Por Gisela Kozak Rovero
I
Oír a Ramón Muchacho, alcalde
depuesto del Municipio Chacao en el exilio, declarar a la cadena televisiva CNN
que hoy es imposible una salida democrática en Venezuela no hace más que
subrayar lo que firmes partidarios de la unidad opositora, como quien esto
escribe, hemos observado con alarma desde que ganamos las elecciones
parlamentarias del 2015. Aunque alcanzamos la mayoría de las diputaciones no
pudimos defender tal mayoría ni convertirla en poder efectivo en la ruta para
sacar por los votos al gobierno que hoy en día compite con los más tiránicos
del planeta. La MUD, siendo poco más que una plataforma electoral, convenció al
mundo de la naturaleza no democrática del régimen porque se mantuvo en la ruta
electoral, movilizó a millones de personas en la búsqueda de la salida menos
traumática posible y logró arrebatarle votos al chavismo. Se trata de una obra
titánica, pero lamentablemente no ha logrado ese milagro político que es
convertir las condiciones actuales, tan desfavorables a la tiranía desde una
perspectiva racional, en la oportunidad propicia para hacerse con el poder: la
MUD convence pero no vence. Quienes están fuera de la MUD, como ahora VENTE, el
partido de María Corina Machado, tampoco. No tienen la fuerza para hacerlo.
II
¿Por qué no logramos vencer?,
nos preguntamos los opositores de a pie. ¿Será que el diagnóstico de la
enfermedad no encuentra el remedio adecuado? María Corina Machado, muy
denostada en estos momentos, hace el diagnóstico correcto aunque hasta hora no
ofrece el remedio capaz de articular las voluntades opositoras: en Venezuela se
ha conformado un régimen totalitario, una secta alimentada de narcotráfico, petróleo
y corrupción que jura estar dispuesta a salvar a la patria de las garras del
imperialismo, al pueblo de los desmanes de la burguesía y a la oposición de sí
misma a través de su reducción a mera comparsa del régimen. Este lenguaje
dramático y ampuloso es propio de estas sectas persuadidas de su papel redentor
en el mundo: son fanáticos sedientos de poder que no paran de trabajar y
maquinar en ningún momento. Se parecen a los matones del ejército islámico,
capaces de los peores crímenes pero rebosantes de intenciones megalómanas que
involucran el destino mismo de la humanidad. La perdurabilidad de semejante
proyecto podría ser puesta seriamente en duda por las circunstancias
internacionales, la crisis económica y las divisiones dentro del oficialismo,
pero ciertamente hay tiranías que han continuado largo tiempo en situaciones
muy adversas, sobre todo si Rusia y China están detrás.
III
Analistas reconocidos como
Américo Martín, Ángel Oropeza, Elías Pino, Fernando Mires y Colette Capriles
insisten en que quienes tenemos dudas sobre continuar en la lucha electoral no
entendemos que es el único camino posible dada la naturaleza misma de la MUD,
una coalición democrática y desarmada cuyas mayores virtudes residen en
definirse de este modo, sobre todo de cara al mundo. Las noticias de los
periódicos internacionales sobre Venezuela subrayan, en cambio, que el régimen
se consolida en su vocación tiránica. Poco se gana con señalar severamente como
divisionistas y servidores inconscientes del chavismo a quienes pensamos que
poner esperanzas en elecciones, después de lo ocurrido con la Asamblea
Nacional, es equivalente a abrir una tienda todos los días en la que nadie
compra: no perdamos la disciplina para que la vida tenga sentido. Puede que la
oposición se empeñe en asistir a las elecciones regionales a falta de algo
mejor que hacer —la resistencia clandestina requiere un esfuerzo, dinero y
tiempo que no puede medirse con facilidad—, pero me imagino que nuestros
aliados internacionales no deben entender muy bien lo que ocurre. Es evidente
que la correlación de poder actual en el país no sufrirá modificaciones por
unas elecciones que el gobierno no perderá porque hará lo mismo que hizo con el
referéndum revocatorio y la Asamblea Nacional: evitar la victoria o desconocerla.
El razonamiento de que así se moviliza a la gente y se anima al desanimado
contempla a las personas como extras de televisión o de cine: se les convoca
para cumplir con una ficción de ejercicio democrático que no servirá para darle
un vuelco a la situación. Repito, hasta el 2015 fui firme partidaria de luchar
por ganar las elecciones, pero al ganarlas y no poder defenderlas era evidente
que tal forma de lucha ya no tiene sentido.
IV
Es necesario poner en cuestión
los tantos lugares comunes que gente por demás respetable e inteligente han
puesto a circular en el mundo político nacional. Es mentira que todas los
gobiernos autoritarios salen con votos: unos cuantos han salido a tiros como
fue el caso de Pol Pot en Camboya, Hitler en Alemania, Somoza en Nicaragua y
Batista en Cuba; Pinochet salió porque el alto mando militar chileno no lo
respaldó en su intento de desconocer la voluntad popular, en cambio Maduro no
ha caído porque para las Fuerzas Armadas el clamor ciudadano no tiene ninguna
importancia; Ceaucescu en Rumania fue ajusticiado; Noriega en Panamá salió de
la presidencia por una invasión norteamericana, solución que no tiene respaldo
en la región ni en la MUD tanto por pruritos sobre la soberanía nacional como
por el temor, justificado, de una Siria en Suramérica. En cuanto a los ejemplos
de Sudáfrica, Polonia y la Unión Soviética, en Venezuela no existen líderes
oficialistas en el pináculo del poder que propicien la transición como fueron
Jaruzelski, De Klerk y Gorbachov, respectivamente. Aunque la división en el
seno del oficialismo es evidente, no alcanza todavía a posiciones clave que
puedan inclinar la balanza a favor de la transición democrática. Por último, la
MUD no ha podido paralizar la administración pública, los servicios y las empresas
básicas como sí logró hacerlo el sindicato Solidaridad en Polonia; de hecho la
rebelión popular del primer semestre de este año se agotó en medio de la
represión y el sinsentido de seguir participando en protestas que aunque
hundieron al gobierno internacionalmente no evitaron la paralización de la
Asamblea Nacional Tiránica.
V
La MUD corre el peligro de
volverse inocua, pero puede eludirlo si sabe aprovechar dos de sus fortalezas:
el apoyo popular y el justo temor de las democracias de la región de darle alas
a los totalitarios de sus propios países. Es la hora de los líderes con visión
histórica, no de las recetas de autoayuda de los bienintencionados, de los
analistas que juraron por su madre que habría referéndum revocatorio y de los
políticos que tratan de justificarse en victorias que no significan poder real.
Si bien la unidad opositora es indispensable, la misma no puede reducirse a la
MUD y a la estrategia electoral; si hubiese militares, civiles y políticos de
la MUD con una misma hoja de ruta alternativa a unas elecciones que no
significan el poder tal vez valdría la pena planteárselo. En lugar de regalar
esperanza toca insuflar valentía, la cual no está por cierto asociada a ese
derroche de testosterona que es Oscar Pérez, el ex-CICPC amante del cine, ni
tampoco a esos militares con lenguaje evangélico que se creen la mano de dios y
no hacen alianzas con políticos. Las escaramuzas de los militares imbuidos de
un patriotismo bobo es una de las tantas miasmas del pantano ideológico del
chavismo.
La valentía es contradecir y
lanzarse al abismo cuando es necesario; es tener también cabeza fría y cálculo
político e intelectual, el arma que nos queda cuando no sabemos qué camino
tomar para salir de nuestra tragedia lo más pronto posible. Solo una muy fuerte
presión externa hará ceder al gobierno por medio de sanciones que le impidan
los apoyos económicos y militares que necesita; solos no podemos lograr que la
oligarquía roja negocie su salida del poder y una transición democrática.
Tristemente, el destino de Venezuela no depende solo de su gente, pero no por
cuenta del imperialismo yankee, como piensan la izquierda ciega o la izquierda
autoritaria que todavía cree en el madurismo, sino por culpa de una tiranía que
pretende convertirnos en espectros de ciudadanos.
24-08-17
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