Papa Francisco 26 de agosto de 2017
"Al
pasar por las tormentas que pueden llegar a ser los momentos difíciles en la
vida, los cristianos deben aferrarse a Cristo y no a la falsa
sensación de seguridad que ofrecen los médiums o adivinos", así se expresó
el Papa Francisco antes de recitar el Ángelus el 13 de agosto.
Hablando
a los peregrinos, el Santo Padre habló sobre el pasaje evangélico del día, que
relataba la historia de Jesús caminando sobre el agua:
Jesús
le dice a San Pedro que venga a él, pero su falta de fe al
caminar sobre el agua hacia Jesús durante una tormenta lo lleva a hundirse
lentamente en el mar.
Los
cristianos de hoy también pueden dudar de la seguridad de la presencia
de Cristo al confrontar las turbulentas y hostiles aguas de la vida.
Cuando
no nos aferramos a la palabra del Señor, sino que consultamos a los horóscopos
o a adivinos para tener más seguridad, empezamos a hundirnos.
Reflexionando
sobre la fe.
Aunque
la mayoría de los romanos escapan de la ciudad durante el verano, cientos de
peregrinos todavía se dirigían a la Plaza de San Pedro, agitando banderas
mientras aplaudían fuertemente cuando el Papa apareció en la ventana del
Palacio Apostólico.
El
Papa Francisco dijo que la lectura del Evangelio dominical invita a todos los
cristianos a reflexionar sobre su fe como
individuos y como comunidad eclesial, hasta la fe de todos los reunidos en la
plaza:
La
petición de San Pedro de que Jesús lo llamara, su momento de duda y su
posterior clamor por Jesús para salvarlo se asemeja a nuestro deseo de
sentirnos cerca del Señor, pero también el miedo y la angustia que
acompaña a los momentos más difíciles de nuestra vida y de nuestras
comunidades, marcadas por la fragilidad interna y la dificultad externa.
La fe
da seguridad de la presencia de Cristo.
Este
Evangelio nos recuerda que la fe en el Señor y en su palabra no abre un camino
donde todo es fácil y tranquilo, no espanta las tormentas de la vida.
La fe
nos da la seguridad de una presencia, la presencia de Jesús, que
nos empuja a superar las tormentas existenciales, y la seguridad de una mano
que nos agarra para ayudarnos a enfrentar las dificultades, mostrándonos el
camino incluso cuando está oscuro.
La
imagen del barco en aguas turbulentas también puede representar a la Iglesia,
que a lo largo de la historia ha enfrentado tormentas que amenazan con
derribarla.
Lo que
salva a la Iglesia no es el coraje ni la calidad de sus miembros, sino la fe
en Cristo y su palabra. En resumen, la fe no es un escape de los problemas,
es lo que nos sostiene a lo largo del camino y lo que le da sentido a
nuestras vidas.
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