Paulina Gamus 03 de enero de 2023
«Todos nosotros, como nación que acaba de encontrarse a sí
misma, compartimos la vergüenza por la capacidad de los seres humanos de
cualquier raza o grupo lingüístico, de ser inhumanos con otros seres humanos».
Nelson Mandela
Quien
escribió esto fue un hombre que pasó 27 años encarcelado, muchos de ellos en
una celda de aislamiento. Un hombre que pudo ser, al recobrar su libertad,
alguien lleno de odio y resentimiento. Sin embargo, tuvo la grandeza para
perdonar a sus victimarios y hacer que la mayoría negra a la que pertenecía y
la minoría blanca causante del apartheid que discriminó y atropelló a los
negros durante siglos, se reconciliaran para evitar lo que habría sido una
guerra sangrienta.
Esa grandeza de alma y esa condición de verdadero estadista que se unieron en Nelson Mandela, son cualidades tan excepcionales que hicieron del dirigente surafricano un héroe a nivel mundial.
Volvamos
al tema de la libertad que es el quid de esta nota, la primera de 2023. Lo
natural es que la hubiese dedicado a desear feliz año a mis lectores y
aventurarme en pronósticos sobre lo que nos podrían deparar los próximos doce
meses. Pero el realismo obliga a ser cautos. En vez de un feliz año que a todas
luces no lo será, me limito a desear a todos quienes quiero y aprecio, salud y
bienestar. Y lo más preciado para todo ser humano: ¡libertad!
En la
semana que pasó pudimos ver y oír la airada protesta del psiquiatra del
régimen, Jorge Rodríguez, por la decisión judicial que niega a Alex Saab la
condición de diplomático al servicio del gobierno de Nicolás Maduro. No voy a
entrar en el terreno fangoso de las razones por las que Maduro y su entorno más
cercano han hecho de la libertad de Alex Saab una cuestión vital.
Eso a
pesar de que, braga naranja aparte, Alex Saab no está en una celda aislada, no
lo torturan, no lo mantienen en algo similar a lo que se conoce como «la tumba»,
no retardan o postergan indefinidamente sus audiencias, no amenazan a sus
abogados defensores, no le niegan las visitas de sus familiares y jamás
permitirían que tuviese un padecimiento físico sin recibir la oportuna atención
médica.
Regresemos
a Venezuela, según la ONG Foro Penal en el país hay 274 presos políticos de los
que 123 son civiles y 151 militares. 261 son hombres y 13 mujeres y del total
sólo 120 han sido condenados mientras que 154 esperan indefinidamente por la
sentencia de un tribunal. La angustia del psiquiatra del PSUV por la privación
de libertad del colombiano Alex Saab y su indiferencia o mejor dicho anuencia,
ante las condiciones en que sobreviven los 274 presos políticos venezolanos
recuerda el «Extraño caso del Dr. Jekyll y el señor Hyde», la famosa
novela de Robert L. Stevenson. La coincidencia estriba en el tema de la citada
novela: la representación de un trastorno psiquiátrico que
hace que una misma persona tenga dos o más identidades o personalidades con
características opuestas entre sí.
El
régimen está lleno de doctores (y doctoras) Jekyll y de señores (y señoras)
Hyde. Son amorosos padres y madres de familia, tías que dan la vida por
sobrinos presos, excelentes amigos de sus amigos. Pero, sin necesidad de algún
brebaje que altere su personalidad, son Mr. y Mrs. Hyde frente a la desgracia
de compatriotas que languidecen en horribles centros de reclusión y de tortura
física y mental.
No
estoy segura de que el Foro Penal haya incluido en la cifra de presos políticos
a los acusados por el atentado con drones ocurrido el 4 de agosto de 2018 en el
desfile militar que se realizaba en la Avenida Bolívar de Caracas. No tengo
elementos para calificar la responsabilidad de los sentenciados en una
madrugada (siempre eligen las madrugadas) por la jueza Hennit López Mesa
(siempre son juezas). Pero tengo el derecho de sentir pena por seres humanos
condenados a pasar el resto de sus vidas entre rejas: Juan Carlos Monasterios,
Argenis Valera, José Miguel Estrada, Oswaldo Castillo, Alberto Bracho, Brayan
Oropeza, Henribert Rivas, Yolmer Escalona, Emirlendri Benítez, Yanin Pernía,
Alejandro Pérez Gámez. María Delgado Tabosky, Juan Carlos Marrufo y el coronel
® Juan Francisco Rodríguez. Y otros condenados a penas de 20 años y de ocho,
como Juan Requesens.
Para
el régimen lágrimas –aunque sean de cocodrilo– por el pobrecito inocente Alex
Saab. Para el país que se niega a ser inhumano con otros seres humanos,
solidaridad con los presos de conciencia y por causa de odio.
Paulina
Gamus
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico