Fausto Maso 7 de Marzo 2012 en Codigo Venezuela
El
chavismo sueña con una democracia de ghetto… pero ya la oposición salió del
suyo
Desde 1999 la violencia acompañó al
gobierno, la labor de los círculos bolivarianos la heredaron grupos como
La Piedrita a los que el chavismo mantenía hasta ahora a cierta distancia,
reconociendo la peligrosidad de asociarse con el uso de las armas contra
los ciudadanos.
El gobierno ha dicho que rechazaba
la violencia pero la controlaba, la financiaba, la alentaba, la utilizaba.
Tiraba la piedra y escondía la mano, manteniendo siempre un discurso
amenazante y hasta afirmando que solo Chávez nos salvaría del caos, lo que
es asombroso, porque una de las armas de Chávez es el propio caos.
Las amenazas retóricas del
presidente tienen fuerza porque cuentan con la realidad de organizaciones
como la Piedrita, hechos como la lista de Tacón. Hasta ahora, repetimos,
el chavismo ha tirado la piedra para esconder la mano pero ahora parece
que ya no la esconderá. En esta elección presidencial, donde no hay nada
seguro, quizá por necesidad haya decidido quitarse la mascara y respaldar
abiertamente a los sicarios que disparan, o tiran la piedras. Esta vez se
ahorran las declaraciones hipócritas y abiertamente culpan a las víctimas
de la violencia.
Al día siguiente de la agresión en
Cotiza el propio Diosdado afirmó que defenderían a sus militantes, a los
agresores les prometió respaldo, es decir, impunidad. No hace mucho el
propio presidente calificó de contrarrevolucionarios a los miembros de la
Piedrita por la foto en que aparecen unos niños con pistolas en las manos.
A continuación los jefes de la Piedrita siguieron en libertad. Los de
La Piedrita se saben con licencia para hacer lo que les da la gana,
se consideran imprescindible y lo son, forman parte esencial del
aparato político oficial, sin ellos el discurso oficial no asustaría a la
población.
El chavismo sueña con una democracia
de ghetto. A la oposición le correspondería en Caracas el este de la
ciudad, simbolizado por la plaza Altamira. Ahí es libre de reunirse,
organizar marchas, algunas de las cuales les permitían llegar hasta el
centro, pero su lugar según el gobierno son las urbanizaciones de clase
media, Chacao, Chuao, los Palos Grandes, donde vive el 5% de los
venezolanos. NO están autorizados para visitar los terrenos supuestamente
de propiedad roja, y donde viven la mayoría de los venezolanos y los que
deciden las elecciones. En todo el país el chavismo quiere reproducir
esta curiosa y discriminatoria geografía urbana.
Capriles Radonski ha roto esta
política de ghetto, abiertamente busca los votos de los pobres, de la
mayoría, y con su mera presencia destroza esta estrategia. NO hay entonces
otra respuesta que la violencia, porque le faltan argumentos al chavismo.
Quizá esta agresión en Cotiza sea un globo de ensayo que pretende medir si
la oposición retrocederá, o seguirá visitando los barrios, en ese
sentido es un verdadero desafió a Capriles Radonsky que no dejará de
recorrer los barrios de Venezuela. No hay que retroceder ni refugiarse en
la plaza Altamira.
Ya la oposición abandonó su ghetto,
no volverá a situaciones del pasado y surge una confrontación inevitable
entre una visión que ofrece empleo real, desarrollo justo, ayuda real a
los más necesitados y una gran charlatanería, una retahíla de promesas,
de supuestas fábricas, fincas produciendo a plena capacidad. Una
campaña que recuerda las peores de los gobiernos de la IV República
que pretendían ocultar su fracaso con publicidad. En el mismo error
está cayendo Chávez, con el agravante que su enfermedad lo limita.
Contará con todos los recursos del Estado, pero nada reemplazará al
propio candidato en la calle, un candidato formidable en campaña pero que
hoy carga con su enfermedad y con 13 años de mal gobierno. Por sus
hechos los conoceréis, acostumbraba decir Chávez y los hechos
tercamente señalan el fracaso oficial. Hay la tentación, suicida
probablemente, de tirar la piedra y no esconder la mano, reemplazar la
presencia de Chávez con la de la Piedrita, solo que la historia enseña que
la violencia quita votos. A los electores no les gusta el abuso,
el ventajismo y los mala conducta.
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