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martes, 20 de marzo de 2012

Socialismo bolivariano


Por Oscar Lucien, 16/03/2012

1. Lejos quedaron aquellos días cuando el teniente coronel Chávez y connotados voceros oficialistas se referían a la Constitución venezolana como un infante que requería de todos los mimos.

En ese tenor conmemoraron sus años iniciales. También hubo días en que la carta magna se enarboló como una amenaza contra los “escuálidos”, y bautizada como la bicha, se le mostraba a los venezolanos con el mismo talante de quien confronta al demonio con un crucifijo o a un vampiro con un espejo. Pero ya esto es historia.

Para Chávez y la mariclaque que lo secunda, el famoso librito azul ha sido degradado a tal punto que apenas si queda como banal utilería prêt à porter de actos oficiales, desaplicada y vaciada de todo su contenido doctrinario y normativo. Un mínimo detalle: más relevancia institucional tuvo para el Gobierno la conmemoración de la cruenta felonía de Hugo Chávez el 4 de febrero de 1992 que la conmemoración de la aprobación de la Constitución de la República en 1999 en referéndum popular. Como se dice en criollo, por la maleta se conoce al pasajero.

2. “Socialismo bolivariano: democracia autosuicidada” es el título de unos apuntes que en condición de comentarista presenté en el Encuentro de Organizaciones de la Sociedad Civil, realizado en la Universidad Católica Andrés Bello, del 6 al 10 de marzo. Titulé mis comentarios a partir de una analogía entre el título de la ponencia de Ricardo Combellas: “Actuales desafíos de la representación política y de la participación ciudadana” y, particularmente, de su conclusión: “Una democracia sin control será insostenible, pues el desprecio de la autorrestricción que impone el principio de la legalidad equivale al suicido de la democracia”.

Al reconocer la consistencia argumental del texto de Combellas, en su trazado de la pertinente genealogía conceptual de términos como representación y participación, los cuales forman parte de nuestra cotidianidad pero integran una carga histórica muy precisa, quise detenerme sobre lo más específico del ejercicio de la ciudadanía y la importancia relevante de las ONG como instancias de participación en las sociedades democráticas, como entes contralores de la gestión pública y como defensoras de derechos políticos y civiles de los ciudadanos. Resulta muy transparente para nosotros que las ONG no reemplazan a los partidos políticos ni al sistema de representación política. De igual manera, que la mera actuación de los ciudadanos para elegir sus gobernantes se revela como insuficiente para hacer frente a las complejidades de la vida social: pasamos de la mera democracia representativa a la democracia participativa, la cual demanda cada vez con más urgencia un papel activo de los ciudadanos en las cuestiones públicas.

Como pocas en el mundo, la Constitución de Venezuela, en su artículo 62 consagra el rango definitorio de esta participación: “Todos los ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho de participar libremente en los asuntos públicos, directamente o por medio de sus representantes elegidos o elegidas. La participación del pueblo en la formación, ejecución y control de la gestión pública es el medio necesario para lograr el protagonismo que garantice su completo desarrollo, tanto individual como colectivo.

Es obligación del Estado y deber de la sociedad facilitar las condiciones más favorables para su práctica”. Asimismo, la Carta Democrática Interamericana, de la cual Venezuela es país signatario, reafirma la participación como una condición necesaria para el pleno y efectivo ejercicio de la democracia.

Lamentablemente, estos reconocimientos formales se han convertido en letra muerta en la realidad venezolana y padecemos lo que en alguno de sus pasajes Combellas llama “esquizofrenia constitucional”. Valga decir que esta conclusión fue coincidente y unánime entre todos los panelistas y comentaristas de la sesión: El ciudadano y el Estado. Estado de Derecho y organización del Estado.

3. El socialismo bolivariano (sic) recurre, en algunos casos de manera tácita, aunque frecuentemente en forma perversa y manipulada, a la dicotomía pueblo versus ciudadano. El pueblo, encarnado por el líder máximo del proceso subsume su participación en la gestión de gobierno y en instancias orquestadas en el llamado Estado comunal, absolutamente contrarias a la Constitución, que alienan la verdadera participación autónoma y sin ataduras; mientras que quienes actuamos libremente en ONG somos víctimas cotidianos de esta esquizofrenia constitucional: se consagra la participación pero se criminaliza y persigue a quienes participan. Y sin participación, libre, no hay democracia.

@olucien


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