Julio Castillo Sagarzazu 17 de octubre de 2022
@juliocasagar
Cada
12 de octubre, tiene lugar en el mundo hispano un recurrente y absurdo debate
sobre si la fecha debe ser celebrada o no. Quizás, procediendo políticamente
incorrectos hacia Hispanoamérica, los españoles escogieron como su fiesta
nacional la llegada de Colon a la isla de Guanahani y con ello el comienzo de
la colonización. De niños, lo celebrábamos como el día de la Raza. Ahora, con
peor gusto (pero políticamente correcto de acuerdo con la moda), algunos lo
celebran como el día de la Resistencia Indígena.
En realidad, toda la quincalla ideológica que se ha montado sobre la fecha esta sacada del baúl de los reconcomios y los enfrentamientos sin los cuales no puede desarrollarse una política extremista en el continente. Entre nosotros, varios episodios de esta tragicomedia han llevado al derribo de estatuas de Colon, para sustituirlas por la de caciques indígenas de latón y de un “kitsch” insoportable.
La
verdad sea dicha: ni los españoles nos trajeron cataratas de desgracias, ni los
indios aborígenes eran figuras angelicales.
Nuestros
antimperialistas y reivindicadores del indigenismo, olvidan que la frase que
sirve de título a esta nota, significa “solos los caribes somos humanos” y que
estos consideraban como normal arrasar con las tribus enemigas y comerse a los
vencidos. El genocidio de los Imperios pre colombinos pasa por debajo de la
mesa y sus tropelías son mimetizadas como usos y costumbres.
No se
sabe de cual pureza de raza se reclaman y como aun se cae en el despropósito de
hablar de “nosotros” para referirse a los aborígenes americanos y de “ellos”
para referirse a los españoles.
Por
las venas de cada hispanoamericano corre tanta sangre española, como india y de
la de los negros traídos del África. A su vez, por la de los españoles corre
sangre árabe, romana, fenicia, ibera, celta y pare usted de contar.
La
verdad es que no nos queda nada bien, a quienes tenemos la hallaca como plato
nacional, seguir con la necedad de estas diferenciaciones.
Nuestra verdadera riqueza es el mestizaje y el Ana Karina Rote es una frase
para el olvido y no para el orgullo.
Ahora
bien, cayendo en la política, valdría la pena también poner en valor el
mestizaje y el verdadero “melting pot” que ha sido siempre nuestra manera de
ver esta actividad tan vieja como el ser humano mismo.
En
efecto, fueron los blancos de orilla, los mestizos mas acomodados de la época,
quienes, influenciados por las ideas de la Ilustración, comienzan a oponerse,
por legítimos intereses de clase, a la Guipuzcoana que tenia el monopolio del
comercio exterior de la colonia.
Nuestra
independencia, consecuencia de la situación geopolítica de la época, fue el
escenario donde nacionalidades y guerreros de todas las proveniencias, se
encontraron para aliarse o para luchar entre ellos.
Nuestra
historia política es la historia del liderazgo de venezolanos mestizos en el
ejercicio del poder. Nunca nos gobernaron emperadores como en México o Brasil,
ni piratas como en varias islas del caribe cercano. Desde nuestros padres
fundadores, hasta hoy, todos han sido mestizos, a mucha honra. El mas
cosmopolita de todos: Francisco de Miranda, fue rechazado varias veces en la
academia militar de la metrópoli, por no tener claro su origen, Tuvo su padre
que comprar una licencia para obtener su entrada a la institución.
Pero
este mestizaje, no solo tiene que ver con el origen étnico. También tiene que
ver con la proveniencia de las ideas.
Tomemos
el ejemplo del mas paradigmático de nuestros lideres democráticos: Rómulo
Betancourt, nacido de inmigrante canario y madre venezolana: Este guatireño fue
fundador del partido comunista de Costa Rica y funda el ARDI en Colombia
(Alianza Revolucionaria de Izquierdas) precursora de Acción Democrática.
Si
leemos el Plan de Barranquilla, primer documento que intenta dar una
interpretación política del gomecismo y sentar las bases de una estrategia
democrática en el país, no podemos sino calificarlo de programa de inspiración
marxista, pero que propone salidas democráticas.
En el
lenguaje del marxismo, se trata de un texto “revisionista” y, no cabe duda que
todo el proceso político venezolano en la lucha contra la dictadura gomecista y
sus etapas posteriores, estuvieron influenciados por estas ideas. El Plan de
Barranquilla se convirtió efectivamente, en una suerte de tapón doctrinario que
bloqueó la influencia del Partido Comunista de Venezuela. (Obviamente, también
colaboro en ello el apoyo a Medina sugerido por el “Browderismo” estalinista.
Pero esta es otra historia).
De
manera que podemos decir, y faltando a la rigurosidad académica, que el comunismo
revisionista, nos salvó del comunismo estalinista.
El caso de Betancourt es notorio y, paradigmático, como se dijo, pero el
liderazgo político venezolano está integrado por personas que vienen de los más
distintos orígenes y las más variadas ideologías.
Muchos
han pasado por diferentes corrientes y muchos convergen, hoy día, en la
necesidad de recuperar la democracia y las libertades en Venezuela.
Se aproxima un proceso electoral. Aun no conocemos los detalles y las
condiciones. Pero allí esta el desafío y el compromiso para llegar a acuerdo
que permitan una opción competitiva para enfrentar al chavismo.
No
pensamos igual (gracias a Dios) todos aquellos que creemos que hay que salir de
este atolladero, pero estamos compelidos a propiciar este acuerdo.
De nada
vale plantarse en temas que podremos discutir en su momento. Hay fuego en el
bosque y el tigre y el conejo corren juntos para escapar de las llamas. Ya
veremos cuando se apague el incendio.
El
mestizaje de nuestra raza, debería guiarnos en los acuerdos que necesitamos.
Enarbolar el Ana Karina Rote de nuevo, seria una gran tragedia nacional.
Julio
Castillo Sagarzazu
@juliocasagar
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