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martes, 29 de agosto de 2017

Y la culpa es de…., por @OmarVillalbaG



Omar Villalba 28 de agosto de 2017

No, esta vez la culpa no es de la vaca; entonces ¿Quién es el culpable esta vez? Esta interrogante tiene una respuesta interesante, pero primero hay que dar las razones, para llegar al meollo de la pregunta. Y todo inicia así: este viernes el gobierno de Estados Unidos de América ha decidido, después de muchas acciones selectivas y amenazas, sancionar a Venezuela. Así de sencillo, con una orden ejecutiva firmada por el Presidente Donald Trump, la nación del norte le ha dado un golpe contundente al bolsillo de la República Bolivariana de Venezuela.

¿En qué consisten estas sanciones? Pues de acuerdo a lo expuesto por el Departamento del Tesoro Estadounidense, las imposiciones son las siguientes:

1. Prohibieron todas las transacciones relacionadas con provisión de financiamiento de parte de cualquier ciudadano estadounidense para nuevas deudas con vencimiento superior a 90 días de PDVSA.
2. Renegociación o emisión de nuevas deudas con vencimiento superior a 30 días con el Gobierno de Venezuela. Dicho de otra forma, no pueden revisarse los bonos emitidos por el Gobierno venezolano antes de la fecha de la orden.
3. Realizar pagos de dividendos u otras distribuciones de beneficios al Gobierno de Venezuela o cualquier entidad controlada, directa o indirectamente por este.
4. La compra, directa o indirecta, por una persona u organización dentro de los Estados Unidos, de valores del Gobierno venezolano, con excepción de los valores que califiquen como deudas con un vencimiento menor o igual a 90 o 30 días.

Estas sanciones, tienen también una cláusula de desahogo para el pueblo venezolano, pues el gobierno estadounidense ofrece ciertas concesiones, siempre y cuando el dinero adquirido tenga como finalidad la compra de medicamentos y materiales para la agricultura o generación de alimentos. En caso contrario, no hay peros que valgan, el gobierno no puede hacer negocio con entidades privadas estadounidense.

Con estas medidas, el presidente Donald Trump ha golpeado a la revolución donde verdaderamente le duele: el bolsillo. Y el impacto tiene cola, pues esto ha puesto la reputación de Venezuela en la mira, y es muy probable que otras entidades fuera de Estados Unidos, decidan —por miedo a ser sancionados por el país del norte— no realizar negocios con Venezuela, lo cual cerraría el cerco de una forma asombrosa. Con esta red, el gobierno está restringido.

Algunos dirán que esto nos arroja a los brazos del Gran Oso Ruso, o del Dragón chino, pero lo cierto es que: aquella vía de escape, lejos de ser el salvavidas que el gobierno necesita, es en realidad un nuevo yugo. Cambiamos una yunta de buey, por otra. No conforme con eso, es perentorio aclarar que la situación económica por la cual transita Rusia no es fácil, tienen problemas económicos y geopolíticos muy importantes (entiéndase Ucrania y Siria) y en cuanto a China, ya ellos nos dieron hace muchos unos reales, que nosotros gastamos y pagaríamos con petróleo. Así que el pueblo Mao, no le va a interesar como conseguiremos el dinero, sino que le paguemos. Tal vez, con mucha grandilocuencia, digan que apoyaran a Venezuela, pero por debajo de cuerda vendrán a cobrar sus reales, porque los chinos son así: pragmáticos, por algo su cultura tiene miles de años y ha sobrevivido al comunismo estalinista. Amigos, no son de nadie; para ello, todos son socios.

Hecho este análisis, debemos aterrizar en nuestro país, que es lo que de verdad nos interesa. Con todo este problema armado y a punto de explotar uno esperaría que cualquier gobierno decente, con dedos de frentes, comenzara a aplicar medidas para paliar la situación actual y la que vendrá. Se prepararán para esta tormenta, que en realidad era crónica de una muerte anunciada —fue avisado varias semanas antes de que se llevara a cabo las elecciones de la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente— pues las sanciones venían aumentando paulatinamente, y el presidente Trump mandó a su segundo a darse un paseíto por la región para ver cómo estaba el ambiente y decidir que se iba a hacer. En palabras aún más sencilla, lo que venía se estaba cocinando con tranquilidad, los rojos rojitos tuvieron muchas oportunidades de rectificar o, al menos, ajustar su comportamiento para evitar el chaparrón que se avizoraba. Pero, nadie aprende en cabeza ajena.

La sanción del presidente Trump le explota el pueblo venezolano en el rostro, quienes serán los verdaderos receptores de este golpe económico. Y frente a esta situación ¿qué es lo primero que hace el gobierno? Lo de siempre, siguiendo el los 11 principios de la propaganda nazi de Goebbels, le echan la culpa a la oposición ¿Quién más tendría que ser culpable que esa oposición de “derecha y apátrida”una derecha que no dudó en hacer cabildeo en el Imperio y le quemó el peluquín a Trump, disuadiéndolo de usar la fuerza militar y obligándolo a sancionar a Venezuela. Así pues, los demócratas son los culpables, Henry Ramos Allup y Julio Borges, los hombres más poderosos en el hemisferio occidental. ¡Asombrosos esos líderes opositores! Esos hombres dignos que han decidido liberar por las malas a Venezuela, en vez de usar ese ascendiente sobre el presidente anglosajón y gobernar a EE.UU. que le hace falta orden, o tratar de salvar a Siria o Libia, han decido ayudar a su patria, a la cañona, pero han decidido ayudar (antes que se diga algo es sarcasmo lo escrito)

Lo cierto es que estas sanciones son culpa de la bandita de malhechores que gobierna este país, que siempre respondieron con prepotencia, vanagloria, burlas y amenazas vacías —y sin sentido— las advertencias que toda la Comunidad Internacional les hizo. También hicieron oídos sordos a todos los llamados a retomar el diálogo proveniente de naciones de la región y fuera de ellas. Muchas fueron las señales de humo que se mandaron a los rojos rojitos, pero con la ceguera y prepotencia que les caracteriza desde siempre se hicieron los locos. Y, ahora que el agua les ha llegado al cuello, deciden que los otros son los culpables.

Y, es propio de los totalitarios y quienes se han leído por encima los verdaderos postulados de la izquierda, de aquellos que traicionaron los postulados iniciales del socialismo en pro de la visión estalinista, el buscar conspiraciones y culpables fuera de su círculo; porque ellos, como los Papas y reyes de antaño son infalibles, justos, correctos, impolutos y virginales. Y por esas cualidades nunca se equivocan. Cuando todo falla, no puede ser de otra forma: el enemigo exógeno y los apátridas son los culpables.

Ahora, nuestro presidente en vez de salir a hablar en cadena y decir de antemano que cuenta con una serie de jugadas que salvará al país, ha dado un montón de excusas estúpidas, contó varias anécdotas —que no vienen al caso y son un burdo intento de emular las formulas del finado ex presidente Chávez— y culpó a todos aquellos que les adversan de promover estas sanciones, cuando los verdaderos culpables son ellos.

No me agradan estas sanciones, porque al final del día somos todos quienes pagamos la vajilla rota. Otros comieron cochino, langosta, filete Wellington, caviar y bebieron vino, y nosotros debemos correr con la cuenta. Y, de verdad, no es justo.

Ahora, el venezolano deberá apretarse el cinturón, porque van a pasar dos cosas: 

1) Harán un juicio con mucha grandilocuencia —como hicieron muchas veces los nazis, por lo tanto cualquier parecido es pura coincidencia— buscarán sus culpables y luego se harán los locos y buscaran la forma de salvarse 
2)  A nivel de discurso, eso es de la boca para fuera, comenzaran a aplicar algunas de las exigencias que la MUD les ha hecho todo este tiempo, como puede ser la apertura de un Canal Humanitario. Pero, esta vez dirán que la idea es suya, le pondrán un nombre rebuscado, como por ejemplo: el Canal Zamorano de asistencias humanitaria solidarias, para el pueblo leal de la patria de Bolívar. Se darán palmaditas en las espaldas entre ellos —mientras que tras bambalinas harán negocios turbios o nada en el peor de los casos— y dirán que el problema está resuelto. Lo que diga el resto del país y el mundo es pura demagogia de la derecha, por lo tanto mentira.

Parece salido de un relato de terror y ciencia ficción, de una mente calenturienta, pero tiene muchas posibilidades de volverse real. Lo cierto que el sufrimiento al que se enfrenta el pueblo venezolano no será fácil, ninguno de nosotros deseaba eso. Todos queremos una patria democrática, noble y poderosa que sea referente a cosas buenas, pero lo cierto es que ha pasado lo contrario.

Pero como reza el dicho: al mal tiempo, buena cara. Y en estos momentos es cuando debemos mostrar nuestra valía como pueblo. Demostrarles a los rojos que podemos ser solidarios entre nosotros, que no tenemos penas y problema alguno con trabajar y lastimar nuestras manos. Porque el trabajo y austeridad son las marcas de los grandes hombres y mujeres; de la verdadera gente noble que decide ir construyendo sus vidas pasó a paso, en vez de valerse de caminos verdes y sendas fáciles.

Ahora es que cuando debemos ser más solidarios entre nosotros, mientras que la dirigencia debe prepararse porque las condiciones para el cambio parecieran propicias. Pero, también es el momento para estar atento y andarse con pies de plomos, porque los cobardes cuando están contras las cuerdas, es cuando se vuelven más impredecible y peligroso.

Como el proverbial Chacumbele, ellos solo se están matando. Nosotros no debemos alegrarnos, pues al final del día sufre nuestro pueblo. Deploro esa actitud, lo digo de antemano y con responsabilidad. Los demócratas, debemos prepararnos, para que todos en conjuntos seamos capaces de capear la tormenta que se aviene sobre nosotros, y salir bien parados y engrandecidos de este trago tan amargo.

Prediquemos con el ejemplo, demos más de lo que se nos exigen. No bailemos al son que los rojos nos tocan, sino que luchemos en pro del gran objetivo: un nuevo tiempo para una nueva Venezuela. Una que sea de verdad para todos.

Omar Villalba

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