dinámica eterna, perdurable, sabia
cómo la naturaleza. Pues tenemos que recuperar el sentido de la eternidad…
La
necesidad de medir el pulso del tiempo, que es dinero-imperecedero e irrecuperable-nos
universalizó y nos despersonaliza. A mayor acortamiento de las distancias menos
acercamiento familiar y ciudadano. Este proceso de despersonalización y aislamiento
global dio paso al discurso utilitario, al socialismo proletario y el
estado benefactor. Un discurso uniforme, desenfadado…
La
narrativa socialista y redentora le gana la batalla a la percepción
individualista y egoísta del mundo liberal, hacedor y competitivo. Ya lo
advirtió Dostoyevsky, “nuestras convicciones [conscientes, racionales,
legalistas, democráticas, competitivas, naturalistas, espirituales] dejaron de
ser interesantes…siendo desplazadas por la lírica del poder de las masas,
el odio y la revancha, donde la diatriba étnica o de género matter [es
la que importa]; donde el mar, la flora y la fauna son más relevantes que
la familia, la democracia y la libertad.
Por
eso aquellos que apasionadamente aclamaron, yo tuve un sueño, y
murieron por ese ideal, sin cuantificar, hoy viven eternamente en nuestros
corazones, siendo sus convicciones, su razón, su espiritualidad, indeclinablemente
interesante…
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
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