Por Simón García
Los hechos han colocado la
lucha en el terreno electoral. Ello se corresponde con uno de los cuatro
atributos de la estrategia de la MUD. Y cumple, aunque parcialmente, una de las
exigencias que ella ha planteado y que el régimen ha bloqueado.
Está más que probada la fobia
estructural de la dictadura a las elecciones. Negó el referendo y la propia
elección de gobernadores. Ahora se las traga, aunque las obstaculizará, para
suavizar las presiones internacionales.
La democracia es agresivamente
bloqueada por un grupo que se apoderó del Estado para imponer la dominación, no
de un proyecto político, sino de una maraña de intereses que abarca desde el
plan de esclavización comunista de la sociedad hasta negociados perseguidos por
la justicia internacional.
El país soporta una doble
represión. La policial, destinada a liquidar la resistencia de la sociedad a la
pretensión de constitucionalizar la dictadura, a la que han incorporado formas
novedosas y sofisticadas de inteligencia. Y la social, expresada en políticas
que crean empobrecimiento, hambre, inseguridad, confusión y pérdida de
esperanzas ante el cúmulo de problemas cotidianos programados para precarizar
la vida cotidiana.
La consolidación del poder
dictatorial se basa en algo más que las bayonetas. Se apoya en una fuerza más
sutil y poderosa que ha mantenido a parte importante de la población mirando
desde la barrera. La servidumbre ideológica.
Existe, además, un conjunto de
factores, vigas en nuestros ojos, en forma de carencias, limitaciones y errores
atribuibles a una vanguardia que ha mostrado logros y coraje, pero que ha
comenzado a suscitar dudas acerca de algunos de sus desempeños, La última,
respecto a su imposibilidad para construir consensos regionales.
Pero no es tiempo de cernir esa harina. Ahora hay que impedir que el gobierno ocupe al nivel regional del poder y afiance una hegemonía que posteriormente será más difícil combatir.
La participación electoral
permite continuar la lucha contra la extensión del totalitarismo e intentar
ganar para esa batalla a sectores sociales, altos y populares, que no ven a la
MUD como el eje de una alternativa confiable para salir de la crisis y para
reunificar el país a partir de la coexistencia entre proyectos políticos
rivales. En esa opción hay que admitir llegar a una negociación hacia la
democratización, la aplicación de medidas urgentes contra el hambre y la
libertad de los presos políticos.
Las promesas ilusorias para
derrocar a Maduro y la invocación de medios fantasiosos lo han atornillado. El
énfasis absoluto en lo político ha excluido la atención concreta al
empobrecimiento general, la inflación y el hambre, que se han convertido en
temas para un después que nunca llega. Se ignora que asumir estos aspectos de
la crisis es condición para romper las cadenas de opresión política.
La abstención legitima al
régimen. El voto lo niega, lo debilita y lo frena. Es una estrategia de
rebeldía cívica que no tiene una pisca de consentimiento, primer fundamento de
toda legitimación, y que si puede propinarle una derrota efectiva y de alto
alcance a Maduro y su cúpula.
25-08-17
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