CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ | ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL viernes 3 de febrero de 2012
Meses atrás del 4F todo el mundo sabía del golpe y lo esperaba
-"¿Y quién encabeza el golpe?"- pregunté al general Italo Alliegro, en las butacas aledañas a la entrada principal del Senado. -"Un paisano tuyo, un oficial Chávez Frías... ¿lo conoces?", me respondió-.
Era el "4-F" de 1992, día que se desnucó Venezuela y había una sesión urgente de las cámaras legislativas.
Desde meses atrás todo el mundo sabía del golpe y lo esperaba. Incontables reuniones y centenares de paellas se consumían para recibir información: era sólo contra Carlos Andrés Pérez y sus ministros. Nadie más debía temer.
Pérez intentaba una reforma que venía desde Deng hasta Cardoso, pasando por Felipe en España, pero el liderazgo político, económico e intelectual de este desventurado paisito no tenía noción de lo que pasaba en el mundo.
Los plumíferos hacían cuchufletas fáciles sobre Miguel Rodríguez, el "neoliberalismo" y los "tecnócratas sin corazón". Crujían las estructuras y se necesitaba una élite mucho menos módica para defender el cambio.
Esa mañana en el Congreso las fracciones rechazarían el golpe. Esculpi, por el MAS, presentó una decente posición. Luego recibiría el escarnio de Cabrujas, promovido de delicioso costumbrista a conciencia filosófica del país, una especie de Savater autodidacta, como hemos tenido varios. Deslumbrado por "ese hombrón" (Chávez) nos dejó un artículo memorable (EDC, 6-2-92).
Llegaban a la sesión las narraciones del arrojo de Pérez, al salir estilo Bond en medio de una lluvia de plomo de La Casona, donde Doña Blanca quedaba al frente. Eso y la consecuencia de las FFAA con las instituciones habían dominado la acción criminal.
Morales Bello lanzó su apasionado grito contra los golpistas, más preciso si la primera palabra hubiera sido "abajo" en vez de "mueran... ". Pese a la valiente comparecencia de Eduardo Fernández en TV esa madrugada, Copei tenía un quintal de responsabilidad, sobre todo la patética ala "denunciante", que había encanallado todo.
Pérez derrota la logia polpotiana que quería pasar por las armas al presidente y los ministros e imponer un régimen fundamentalista con los famosos "decretos", disolver las instituciones del Estado, las organizaciones civiles y establecer el paredón.
Pero inesperadamente, en pleno fracaso militar, Chávez, obtiene un atronador triunfo político. En medio de la expectativa de los parlamentarios, Caldera, uno de los fundadores del orden, arrojó la historia por las cañerías y justificó el golpe de Estado, a nombre de problemas que su posterior y trágico gobierno llevó hasta el paroxismo: pobreza, incompetencia, corrupción. Y la entrevista en directo con "el comandante". Mas de cien muertos, sangre en las calles.
Churchill le dijo a Attle que "nada tan peligroso como un político con buenas intenciones". Incierto que Caldera se hubiera encumbrado en las encuestas gracias "al discurso". Ya estaba ahí gracias a los ahogos de los otros precandidatos para hacer sinapsis frente al "paquete". Frente a tres candidatos menores de cincuenta años, paradójicamente partidos que querían "cambiar la vida" apoyaron a un casi octogenario, de perspectiva defasada, que añoraba volver al pasado.
Copei se abrazó al gobierno de Betancourt (59-64) en los albores del Pacto de Punto Fijo para impulsar las reformas económicas y enfrentar la insurrección, y salvó "el experimento democrático". De haberlo hecho otra vez, la democracia y la modernización sobrevivirían, y hoy viviríamos en el desarrollo.
AD estaba atolondrada esa mañana. Sus principales dirigentes, para la fecha, registran más cien declaraciones contra el gobierno de Pérez. El año siguiente entregan la cabeza del presidente sólo para cebar la fiera. El 4 F se alimentó de dos conspiraciones adicionales. La sempiterna y aburrida de la izquierda revolucionaria, del PRV, BR, LS,TC y demás fósiles.
Y la imperdonable: la de la derecha liberal tecnocrática, que debía apoyar las reformas, pero la enceguecía la frustrachera (y la sandez) de cripotocandidatos presidenciales de pantalones cortos, niños eternos como Kirsten Dunst enEntrevista con el Vampiro.
Gerentes, jefes de medios, empresarios, políticos aficionados, convencidos de que al liquidar los partidos, saldría su loto, que naturalmente no salió, pero destruyeron la democracia y el país.
Titulares falsos de primera plana ("miles de millones gasta el Congreso en llamadas calientes"). Una telenovela arruinaba en tiempo real, cínicamente, la reputación de los dirigentes democráticos. Con el ariete de la "autoridad moral" de capitostes culturales envenenados, los "notables", empollaron el tigre.
Hay que oír el lamento de los condenados en el Réquiem de Wolfgang Amadeus: Confutatis maledictis, flammis acribus addictis, voca me cum benedictis. Oro supplex et acclinis, cor contritum quasi cinis gere curam mei finis.
(Venimos rechazados, malditos, condenados a las crueles lenguas de fuego. Te ruego suplicante y humilde, llámame con los bienaventurados. Tengo el corazón hecho cenizas, te imploro que me salves de este final).
Como dicen en Barinas: dasypur sabanícola trabaja para agouti paca (cachicamo trabaja para lapa).
@carlosraulher
Tomado de: http://www.eluniversal.com/nacional-y-politica/120203/el-dia-que-venezuela-sufrio-la-torcedura-militar?utm_source=newsletter&utm_medium=email&utm_campaign=newsEUpol
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