Carlos Raúl Hernández 29 de febrero de 2016
Venezuela
vive una situación extrema, una devastación que se profundiza hora a hora y de
tremebundas prospectivas (¿predecibles?). En circunstancias tales, los seres
humanos reaccionan con instintos, las pasiones se derraman, el odio y el temor
predominan, marcan y envenenan la vida social. Destruyen la solidaridad, el
respeto elemental de la convivencia y mucha gente se convierte en clon
lenguaraz del espíritu revolucionario. En los mejores casos el odio se expresa
con palabras, pero en otros con crímenes atroces. La vida sedesciviliza,
predomina la agresión animal, y en ese regreso se reclama a los líderes con voz
airada soluciones “rápidas”, “radicales”, propias de lo irracional y del estado
de necesidad. Cuántas veces oímos que “este es un pueblo pasivo porque no hay
una explosión social”, añoranza de los saqueos y matanzas del 27-28F.
Es la
pérdida del sentido de la realidad, el caballo desbocado en parte de la
ciudadanía. La desesperación mayor es de los sectores medios que imaginan saber
lo que hay que hacer, generalmente inconveniencias y errores que -según
pretenden- los líderes deberían asumir como bandera.
Si no
lo hacen, serán verdugos verbales y se dedicarán a desacreditar a los
dirigentes como ocurrió varias veces en esta larga historia de diecisiete años.
Hasta ayer (¿hoy?) acusaban de colaboradores a los que consideraban que
abstenerse era una extravagancia, y enfangaron la oposición a placer cuando
nombró su miembro del CNE en diciembre 2014. Y a fecha de hoy por mucho que a
los duros les suene música de ángeles, la proliferación de salidas políticas
inejecutables -cada uno tira su serpentina- comienza a abonar en escepticismo y
sensación de galleta mental.
Pajarracos negros
Que
los pajarracos negros hablen mal de la Unidad es moneda de plomo, vale poco,
como se demostró el 6D. Es un sin sentido condicionar estrategias abloggeros
que dedican sus vidas pthirus a ello, para luego, al verse en ridículo, cambiar
de posición sin dar explicaciones. Eso no importa. Lo que sí importa es que los
dirigentes no se dejen llevar por la inundación, no sucumban a los exabruptos
de las gradas, no giren en el remolino junto con automóviles, árboles, ganado y
todo lo demás que arrastra la corriente. El caos mental se traslada de los
líderes a las militancias y se hace masivo. Gente hasta hace poco cuerda,
comienza a actuar como Don Quijote. La historia es que cada vez que la ansiedad
se convierte en decisión política, la alternativa democrática se estrella. Si
no hubiera sido por el paro, la secuela del 11 abril y la patinada titánica de
la abstención-retiro 2005, estaríamos lejos de vivir esta pesadilla.
El
país se ahoga en un deslave económico y social con el subsecuente espantajo de
inestabilidad. Mientras los tres factores de poder no hablen, las propuestas
constitucionales para cambiar el cuadro harán escala con o sin razón jurídica,
en el TSJ. Y si fuera posible materializar alguna de ellas, o todas al mismo
tiempo (¡) –deus ex machina– no sería antes de la elección de gobernadores.
Valdría
continuar el proceso de acumulación de poder hacia las regionales y dejar
marinando el impeachment que seguramente se autococinará en limón. En Etica
Nicomaquea, Aristóteles dice que la prudencia, la sabiduría práctica es, con
lejos, el factor más importante para la felicidad, porque enseña cuándo cuidar
lo que se tiene y cuándo correr riesgos para vencer y mejorarlo…porque estamos
sometidos a fuerzas fuera de nuestro control… el prudente decide gracias a la
intuición cómo proceder correctamente, de acuerdo con las circunstancias…
¡Moverse con acierto!
… (la
prudencia) es el tino para moverse con acierto y eso supone entender al otro,
leer sus intenciones, comprender su situación. La racionalidad prudencial
permite racionalizar lo irracional de nuestra acción, domesticarla. Uno debe
lograr… que los deseos y la sensibilidad no obstaculicen la conquista de los
fines, la incontinencia es lo que no deja controlar las pasiones y ellas
arrollan, mientras la continencia da la fuerza (EN)… para torcerle el pescuezo
a las emociones, dominarlas, e impedir que lleven al fracaso. Hay que trabajar
en los planes pero el éxito depende en gran medida de factores externos que no
controlamos. La prudencia es la hija legítima de la intuición y la razón
práctica que indican “cuando afuera corre viento adverso y se debe reconocer la
situación… ” y proteger la fuerza para el momento indicado. Quien desestima la
prudencia tiene altas posibilidades de fracasar y no alcanzar los objetivos.
Es
momento de llamar a la calle, pero no en ese sentido cusurro, como perturbación
del orden público. La calle es crear un movimientos nacional, hacer participar
masivamente las organizaciones sociales, gremios, profesionales, empresariales,
trabajadores, en todos los rincones del país, en el análisis de las
alternativas para salir de la crisis y las propuestas a los varios niveles de
Gobierno. Es notorio el sistemático y terco trabajo, por ejemplo, de la
diputada Laidy Gómez en una zona tan delicada como el borde tachirense, su
denuncia de las atrocidades producto del cierre fronterizo, su contacto diario
con la ciudadanía de la región. Así hay muchos parlamentarios en acción de
calle, en el buen sentido de la palabra.
Carlos
Raúl Hernández
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