Por Carolina Gómez-Ávila
Con frecuencia confundimos
desorientación con abatimiento. Lo primero sucede cuando interrumpimos
súbitamente una tarea cuyo objetivo nos obsesiona, sobre todo si la
desesperación nos impulsa a aumentar su frecuencia e intensidad, aunque nos
lleve al desenfreno. Lo segundo, sucede cuando no se tiene un objetivo.
Los líderes de la MUD,
convocantes de estas prolongadas y exitosas protestas, no han sido efectivos en
difundir lo que logramos ni el ánimo que debe asociársele: 44 países han
desconocido de manera categórica a la írrita ANC y lo que de ella derive. ¡Y
qué países! Auténticas potencias mundiales y casi todos los de la región. Más:
todo el orbe está pendiente de lo que nos sucede. ¡Eso lo hicimos nosotros
legitimando a nuestros convocantes! Junto a nuestros líderes, en las calles,
logramos que el planeta volteara a ver nuestro horror y se sintiera en la
obligación de tomar partido. ¡Y tomaron partido! ¡Por nosotros!
No acepto la perversidad de
contabilizar el número de asesinados y compararlo con este logro, porque no se
trató de realizar sacrificios humanos a cambio de apoyo, ¡no! Sucedió que
protestamos ante unos criminales armados que dispararon a matar y mataron. Y
las víctimas mortales de la dictadura merecen el respeto de no ser parte de
cálculos, ni de propaganda con fines políticos, ni de venta de souvenirs.
La tribulación que me ha
producido cada vida segada es un doloroso recordatorio de mi compromiso con la
restitución de la República y -para sus fines- con el rescate de la democracia.
Nadie va a lograr confundirme sobre cómo lograrlo, porque las líneas básicas
están previstas; la humanidad ha puesto a prueba, por siglos, los valores
republicanos fundamentales a los cuales me adhiero -no desde hoy, sino desde
que me fueron inculcados siendo niña- puesto que tuve la dicha de que el
sistema educativo se ocupó de formarme republicana y civilista. Y esa es la
brújula que evita la desorientación.
Con ella en mano consideré un
error, a pesar de que pudiera entender las razones tácticas, que la MUD no organizara
brigadas de orden y de vigilancia de terreno durante las manifestaciones. Con
ella en mano, hoy la aplaudo por el gigantesco avance producto de esas mismas
manifestaciones. Y con ella en mano, considero que la transición a esta nueva e
importante fase de resistencia no ha sido tan diestramente guiada como aquella.
Noto que también nuestros líderes se han desorientado y no nos han propuesto un
quehacer efectivo que nos mantenga activos y a salvo, mientras aportamos a la
causa común.
En mi agenda está marcado el
10 de septiembre como fecha de especialísima participación porque entiendo
estas primarias -y unas eventuales elecciones de gobernadores- de manera muy
distinta a todos los eventos electorales anteriores. Este proceso electoral no
es un ejercicio democrático natural en el devenir republicano. En esta
oportunidad se trata de un acto de rebeldía, una protesta, una forma cívica de
insurrección ante la dictadura que nos reta -cínica- con un proceso que de
ninguna forma limpia podría ganar. ¡El mundo debe verlo! 44 países son
bastantes, pero no son todos. Esto nos ayudará a sumar apoyos que se
convertirán en nuevas acciones de presión para obligar a la dictadura a
desalojar el poder.
Pero hay un trabajo de
resistencia ciudadana por hacer que consiste en aprender a informarse, a
filtrar el contenido propagandístico, a verificar y a difundir información de
utilidad en nuestro entorno. También implica investigar cómo han sido las
transiciones pacíficas de dictaduras a democracias, hacerse de argumentos para
desmontar los lugares comunes falaces (como “dictadura no sale con votos”) y
aprender a ponderar los riesgos a los que estamos expuestos. Es nuestro trabajo
convertirnos en multiplicadores, estrictamente ceñidos a la ley y tomando en
cuenta que nuestra más que justificada indignación, será utilizada por la
antipolítica que planea que esta dictadura sea sustituida por otra.
Entiendo que sienta
desorientación pero no confunda eso con abatimiento. Es posible que usted no
sepa bien qué hacer, pero los motivos por los cuales salimos a la calle durante
meses siguen presentes y deben convertirse en acciones de mucha utilidad.
Quebrar a la dictadura también pasa por abrir los ojos a nuestros iguales no
sobre el qué, sino sobre el cómo. Y eso es algo que sólo podemos hacer
nosotros.
26-08-17
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