Jeimmy Paola Sierra 09 de octubre de 2022
No
tuvo suerte. Su cita con ese peligroso paso fronterizo hacia Panamá se retrasó
por cuenta del aumento en el flujo de compatriotas que persiguen el mismo
objetivo.
«Nos
dijeron que no había autobuses. En el día ya no se apartan puestos. Nos toca
madrugar mañana para seguir la travesía al Darién», cuenta a EFE el joven
oriundo de Valencia, capital del Estado de Carabobo.
Hace un mes su hermano salió adelante. Duró más tiempo del pronosticado. Fueron nueve días jugándose la vida en la selva del Darién, pero consiguió llegar. Lo hizo «lleno de ampollas y vio gente morir», dice sin asomo de duda y antes de empezar a grabar pequeños clips de video en su celular para registrar la aventura que emprenderá con tres familiares más, entre ellos un niño de 4 años.
«Ya
los venezolanos llevamos mucho tiempo en este sufrimiento, así que esto es un
‘gano o pierdo’. La suerte está echada», afirma David.
En los
últimos 10 días Medellín ha tenido un flujo masivo de migrantes y refugiados,
en su mayoría de nacionalidad venezolana, que llegan a la Terminal del Norte
para comprar un billete rumbo a la región de Urabá, fronteriza con Panamá,
especialmente a Necoclí, precisó a EFE el asesor de gerencia de Terminales Medellín,
Carlos Mario Patiño.
El
funcionario aseguró que aunque la situación actual es «masiva», en términos
logísticos y de asistencia, «todo está controlado», y quien quiera viajar puede
hacerlo mientras tenga las condiciones económicas.
Por lo
general, los migrantes que permanecen más de un día en la terminal son los que
no tienen recursos o están esperando un grupo procedente de Chile, Ecuador,
Perú o Brasil, para hacer la travesía en compañía.
Entre
1.000 y 1.300 migrantes transitan diariamente
Patiño
señaló que desde julio tienen una alerta de migrantes importante, que ya
experimentaron en Medellín en 2021 cuando se registró un alto flujo de
haitianos: «Entre agosto y octubre pasaron cerca de 30.000 por las terminales
de Medellín», afirma.
Y en
el caso de los venezolanos, «a partir del 26 de septiembre hemos tenido un
flujo muy importante, son entre 1.000 y 1.300 por día», detalló.
La
autorización del Ministerio de Transporte para ampliar la oferta con la
contratación de vehículos para reforzar la operación desahogó la terminal y
redujo considerablemente las aglomeraciones.
«Las
empresas de transporte venían sacando entre 300 y 400 personas, pero con esta
autorización una sola empresa movilizó el jueves a más 600», informó Patiño.
Entre
los que pudieron comprar sin problemas su billete para viajar está Marta, de 46
años, quien llegará en la noche a Necoclí, en compañía de su esposo tras pasar
un par de días en la casa de su sobrina en Medellín luego de abandonar Chile,
donde vivió por un año y juntó dinero cuidando a un adulto mayor.
La
mujer, nacida en Puerto La Cruz, cuida sus tres maletas en las que lleva
comida, ropa, medicamentos y colchonetas, mientras espera a su acompañante y
fija la mirada en la salida que un par de horas después cruzará para marcharse
rumbo a Necoclí.
«Estoy
acá para viajar a Estados Unidos, pero no de la manera que yo quería (de
turismo). Por la situación que estamos pasando, nos toca agarrar la selva en el
nombre de Dios», comenta a EFE.
El
salario que ganaba en Santiago de Chile no le alcanzaba para enviar dinero a
Venezuela, donde vive su papá luchando contra un cáncer terminal.
«Ya no
lo puedo costear», dice al hablar de las razones que la llevaron a tomar una
decisión desesperada y que su pareja planificó con la orientación de familiares
que ya atravesaron el Darién.
«A mí
me da pánico. Estaba tranquila esta mañana, pero ahora estoy temblando. Me puse
a ver el Facebook y hay mucha gente que se ha muerto. Da miedo», reconoce
Marta.
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