DEMÓSTENES QUIJADA 02 de enero de 2023
@demostenes14
Actualmente,
Venezuela atraviesa sin duda alguna su más difícil crisis de gobernabilidad de
los últimos 60 años, constituida en torno al duelo sostenido entre oposición y
gobierno que se contraponen, tanto en ámbitos institucionales mediante la pugna
entre poderes legislativo, ejecutivo y judicial, como a lo largo y ancho de la
geografía nacional a través del enfrentamiento entre un mayoritario componente
opositor civil, respaldado por multitudinarias expresiones de descontento y las
fuerzas del orden público que los reprimen.
Ante este marco situacional ampliamente conocido y padecido por los venezolanos y extranjeros que viven en el país, se desprende una pregunta razonable, ¿es posible lograr una aproximación pragmática a la solución del conflicto? La respuesta a esa cuestión es si, aun cuando la inmensa cantidad de variables que se correlacionan en este sistema de poderes pudiera hacer muy compleja su resolución, el centrase sobre las expectativas de “ganancia y pérdida” de los grupos enfrentados puede ser la más sencilla y práctica representación de esta pugna.
Las
actuales posturas de oposición y gobierno como jugadores del conflicto,
componen un conjunto de reglas y restricciones, que caracterizan lo que en
términos de teoría de juegos se denota como un juego no cooperativo, dinámico,
de información completa, y de suma cero, lo cual pasaré a describir término a
término a continuación.
La
naturaleza no cooperativa del juego planteado, es de una evidencia que no
requiere mayor discusión, pero, tal como expondré más adelante, es un factor
clave en la resolución del actual dilema de gobernabilidad.
En
cuanto a la condición dinámica del caso, ésta se encuentra representada por la
ejecución secuencial de las acciones tomadas por cada bando, que en líneas
generales han reaccionado ante la posición adoptada por el adversario,
condicionando las acciones subsecuentes.
El
modelo es de información completa en virtud de que ambos jugadores, oposición y
gobierno, conocen bien las “ganancias” o “pérdidas” que representa para cada
grupo la ocurrencia de los posibles desenlaces del conflicto, producto de las
distintas combinaciones de estrategias adoptables por los actores involucrados.
Finalmente,
la característica de mayor relevancia en este sistema, es que nos encontramos
ante un juego de suma cero, es decir, que cualquiera de las soluciones posibles
pasa por la toma o retención absoluta del poder por parte de uno de los
jugadores (máxima recompensa), ocasionando por transitividad excluyente la
absoluta pérdida de espacios por parte del jugador no favorecido (máxima
pérdida), lo que en términos llanos llamamos un “todo o nada”.
Este
juego en desarrollo, como todos lo no cooperativos y de suma cero, requieren de
los jugadores la inversión y apuesta de cuantiosos recursos de todo tipo para
luchar no solo por la victoria, sino también y más importante en estos casos,
para evitar a toda costa la catastrófica derrota. Esta estranguladora dinámica
se reviste de mayor aprensión e intransigencia cuando, por ser un juego de
información completa, los sectores en conflicto conocen los saldos positivos o
negativos que enfrenta cada uno y su contrario.
El
escenario representado obliga a los jugadores a un “duelo a muerte” que
restringe los caminos de salida, incrementando lo abyecto del enfrentamiento y
lo traumático de la conclusión, tal como un tanque de gas cuya presión se
incrementa sin contar con una válvula de escape para evitar la explosión.
Descrita
la dramática linealidad de esta dinámica, surge la necesidad imperativa de
determinar un modelo que permita instrumentar una solución transitiva, capaz de
proporcionar a los actores involucrados el acceso a posiciones de
supervivencia, sin detrimento alguno de la atención y solución de los legítimos
reclamos que hoy plantea la oposición venezolana.
Para
tal fin, las condiciones del juego deben cambiar en dos aspectos específicos
que permitirían concluir los conflictos, arrojando una resolución a la grave
crisis política, ergo social y económica que atraviesa la patria de Bolívar.
En
primera instancia, es necesario diseñar plataformas de comunicación robustas
pero con capacidad de ser velozmente instrumentadas entre los factores en
pugna, propiciando una efectiva, eficiente y consensuada transición sobre las
premisas de la aceptación objetiva de las actuales fallas, tanto estructurales
como circunstanciales que atraviesa el aparato y filosofía de gobierno, que
motivan la exigencia de cambio de dirigencia del estado que enarbola en la
actualidad la pública y notoriamente mayoritaria porción del poder
originario que reposa en el pueblo.
El
segundo aspecto que debe modificarse para configurar el juego en desarrollo,
consiste en que deben incluirse nuevas estrategias de parte de cada sector,
cuya conjunción derive en la transición del balance de poderes, trasladando a
la actual oposición mayoritaria al ejercicio del gobierno, dando paso a la
disminuida, pero no inexistente, facción que actualmente detenta el poder
ejecutivo al puesto de oposición. Lo anterior solo podrá instrumentarse
mediante la consolidación de los exponentes moderados y sujetos al estamento
democrático acordado por la vigente y absolutamente práctica constitución de
1999, en una coalición que pragmáticamente asuma los errores cometidos, así
como la significativa disminución de sus variables de aceptación e incluso
militancia.
La
combinación de estas variaciones paramétricas del juego, permitiría a cada
conjunto político avizorar una posición final que, en el caso del saliente
componente minimizaría sus pérdidas políticas, mientras que para la postura
opositora representaría el acceso transitivo al gobierno nacional y regional,
con la finalidad de dar consecuente respuesta al clamor que hoy retumba en todo
el territorio nacional, y que reclama a la actual Administración el desdichado
contexto que hoy experimenta Venezuela en aspectos medulares como la economía,
la salud, la seguridad y el desabastecimiento entre otros tantos.
Sucedido
lo anterior, el juego resultante sería uno que igualmente sería dinámico y de
información completa, pero que mutaría en cuanto a ser cooperativo y de suma no
cero, emergiendo soluciones de equilibrios en la matriz de disputa que
favorecerían ponderadamente a las posiciones hoy enfrentadas, logrando culminar
el tortuoso trance que hoy atraviesan los venezolanos atrapados en el choque.
Es de
vital importancia establecer que existen prerrogativas invariables en el
proceso propuesto tales como, la reactivación del debido proceso, el
sometimiento a la justicia de responsables de crímenes y delitos desde el ejercicio
del poder o no, la liberación de privados de libertad cuya inocencia sea
comprobada y la transferencia táctica y operativa de los mecanismos de Estado
entre otras.
Sé con
meridiana certeza, que este planteamiento querrá ser desmantelado por las posturas
más ortodoxas de los dos extremos de este conflicto, pero debo recordar que, si
nuestro interés es el rescate de la patria, debemos anteponer a nuestras
posiciones personales, el bien mayor que reviste el poder dar el fin que el
ciudadano exige a esta sombría etapa de la historia de Venezuela.
Resta
pues que las matemáticas estén acompañadas de las voluntades políticas que hoy
exige la constante manifestación del pueblo, pues las cuentas están sacadas,
solo queda ir hacia adelante.
DEMÓSTENES
QUIJADA
@demostenes14
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