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martes, 20 de marzo de 2012

Fundamentalismo contra la solidaridad


Padre Luis Ugalde, 08/03/2012

Europa lucía exitosa luego de derrotar los totalitarismos (nazismo y comunismo) y lograr una sociedad segura, democrática y con bienestar compartido solidariamente. Parecía que en adelante sólo podía haber avances. Ahora hay naufragio y exigen tirar por la borda el bienestar para que el barco se salve, mientras los fantasmas del desempleo y endeudamiento toman cuerpo en millones de familias. Se creía que la economía era para la sociedad y no ésta para la economía, pero las megacorporaciones financieras dicen, sin decirlo, que primero es la prosperidad de ellas, y exigen la entrega del poder político y el bienestar social, con la promesa incierta de un bienestar futuro. Lógicamente, hay indignados y protestatarios, al igual que  políticos y sindicalistas que no quisieran rendirse.

Europa, que se creía unida y solidaria, ahora aparece como una yuxtaposición y suma de egoísmos: la cultura que respiran esas sociedades es individualista, hedonista y utilitaria, pues mientras nacionalmente se construían instituciones solidarias y contributivas (40 % de los ingresos para presupuestos solidarios) se alimentaban corazones individualistas, que desmantelaban en los individuos el sentido de una antropología y espiritualidad solidarias necesarias para producir el bien común.

Con la crisis se desatan otros demonios como el miedo, la inseguridad, la xenofobia y el autoritarismo, como revela el crecido apoyo a Marine Le Pen y el Frente Nacional en Francia. En crisis y sin solidaridad, se levantan las barricadas entre sectores sociales, entre los nacionales y los emigrantes y estos se encierran en sus guetos físicos y espirituales. Crece el malestar entre impuestos y recortes para salvar las mega-corporaciones financieras con la promesa de que mañana los más exitosos podrán beber en su mercado.

El fundamentalismo ultraliberal pide libertad económica sin límite, que en definitiva es poder sin límite y negación del bien común visto como enemigo del éxito individual. Los gérmenes fundamentalistas siempre están ahí y se nutren de verdades parciales; se desatan cuando lo parcial se absolutiza, y asesinan cuando se sienten con poder para dividir la raza humana entre ellos, únicos poseedores de la verdad, frente a enemigos infrahumanos, los “otros”. Ahí termina la posibilidad de ser “nosotros” con el “otro”, se dinamitan las bases de la democracia y vienen el fascismo o el estalinismo. Por eso en USA el Tea Party confunde un programa solidario de salud con el plan quinquenal de Stalin, ve en Obama un peligroso musulmán y comunista y en las decenas de miles de inmigrantes una amenaza contra la superioridad de la moral anglosajona.

Se quiera o no, la política solidaria requiere antropología, espiritualidad y conciencia. El individualismo no permite descubrir que en las civilizaciones no hay “yo” sin “nosotros” y que la realización de los otros es necesaria para el éxito personal y viceversa. En siglos pasados se impuso la ideología de que unos nacen para servir a la realización de otros,  como pedestales anónimos de héroes encumbrados. Hoy las megacorporaciones exigen sacrificios sociales y todo el poder estatal para sus finanzas, cuando en verdad los impuestos y las instituciones solidarias del Estado sólo son aceptables si sirven para el bien común de todos y éste para la realización de cada uno. Tras los  fundamentalismos - el ultraliberal y el colectivista-, hay dos graves errores antropológicos y espirituales, pues el individuo es, al mismo tiempo egoísta y solidario. Con esos dos hilos hay que tejer la sociedad. El “yo” que se realiza en “nosotros” no acepta su anulación en el Estado, ni en el poder económico ilimitado de entes financieros. Las libertades solidarias son conciencias que se afirman mutuamente.

En Venezuela estamos en una encrucijada grave: cómo sumar y multiplicar fuerzas para la prosperidad del conjunto, cómo combinar los distintos factores y sectores para producir y distribuir solidariamente, y cómo crear instituciones palancas que lleven al encuentro de libertades solidarias. Libertad solidaria no determinada por una ley física, sino lograda por conciencia, voluntad e instituciones, de manera que cuanto más “nosotros” haya más “yo” y viceversa.

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