HUMBERTO NJAIM 23 de marzo de 2014
Vivimos una hora crucial en la que
ocurren acontecimientos extraordinarios que nos obligan a salir de la rutina de
nuestras obligaciones y en que estas se nos antojan más evasiones que deberes.
Estamos obligados a mirar en torno nuestro y tratar de percibir cuáles son las
características de la situación que nos rodea y agobia. Es una situación que
afecta globalmente todo lo que vivimos, lo político, lo económico, lo
social...Veamos algunos aspectos políticos.
Comencemos por el ámbito
internacional. Ya no es posible comprender los acontecimientos políticos
solamente desde lo interno. Prueba de ello es que Venezuela se ha convertido en
el campo de prueba y escenario de batalla decisiva para una tecnología de
dominación y represión ensayada durante más de cincuenta años en una isla del
Caribe. No es necesario que las tanquetas, las ballenas y los equipos
antimotines nos sean generosamente donados por alguna potencia imperial. De eso
se encarga el gobierno con el dinero del petróleo es decir con el dinero de
todos los venezolanos. La tecnología de dominación es necesario para impedir
que el talante pacífico adquirido por la sociedad venezolana desde la
finalización de las guerras civiles no se convierta en obstáculo, que toda
voluntad de transacción sea pervertida para utilizarla como subterfugio de un
proyecto de evidente voluntad de prolongación indefinida en el poder. Solamente
así se puede entender tanta consecuencia implacable, tanto despiadado
despliegue de violencia física. Esa no es nuestra idiosincrasia. Ese es el
fruto de un adoctrinamiento que lleva más de tres lustros pero también
expresión de que nos hemos convertido en baza decisiva de un juego de poder
geopolítico que nos rebasa y del cual somos instrumento.
Al mismo tiempo, sin embargo, la espléndida
vestidura que deleitaba a la izquierda y al progresismo internacional cada vez
se ve más deteriorado, la tela raída,
las costuras reventadas; cada contundente golpe en la represión interna
debilita la imagen internacional del sistema y esto no es pequeña cosa cuando,
con sagacidad que hay que reconocer, se la ha cultivado cuidadosamente. La
plétora de recursos antes disponibles para acopiar respaldos se agota; la misma
procacidad de lenguaje y las decisiones de matonería tan establecidas en lo
interno se vuelven un bumerán en las relaciones internacionales. No se es tan efectivo
en ocultar a la mirada e información externas como puede ocurrir en lo interno.
No se cuenta con el mismo control del sistema de medios y de redes sociales a
los cuales no se puede acallar.
En el ámbito interno es inocultable ya
la farsa institucional que vivimos. Lo revela la detención de dos alcaldes uno
ya procesado y condenado por la Sala Constitucional de Tribunal de Justicia,
convertida en tribunal penal, lo que configura el propasamiento por una
instancia designada de todos los principios de la democracia, máxime de una que
se pretende participativa, y la perfecta sincronización entre los llamados
poderes al convocar de inmediato la elección para sustituirlo. Es inocultable
también que la voluntad de poder omnímodo está conduciendo a una destrucción de
recursos. Bajo este título podríamos agrupar toda una siniestra multitud de
fenómenos que no comprenden sólo los económicos. Me quiero referir a la forma
como se trata a la juventud rebelde, al futuro de la patria. Mis colegas de la
Escuela de Derecho podrán contar todas por las que han tenido que atravesar
para defender a los de esta Universidad y otros más. Es un tema que requeriría
otra Asamblea. En estos momentos no pueden participar aquí porque han tenido
que salir a enfrentar una emergencia relacionada con uno de esos jóvenes. ¿Qué
es lo que se pretende a punta de perdigonazos y procesos judiciales en los que
se viola las reglas más elementales del debido proceso?
¿Qué semillas se están sembrando para
el futuro? ¿Es que se busca acaso una generación de dóciles autómatas
acogotados por el miedo? No, esto no puede ser obra de venezolanos sino de
alguna malévola influencia que se ha incrustado en el alma de quienes así
proceden. Hubiéramos preferido que el sistema se hubiera ganado puntos mostrando
mayor habilidad y no incurriera en tamaña torpeza.
Ante tan desolador panorama es
inevitable la pregunta que nos plantean angustiados los que nos rodean sobre el
qué hacer. Creo que en lo que he descrito se encuentran contenidas vías de
acción. La primera es la acción internacional. Afortunadamente los únicos
actores aquí no son los clubes de estados que se protegen unos a otros. Existe
toda una variedad de organizaciones de la sociedad civil internacional a las
que hay que presentar el caso venezolano y lograr su apoyo, organizaciones de
derechos humanos, estudiantiles, juveniles y de muchos otros tipos. Pero
también hay que actuar inteligentemente respecto de los clubes de Estados: si
quieren proteger a su socio que lo hagan. No importa el gobierno importa el
sistema que lo sustenta y le sirve de base. Es una lucha más profunda contra la
imposición totalitaria, contra el pretender realizar a toda costa y contra
viento y marea un diseño ideológico. Es la exigencia de que se reconozca que
somos una sociedad plural cuya diversidad no puede ser ahogada. Que debe haber
prontamente unas elecciones verdaderamente competitivas en que se establezca la
fuerza real de cada sector y se proceda a un entendimiento auténtico y no una
comedia desde el poder.
Interesa triunfar de manera no
estentórea sino efectiva capaz de crear un orden sostenible. No interesa una
plaza Tahrir con la gente volviendo a sus casas y los factores de poder
siguiendo su curso acostumbrado sino una acción continua atenta y políticamente
responsable. Para ello habrá que ser inteligente y políticamente diestro. Con
acciones que sumen y no que dividan. Sin dejarse absorber completamente por las
cotidianeidades que nos abruman pero sin abandonar los sitios de trabajo y
estudio que deben convertirse en espacios de encuentro y discusión. La vida
sigue su curso implacablemente; a nosotros nos corresponde decidir si la
vivimos constructiva y positivamente o si nos paralizamos por el desánimo o nos
frustramos con acciones estériles. Esta hora está llena de peligros e
incertidumbres pero también es un don que podemos aprovechar para construir una
sociedad mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico