RICARDO RÍOS 14/03/2012 en Tal Cual.
La
lista de traidores famosos es muy difícil de englobarla bajo una característica
común; reunir a Judas con Trostky, a Páez con Diosdado o a Brutus con Jaua bajo
un mismo techo requiere de una musculosa elucubración, no exenta de mucha mala
fe
En medio de los rigores de la desinformación oficial
planificada, una palabra apareció en la palestra: Traición.
Un comodín peligroso usado en política para señalar a
quien se sale del redil de la obediencia debida. En la definición del DRAE, el
verbo deber, más que aclarar, obscurece porque se sabe quién establece la lista
de acciones catalogables de traición.
Concepto resbaladizo respecto al campo de aplicaciones,
es muy útil a la hora de salir de “amigos incómodos”. Héroes de toda laya han
pasado por el amargo trago de cargar ese remoquete o, muy doloroso también,
tener que soportar por años una acusación atroz para no “cometer traición”.
La lista de traidores famosos es muy difícil de
englobarla bajo una característica común; reunir a Judas con Trostky, a Páez
con Diosdado o a Brutus con Jaua bajo un mismo techo requiere de una musculosa
elucubración, no exenta de mucha mala fe.
El traidor es un ser despreciable, todos los que han
sufrido una traición saben de lo corrosiva que es y las ganas de vengarse que
genera. Para un traidor el castigo siempre es incompleto, se tolera todo el
peso de lo legal y la liviandad de lo ilegal: es una vía expedita para salir de
competidores por cualquier vía.
Mas, ¿quién define cuál es la fidelidad que se debe
tener? En el caso de las relaciones personales, muchos más pantanoso, queda a
gusto del usuario. En cuanto a la fidelidad al poderoso, la cosa es más
difícil. Si un déspota le cierra toda posibilidad de ascenso al poder a sus
seguidores, ¿es traición capear la férrea bota?
La historia del cristianismo está cruzada de cismas en
los cuales cada bando habla de la traición del otro y la del comunismo más, con
toda una legión de muertos en el camino. Los mecanismos democráticos para el
cambio de líder, permitieron civilizar la cosa y ahora el esfuerzo va hacia la
concentración de mayoría alrededor de las propuestas del aspirante.
Seguir clasificando a alguien de traidor porque está
usando los reales y el partido para lograr una nueva mayoría, es una
reminiscencia totalitaria que anuncia el ejercicio amplio de la intolerancia
para aplastar las legítimas aspiraciones de los militantes.
No es una discusión trivial la que plantea Adán, es más
bien una purga lo que anuncia. Por lo pronto, el Páez redivivo hace mítines por
todas partes, por si acaso la noticia de la gravedad del cáncer o de la purga
son ciertas.
Traición: “Falta que se comete quebrantando la fidelidad
o lealtad que se debe guardar o tener.”
DRAE´
DRAE´
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