Trino Márquez Martes, 20 de marzo de
2012
Cardoso, González y
Lagos representan la izquierda que rompió con el marxismo petrificado
Los días anteriores a que Fernando Henrique
Cardoso, Felipe González y Ricardo Lagos les dirigieran sus palabras a
Venezuela, VTV desplegó su arsenal bélico contra los tres expresidentes, y
contra Juan Carlos Escotet y Banesco. Toda la monserga cultivada por el régimen
para desprestigiar la economía de mercado y la propiedad privada de los medios
de producción, se repitió maquinalmente. Allí vienen los agentes del
capitalismo decadente a defender un sistema cruel e inhumano, repetían los
monaguillos del canal de Los Ruices. Los medios del odio, habría dicho Carlos
Raúl Hernández, se activaron para intentar quitarle significado a un evento que
por algún tiempo opacaría la desmesura de un régimen mediocre.
La estrategia oficialista fracasó, como suele
ocurrir en los últimos tiempos. La presencia de los tres dirigentes
hispanoamericanos atrajo la atención del país. Un sector importante de los
políticos, intelectuales, empresarios y académicos, esperó y oyó sus
intervenciones con atención. Y, claro, tratándose de figuras colocadas muy por
encima de la medianía, sus palabras trascendieron el lugar común. El trío
asumió su condición de liderazgo destacando el compromiso con dos valores
esenciales: la democracia y la solidaridad. Sin estridencias, se pasearon por
la complejidad del ejercicio democrático en ambientes signados secularmente por
profundas desigualdades sociales.
Ninguno cometió la indelicadeza de mencionar al
actual presidente venezolano. Las normas de cortesía imponían referirse a él
solo en términos amables. Este gesto habría denotado una burda hipocresía.
Optaron por lo más elegante: enjuiciar los componentes básicos del socialismo
del siglo XXI -el militarismo, el centralismo, la falta de independencia de los
poderes públicos, el sectarismo y la arrogancia, la exclusión de la iniciativa
privada y el intervencionismo enfermizo del Estado en la economía-, pero sin
mencionar al culpable, para que la herida fuera más dolorosa.
Las críticas a Wall Street, a los desafueros del
capital financiero internacional y a la supuesta supremacía sin restricciones
del mercado sobre la sociedad, se formularon desde una posición en la que se
reafirmó el compromiso con los más pobres. Solo que esta lealtad con los más
necesitados nada tiene que ver con fomentar el revanchismo y el resentimiento
social. La frase de Felipe -hay que repartir los frutos que da el árbol, pero
no el árbol- fue lapidaria. La obligación de quienes creen en la equidad social
y en la igualdad de oportunidades consiste en crear las condiciones económicas
y políticas que permitan ser competitivos en un mundo cada vez más
interconectado y exigente, aumentar la producción e incrementar la
productividad. Se distribuye la riqueza, el excedente, no la escasez.
La distribución equilibrada del ingreso nacional se
ve favorecida en ambientes democráticos. En sistemas donde las autoridades son
electas a través del voto popular, compiten fuerzas y partidos políticos por
captar el favor de los ciudadanos. Dentro de este esquema existen incentivos
para que los gobernantes se desempeñen con eficiencia. El voto pone, y también
quita, a quienes asumen funciones públicas. En este péndulo reside la ventaja
comparativa de la democracia sobre toda forma de dictadura. En los regímenes
que se eternizan, y cuya legitimidad radica en la posesión de las bayonetas y
el control de todas las instituciones públicas, resulta altamente probable que
impere la ineficacia, la desidia y la corrupción. La opacidad en el manejo de
las cuentas públicas se aloja en el corazón de las autocracias.
En cambio, en la posibilidad de castigar a quienes
lo han hecho mal, elegir nuevos gobernantes -en fin, en la alternabilidad- se
encuentra la esencia de la democracia y la máxima posibilidad de que el
Gobierno se ejerza para promover el crecimiento y el bienestar.
Cardoso, González y Lagos representan a esa
izquierda que rompió con los dogmas del marxismo petrificado y sus versiones
más perniciosas: el cheguevarismo, el maoísmo y el fidelismo. Desde posturas
humanistas, y a la vez pragmáticas, subrayaron que las transformaciones
planetarias, que inevitablemente afectan a cada país, solo pueden aprovecharse
en cada realidad específica, si el liderazgo entiende que cada país debe
impulsar un proyecto compartido e incluyente que sume a todos los sectores
nacionales.
Los expresidentes le dirigieron unas palabras a la
Venezuela democrática que pronto renacerá.
cedice@cedice.org.ve
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