Por Mario Villegas, 23/03/2013
Siempre optimista como suelo ser, albergué muchas esperanzas de que los venezolanos podríamos presenciar un diálogo serio, equitativo, respetuoso, democrático, incluyente, visionario, productivo, ejemplarizante y contagioso entre los factores políticos que actúan en el escenario nacional. Y digo que albergué, porque ya no son tantas las esperanzas que de esa ilusión me quedan.
Creo en el diálogo y la negociación como herramientas para alcanzar soluciones apropiadas, justas, consistentes y duraderas. Por desgracia, en los últimos días vienen ocurriendo hechos deplorables que, deliberadamente o no, obstruyen y reducen al mínimo el camino al diálogo y al elemental entendimiento democrático.
Mi experiencia vital en distintas esferas, especialmente como dirigente sindical que fui, desde las más modestas posiciones como delegado de los trabajadores de un periódico, pasando por la secretaría de trabajo y reclamos y, finamente, la secretaría general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa, me ha demostrado que cuando están en juego intereses colectivos no se deben romper los puentes ni prescindir del diálogo y la interlocución con la contraparte o sus voceros, por muy distantes que sean sus posiciones. Incluso en situaciones muy delicadas, como la presión de los pliegos conflictivos o el extremo recurso de la huelga, siempre será necesario dialogar con los patronos, bien sea en forma bilateral o con la tercería de las autoridades del Trabajo, para procesar las diferencias y definir fórmulas justicieras de arreglo a las controversias. No hacerlo puede conducir a graves equívocos que ponen en riesgo el salario y el empleo de los trabajadores, con nefastas consecuencias sobre sus familias. Otra enseñanza es que jamás será eficiente, ni aplicable integralmente, ni mucho menos duradero, un acuerdo en el que una de las partes imponga totalmente sus intereses a la otra.
Si esto es así en el particular escenario de las relaciones laborales, tanto más lo es cuando están en juego los supremos intereses de todo un país. La suerte de treinta millones de venezolanos depende de la elección que hagan nuestros conductores políticos ante el dilema diálogo o violencia, en el que la opción del diálogo es sinónimo de paz y la opción de la violencia, en sus diversas variantes, es inequívocamente sinónimo de guerra.
Debo admitir que los factores ultrarradicales, tanto en el gobierno como en la oposición, parecen estar ganando los más recientes capítulos en esta historia de idas y venidas por la que atraviesa nuestra actualidad política. Las señales positivas que arrojaron las reuniones celebradas en Miraflores por el presidente Nicolás Maduro, primero con dos gobernadores y la totalidad de alcaldes de la oposición, luego el Consejo Federal de Gobierno, al que acudieron los gobernadores Henrique Capriles, Henri Falcón y Liborio Guarulla, y posteriormente la primera sesión de la Conferencia Nacional por la Paz, se han venido apagando con el recrudecimiento de las hostilidades físicas y verbales en todo el país. La guarimba suicida de sectores extremistas de oposición y la represión brutal desatada por el gobierno, se apoderaron de la calle, dejando un bochornoso saldo de muertos, heridos, detenidos, torturados, procesos judiciales, pérdidas materiales, terror generalizado, odio y desesperanza.
El apresamiento de dos alcaldes opositores, así como la amenaza que pesa sobre otros, lo mismo que el pretendido allanamiento a la inmunidad de una parlamentaria, van justo en la dirección contraria al diálogo que dice querer el presidente Maduro, cuyo verbo post Chávez parece alimentarse ahora del diccionario de las ofensas, las burlas y las malas palabras.
Va también en la dirección contraria, la falta de guáramo que han mostrado algunos liderazgos democráticos de la oposición para enfrentar los chantajes e impedir que ciertas posturas extremistas, evidentemente minoritarias, echen por la borda el inmenso caudal político y social conquistado por la Mesa de la Unidad a base de claridad política, espíritu unitario, sintonía con los sectores populares, clara voluntad democrática y apego pleno a la constitución.
Sea que fracasen o fructifiquen sus esfuerzos, quiero expresar mi más firme y solidario reconocimiento a Henri Falcón, Hiram Gaviria, Jorge Roig, Lorenzo Mendoza, Pedro Pablo Fernández, Leopoldo Puchi, Ricardo Sánchez, Miguel Cochiola, Elisanover Depool y mi hermano Vladimir Villegas, entre otros, quienes vienen apostando y construyendo la vía del diálogo y el entendimiento como fórmula para superar la crisis política, económica y social que estamos viviendo.
Vladimir, por cierto, ha invitado públicamente a la oposición y al gobierno a un “alto al fuego y a la lengua”. Yo agregaría: alto también al chantaje y a la retaliación.
ENTREVISTA
César Solórzano, escritor y ex prisionero de la IV República
“Preso político es preso político, antes y ahora”
-Todavía no lo es. Los desarrollos teóricos que favorecen la tesis capitalista se estancaron y por ello han ido fracasando. En el caso del socialismo, hace falta desarrollar las teorías de alternativa social, económica y especialmente cultural, donde el sujeto individual sea lo esencial como parte de un colectivo.
-¿Qué de común hay entre la “tercera vía”, la tendencia interna que usted lideró en el viejo MAS, y el nuevo chavismo-madurismo que hoy adhiere?
-La “tercera vía” de esa época era una mescolanza que se confundió con trotskismo y otros planteamientos libertarios. En el caso del chavismo-madurismo, yo prefiero hablar de Chávez, que cuadra exactamente con los planteamientos del hombre libre.
-¿A qué tendencia interna pertenece en el chavismo?
-Desde el punto de vista ideológico no pudiera distinguir tendencias en el chavismo, pues en definitiva me oriento por los planteamientos modernos que hizo Chávez a la colectividad universal.
-¿No incurre usted en el culto a la personalidad que antes cuestionaba?
-No puedo negar que existe un culto a la personalidad de Chávez, pero yo lo asumo como un reconocimiento a sus aportes teóricos en cuanto a la libertad del sujeto individual.
-¿Mantiene la misma admiración y respeto que antes hacia sus ex compañeros Pompeyo Márquez y Teodoro Petkoff?
-Ya no los admiro, aunque respeto el camino que escogieron.
-¿Qué reforzaría y qué corregiría en la llamada revolución bolivariana?
-Reforzaría las políticas sociales, culturales, deportivas y de seguridad ciudadana, y me replantearía aspectos de las políticas económicas y de la política exterior.
-¿Qué es lo que más le enorgullece de su hija Delsa, importante dirigente del partido opositor Un Nuevo Tiempo?
-Que ella mantiene su autonomía de decisión y una gran perseverancia.
-¿Qué heredó ella de usted?
-La obstinación en el trabajo y en el ejercicio de la vida.
-¿La polarización política ha afectado su relación familiar?
-Nosotros nos seguimos queriendo igual.
-¿Considera que Hugo Chávez unificó o dividió a las familias venezolanas?
-Chávez quiso unir a las familias en el amor a la patria.
-¿Qué le dejó su experiencia diplomática de ocho años en España en el segundo gobierno de Rafael Caldera?
-Mi incondicionalidad a Venezuela.
-¿Satisfecho con el modo como el chavismo ha actuado frente a la corrupción administrativa?
-No.
-¿A qué sectores de la Mesa de la Unidad y de la oposición en general considera comprometidos con la constitución y la democracia?
-A la inmensa mayoría.
-¿Cuándo se justifica una guarimba o una acción violenta?
-Nunca, salvo la que utilizábamos cuando éramos muchachos y jugábamos la “ere”.
-¿Reprueba o disfruta la represión policial y militar contra las protestas opositoras?
-Nunca estaré de acuerdo con ninguna represión, y lo digo con la fuerza que me da haber sido víctima de represiones anteriores.
-¿Usted, que estuvo encarcelado 13 años por causas políticas, qué diferencias encuentra entre un preso político de la llamada Cuarta República y uno de la Quinta?
-Preso político es preso político antes y ahora, con la diferencia de que ayer nos torturaban y hoy reciben tratamiento conforme a la ley los derechos humanos.
El papá chavista de Delsa Solórzano
“Delsa heredó de mí la obstinación en el trabajo y el ejercicio de vida. Me enorgullece su autonomía de decisión y su gran perseverancia. Pese a las diferencias políticas, nos seguimos queriendo igual”
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