Luis A. Pacheco 23 de marzo de 2014
Con la ayuda de George Orwell
"Las masas nunca se rebelan por
su propia voluntad, y nunca se rebelan por el mero hecho de que están
oprimidos. De hecho, siempre y cuando no se les permita tener estándares de
comparación, ni siquiera se dan cuenta de que están oprimidos ".
George Orwell, 1984
En estos últimos quince años,
Venezuela ha sido el crisol de muchos sueños, labrados con el sacrificio de
muchos, y finalmente destruidos por la banda de forajidos que ha tomado el
control de todas las instancias de la república (en minúsculas).
Desde que accedieron al poder, detrás
de un disfraz de reivindicación de los más desposeídos, este grupo de hombres y
mujeres, ha establecido lo más cercano a un totalitarismo que el país haya
experimentado en al menos medio siglo.
Muchos en Venezuela, y mas
increíblemente en el extranjero, han visto en el “chavismo”, y ahora en el
“madurismo”, una suerte de Robin Hood tropical que ha sido capaz de
“redistribuir” lo que antes les era esquilmado por unas élites corruptas. Otros
tantos ven a una nueva élite, si se quiere aún más corrupta, que bajo ese
disfraz de enderezadores de entuertos tratan de instaurar una hegemonía
totalitaria para perpetuarse en el poder sobre a pobreza de sus seguidores.
Estas dos visiones tienen en común la noción del petróleo y su altos precios
como riqueza fortuita a ser distribuida.
“No se establece una dictadura para
salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una
dictadura”
George Orwell, 1984
Mientras las diferentes facciones
políticas se debaten en los diferentes escenarios: elecciones, Asamblea,
gobiernos locales, los medios, la realidad de la economía hace estragos en el
país que trata de sobrevivir día tras día. La escasez, producto de las
políticas del gobierno, mezcla de ideología trasnochada, corrupción e
incompetencia, aunada a la inseguridad en las calles y a la falta de
oportunidades, se ha transformado en un caldo de cultivo del descontento de los
ciudadanos.
Es en ese contexto, que la verdadera
naturaleza de los que se aferran al poder aflora. No me refiero a sus rasgos
totalitarios, que en mi opinión siempre han estado ahí, sino a su total
incompetencia a a la hora de gobernar un país, excepción sea hecha del
uso de la propaganda y de la fuerza de la represión.
No es de extrañar entonces, que los
auto proclamados “revolucionarios” del gobierno, devenidos en el nuevo pero muy
corrupto “establishment”, se vean enfrentados hoy por la juventud
estudiantil, que como en otras épocas de nuestra historia, son los que mejor
encarnan los deseos de cambio de una sociedad que se asfixia bajo el yugo de
una opresión que emerge ruidosa de las nociones sesentosas y sesentonas del
castrismo.
“Hasta que no tengan conciencia de su
fuerza, no se rebelarán, y hasta después de haberse rebelado, no serán
conscientes.”
George Orwell, 1984
Para nosotros los que vivimos afuera
del país, se no hace difícil entender, y que decir de analizar, lo que está
pasando en las calles de Venezuela. He leído críticas de analistas muy sesudos,
ponderando sobre la conveniencia o no de las acciones de calle de los
estudiantes, o sobre la inteligencia (o falta de) del discurso de lucha
de Leopoldo Lopez, María Corina y Alfredo Ledezma, por mencionar algunos. Se
dice que tales acciones son extemporáneas, que debían haber esperado a que la
economía se deteriora aún más, que el camino es otro, y tantas otras razones.
Yo tengo suficiente memoria de mis
hechos de juventud, y de los hechos vividos en Venezuela en el 2002 y 2003,
para entender que estas dinámicas, en particular la de los jóvenes estudiantes,
tienen energía propia. Uno nunca sabe cual es el grano de arena que empieza la
avalancha, o si esta llegará a la base de la montaña sin fuerza, lo que si se
es que tales discontinuidades están imbricadas en el sistema y por lo tanto son
tanto inevitables como impredecibles.
Los estudiantes y jóvenes que hoy
están en la calle, han crecido en una Venezuela en constante crisis y
cuestionamiento; sus padres han sido por acción u omisión actores de una nación
que ellos sienten que se deshilacha, que no los representa; han visto como sus
vecinos y amigos se despiden hacia una emigración incierta o son víctimas de la
delincuencia; se sienten con poca o ninguna oportunidad de futuro, mientras los
que se aferran al poder, y hasta algunos de la llamada oposición, les ofrecen
poco menos que una vida de pobreza y sumisión, y un discurso anquilosado
que no se relaciona con las realidades del siglo XXI.
Para ellos, el tan mentado Tiempo de
Dios es ahora y ya, así es la naturaleza de la juventud. Leopoldo, Maria Corina
y otros tantos así lo entienden, hay otros que temerosos ven pasar el
tiempo, esperando un momento mas “oportuno”, se quedarán esperando.
"La verdadera división no es
entre conservadores y revolucionarios, sino entre autoritarios y
libertarios".
George Orwell, 1984
Porque no es un tema de si
debimos o no debimos; tampoco se si de este embate la sociedad de ciudadanos
tendrá una victoria segura; se trata entonces de darse cuenta que mientras los
pocos usan la maldad y el dinero para entronizarse en el poder, a costa de la
mayoría, la mayoría tiene la obligación y el derecho de decir ya basta; solo
por eso debemos renovar la esperanza en que nuestros jóvenes resulten
mejor que nosotros.
La Venezuela que atisbo desde aquí,
incompleta, como a través el ojo de una cerradura, se me antoja una tierra de
mujeres y hombres valientes, que reclaman sus derechos, enfrentando
fuerzas desalmadas, ante la indiferencia de sus vecinos regionales, pero con la
fortaleza de estar, como algunos dicen, en el lado correcto de la historia.
De esa Venezuela me declaro ciudadano…
"Nos encontraremos en el lugar
donde no hay oscuridad.”
George Orwell, 1984
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