Por Oscar Lucien, 16/03/2012
En ese tenor conmemoraron sus
años iniciales. También hubo días en que la carta magna se enarboló como una
amenaza contra los “escuálidos”, y bautizada como la bicha, se le mostraba a
los venezolanos con el mismo talante de quien confronta al demonio con un
crucifijo o a un vampiro con un espejo. Pero ya esto es historia.
Para Chávez y la mariclaque que
lo secunda, el famoso librito azul ha sido degradado a tal punto que apenas si
queda como banal utilería prêt à porter de actos oficiales, desaplicada y
vaciada de todo su contenido doctrinario y normativo. Un mínimo detalle: más
relevancia institucional tuvo para el Gobierno la conmemoración de la cruenta
felonía de Hugo Chávez el 4 de febrero de 1992 que la conmemoración de la
aprobación de la Constitución de la República en 1999 en referéndum popular.
Como se dice en criollo, por la maleta se conoce al pasajero.
2. “Socialismo bolivariano: democracia autosuicidada” es el título de unos apuntes que en condición de comentarista presenté en el Encuentro de Organizaciones de la Sociedad Civil, realizado en la Universidad Católica Andrés Bello, del 6 al 10 de marzo. Titulé mis comentarios a partir de una analogía entre el título de la ponencia de Ricardo Combellas: “Actuales desafíos de la representación política y de la participación ciudadana” y, particularmente, de su conclusión: “Una democracia sin control será insostenible, pues el desprecio de la autorrestricción que impone el principio de la legalidad equivale al suicido de la democracia”.
Al reconocer la consistencia
argumental del texto de Combellas, en su trazado de la pertinente genealogía
conceptual de términos como representación y participación, los cuales forman
parte de nuestra cotidianidad pero integran una carga histórica muy precisa,
quise detenerme sobre lo más específico del ejercicio de la ciudadanía y la
importancia relevante de las ONG como instancias de participación en las
sociedades democráticas, como entes contralores de la gestión pública y como
defensoras de derechos políticos y civiles de los ciudadanos. Resulta muy
transparente para nosotros que las ONG no reemplazan a los partidos políticos
ni al sistema de representación política. De igual manera, que la mera
actuación de los ciudadanos para elegir sus gobernantes se revela como
insuficiente para hacer frente a las complejidades de la vida social: pasamos
de la mera democracia representativa a la democracia participativa, la cual
demanda cada vez con más urgencia un papel activo de los ciudadanos en las
cuestiones públicas.
Como pocas en el mundo, la Constitución
de Venezuela, en su artículo 62 consagra el rango definitorio de esta
participación: “Todos los ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho de
participar libremente en los asuntos públicos, directamente o por medio de sus
representantes elegidos o elegidas. La participación del pueblo en la
formación, ejecución y control de la gestión pública es el medio necesario para
lograr el protagonismo que garantice su completo desarrollo, tanto individual
como colectivo.
Es obligación del Estado y deber
de la sociedad facilitar las condiciones más favorables para su práctica”.
Asimismo, la Carta Democrática Interamericana, de la cual Venezuela es país
signatario, reafirma la participación como una condición necesaria para el
pleno y efectivo ejercicio de la democracia.
Lamentablemente, estos
reconocimientos formales se han convertido en letra muerta en la realidad
venezolana y padecemos lo que en alguno de sus pasajes Combellas llama
“esquizofrenia constitucional”. Valga decir que esta conclusión fue coincidente
y unánime entre todos los panelistas y comentaristas de la sesión: El ciudadano
y el Estado. Estado de Derecho y organización del Estado.
@olucien
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