Por Miguel Matos S.J.
La actualidad social y
política de nuestro país se mueve en una serie muy variada de escenarios. Las
mentes más inquietas, ya para este momento, no se atreven a prometer desenlaces
automáticos dados la versatilidad de los acontecimientos. Vamos a suponer, un
poco arbitrariamente, que son tres los desenlaces más posibles.
Primer desenlace
posible: Para este desenlace una referencia innegable lo constituye
el estado de incertidumbre que está viviéndose hoy en la población
oposicionista. Se empieza a considerar en estos ambientes, tanto en los
líderes como en la gente común, que la estrategia de la presión en las calles a
base de los trancazos y guarimbas se agotó, terminó por cansar a los
convocables y dejó las cosas casi igual que como estaban antes. Esto no debe
extrañar dada la desproporción de recursos con los que cuentan los dos polos
que se enfrentan. Esto hace que cualquier evento de protesta deje una estela de
muertos, heridos y detenidos víctimas de un tratamiento más que degradante.
Nadie quiere vivir exponiéndose por tanto tiempo a estas posibilidades.
Por parte del Gobierno resulta
sorpresivo el hecho de que todo el rechazo nacional e internacional
no sirve de disuasivo para atenuar su comportamiento dictatorial. El Gobierno
se comporta como si contara con un apoyo significativo en el seno de la
población. En vez de disminuir su prepotencia y arbitrariedad, los gestos de
rechazo nacional e internacional son respondidos con más abuso de autoridad,
más crueldad, con más represión, más triquiñuelas, más vicios, más
deshonestidad, más cinismo, más desprecio a la institucionalidad. La Asamblea
Constituyente, a la gravedad de su imposición fraudulenta, ha agregado un
record de actuaciones inconstitucionales.
Por parte de las mayorías más
empobrecidas del país, el cinismo y la mediocridad de las estrategias del
Gobierno para resolver los problemas más agudos, está teniendo como
efecto un objetivo muy preciado para un poder autoritario como es la
resignación, la impotencia, el acostumbrarse a sobrevivir en las condiciones
más inhumanas, la inercia, el dejarse ganar para las limosnas, la incapacidad
de una coherente reacción de protesta.
El Gobierno luce “atornillado”
y en eso tienen una responsabilidad inexcusable los altos mandos de las Fuerzas
Armadas. Y siendo, como son, tan penalizables los hechos de corrupción
que pesan sobre los prontuarios del alto estamento militar, están dispuestos a
seguir incondicionalmente apoyando al régimen.
Una variable de este escenario
sería el estallido social, una guerra civil. En este escenario los sujetos
serían fundamentalmente ciudadanos civiles de diversos sectores enfrentados
entre sí hasta que el Gobierno lance a las Fuerzas Armadas a reprimir
violentamente. Al final habríamos perdido todos de la manera más fatal.
Este primer escenario es
realmente deprimente. Nos trae al pensamiento lo que sucedió en Cuba donde toda
una estrategia nacional e internacional en contra de la Isla, no logró impedir
que el régimen haya celebrado ya su más de medio siglo en el poder. De
manera que para Venezuela la congruencia de estos factores podría estarnos
llevando a la perpetuación del régimen.
Segundo Escenario: La
invasión extranjera. Especialmente por los Estados Unidos y naciones
latinoamericanas de apoyo. Lo primero que hay que considerar es que muy
probablemente no sería una invasión incruenta. Es sorpresivo, pero este
desenlace goza de la simpatía de una parte, no sé si muy significativa, de
venezolanos. Unos la apoyan por tener el convencimiento de que la concentración
de poder fáctico por parte del Gobierno, la estrategia de los cuerpos de
inteligencia y el chavismo organizado harán al gobierno cada vez más blindado e
inexpugnable contra cualquier enemigo interno. Desconfían además, con
mucha razón, que el liderazgo oposicionista pudiera, él solo,
gobernar pacífica y establemente al país. Otros lo apoyan porque no tienen
mucha información sobre lo que ha significado para el mundo este tipo de
intervenciones norteamericanas. Las invasiones norteamericanas de estos últimos
cuarenta años, han dejado a los países intervenidos más ingobernables que
antes. El ejecutivo en el Gobierno Norteamericano tampoco tiene las manos
libres ni dentro ni fuera de su país para emprender en este siglo una acción
tan intrépida. El temor más fuerte que se tiene proviene del perfil tan
desconcertante de su Presidente Trump.
Esta alternativa solo serviría
de una especie de paréntesis entre lo que tenemos ahorita y lo que tendríamos
una vez que los marines regresen a su casa y dejen el país. Tendríamos además
que soportar la rapiña internacional hacia nuestras ingentes riquezas que son
efectivamente el atractivo de las naciones desarrolladas. Esto nos hace pensar
que la presencia de esas fuerzas interventoras tendría que durar mucho más
tiempo de lo que supondríamos.
En el actual contexto
nacional, para asegurar el éxito de una invasión, tendría que
convertirse el país en un gran cuartel norteamericano. Toda una
humillación para el más pálido de los nacionalismos y un panorama muy oscuro
para el país. El sector más poderoso y antinacional del país tendrían una
vez más las bases legales para aumentar sus arcas, mientras las mayorías
empobrecidas continuarían en su estado. Los norteamericanos impondrían su
neoliberalismo.
Tercer escenario: La
instauración de un Gobierno de Salvación Nacional. Tendría que darse
previamente como condición imprescindible, un detonante, un evento
extraordinario, que podría ser un pronunciamiento mayoritario de los sectores
más sanos de las Fuerzas Armadas o podría ser un sorpresivo estallido de
las mayorías empobrecidas del país que paralice pacíficamente a la totalidad de
la nación por tiempo indefinido. Lo más importante en ese momento es dejar al
actual Gobierno a la intemperie para que se preste a negociar y a ceder parte
del poder que hoy detenta. En ese momento y aprovechando esa circunstancia, un
grupo de ciudadanos representativos de todos los sectores de entorno
sociopolítico, se autoproclamaría Gobierno de Salvación. Para quien sienta
algún escrúpulo por la justificación constitucional que tenga este evento,
habría que argumentar haciéndole ver como este hecho lo que pretende es
volvernos a la constitucionalidad que hemos perdido. Hay que dejar claro que
este Gobierno de Salvación es inclusivo de todas las fuerzas que se mueven en
el país para no vernos inmediatamente enfrentados entre nosotros mismos.
Ya sabemos que este desenlace
recibiría una fuerte acogida internacional que debería expresarse no solo
como apoyo diplomático sino como auxilio efectivo para detener inmediatamente
urgencias como el hambre, la falta de medicamentos, de repuestos para devolver
la operatividad a tanta maquinaria detenida, la liberación de los presos
políticos y la rehabilitación de los que han sido deshabilitados. Una vez
constituido este Gobierno de Salvación y una vez puestos a atender los
problemas más urgentes, habría que tomar decisiones más complejas como las
referentes a la Asamblea Constituyente, la renovación de los poderes carentes
de base constitucional y encontrar algunas pautas para un calendario electoral
que no debe planificarse para un momento demasiado cercano ya que debe evitarse
cualquier tipo de episodio que conspire contra la unidad tan necesaria en esos
momentos.
Bueno, nos toca ahora pensar
de qué forma puede cada uno de nosotros sumarse a esta tercera posibilidad.
Estamos montados sobre variables hipotéticas, pero no se puede negar que hoy
hay condiciones reales que favorecen esta tercera posibilidad.
23-08-17
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