CARLOS ALBERTO MONTANER en abcdelasemana.com el Mar 8th, 2012
¿Cuánto cuestan los presidentes-payasos? Primero, ¿qué es
un presidente-payaso? Se trata de esos tipos que tienen una idea circense de la
función pública. Creen que han sido elegidos para entretener, no para servir y
cumplir con las leyes. Hablan nueve horas, cantan, insultan, dicen
barbaridades.
Fidel, por ejemplo, cuando actuaba en la pista mayor del
gran circo habanero, acusó a Estados Unidos de desviar los huracanes hacia la
Isla. Muchos años más tarde, su discípulo Hugo Chávez aseguró que el terremoto
que destruyó medio Haití fue un arma secreta probada por el Pentágono en el
Caribe. Todo vale para salir en los papeles y para generar noticias.
Uno de los rasgos más notorios de los presidentes-payasos
es su candorosa irresponsabilidad. No advierten, o no les importa, el daño que
les hacen a sus países. Viven tan pendientes del aplauso y del titular de
primera plana, que son incapaces de calcular o prever el costo de sus acciones.
Incluso, sucede algo más grave: sus compatriotas suelen reírles las gracias sin
percatarse de las adversas consecuencias económicas generales que acarrea tener
como rostro visible de la sociedad a un presidente-payaso.
Un caso reciente es el del presidente ecuatoriano Rafael
Correa. Correa acaba de armar un espectáculo absolutamente mediático con su
demanda triunfal de cuarenta millones de dólares contra un respetado diario, El
Universo de Guayaquil, que acabará confiscado o clausurado por una crítica
columna de opinión publicada por Emilio Palacio.
Los propietarios del diario, además, como el autor del
artículo, fueron condenados a tres años de cárcel y tuvieron que exiliarse
antes de acabar tras las rejas. Durante las semanas que duró el sainete, Correa
mantuvo en vilo al país y a la prensa internacional, generando una enorme
cantidad de información, culminada en una manifestación muy fotogénica
encabezada por él el día de la sentencia, con velas incluidas.
¿Qué fue lo que trascendió de este lamentable show? Muy
sencillo: que Ecuador es un país poco fiable en el que no vale la pena
invertir. Es una sociedad amable, desgraciadamente administrada por un gobierno
poco serio. Se trata de una nación “bananera”, de acuerdo con el editorial del
Washington Post, en la que “tras cuatro cambios de jueces, un magistrado
temporal asume el caso, ordena una vista, y 33 horas después emite una
resolución de 156 páginas, probablemente escrita por un abogado de Correa”.
A los dos días de la trágica payasada contra El Universo,
un panel especial administrado por la Corte Internacional de Arbitraje de La
Haya emitió un laudo provisional a favor de Chevron, a reserva de un fallo
posterior, para detener una sentencia ecuatoriana que condenaba a la empresa
petrolera a pagar miles de millones de dólares como compensación por un
discutido daño ecológico infligido al país hace varias décadas por otra
compañía.
Chevron, según su testimonio, descubrió pruebas de
fraude, corrupción y, como en el caso de El Universo, que la sentencia había
sido escrita por los demandantes y no por el juez encargado de dictarla. El
sistema judicial ecuatoriano, presumiblemente, estaba podrido y funcionaba como
un brazo de los deseos y caprichos de la presidencia de la República y como una
fuente de enriquecimiento ilícito dentro de las alcantarillas del poder.
Todo eso es carísimo. En los tiempos de la globalización
y de la información instantánea, los presidentes están obligados a cuidar la
marca-país con el mismo celo con que los empresarios tratan de proteger el
prestigio de las compañías que dirigen y los productos que manufacturan.
Los países y las ciudades proyectan ciertas imágenes muy
importantes para la toma de decisiones. Existe un baremo internacional (The
Anholt-GfK Roper Nation Brands Index) que mide y contrasta la calidad de la
imagen de las naciones y, lógicamente, Ecuador aparece por los suelos. Por eso
los capitales se refugian en Zurich y huyen de Quito.
Ello significa que cuando Rafael Correa gana 40 millones
de dólares por medio de detestables trucos legales –aunque luego los asigne a
una causa caritativa–, no sólo arruina a una familia y a centenares de
trabajadores de El Universo, sino, además, perjudica a todos sus compatriotas.
Con esos escándalos, los ecuatorianos pierden miles de millones en inversiones
que nunca se van a hacer, o en negocios que no se llevarán a cabo, porque nada
hay más importante que la seguridad jurídica para cualquier inversionista serio
del planeta, y en Ecuador no hay siquiera vestigios de ese fundamental clima
institucional.
Los payasos, sin duda, son criaturas adorables, pero es
muy conveniente mantenerlos alejados de la política. Cuestan demasiado.
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