Por Ramón Escovar León
“Sentí como si estuviera
caminando con el destino y como si toda mi vida pasada no hubiera sido más que
una preparación para este momento y para este desafío”, fueron las palabras de
Winston Churchill al momento de iniciar su gestión como primer ministro de
Inglaterra y asumir el liderazgo en la lucha contra la amenaza nazi en mayo de
1940.
Roy Jenkins destaca en la
biografía de Churchill los errores cometidos por el gran estadista en su
carrera política y militar previa a la Segunda Guerra Mundial. Fue la sabiduría
alcanzada gracias a esa cadena de fracasos lo que permitió al estadista inglés
advertir el peligro nazi. Con sus discursos y programas de radio inspiró a un
continente a luchar contra un totalitarismo perverso. De esta manera, el hombre
que había acumulado numerosas derrotas políticas y bélicas recibió del destino
la oportunidad de dirigir la lucha heroica por la libertad y por la democracia.
Churchill colocó sus desaciertos en contexto para aprender de ellos y puso su
entusiasmo, valentía, inteligencia y visión de largo alcance al servicio de los
objetivos trazados. Lo que vino luego fue el triunfo más importante de la
libertad en el siglo XX: la derrota del nazismo.
Luego, en su discurso del 13
de mayo de 1940, el legendario estadista proclamó: “Venid, pues, y vayamos
juntos adelante con nuestras fuerzas unidas”, invocando así la necesaria unidad
de su pueblo en el enorme esfuerzo que se aproximaba. Para este logro solo
podía ofrecer “sangre, sudor y lágrimas”, es decir, una lucha que requería de
sacrificios y esfuerzos directamente proporcionales al tamaño de la amenaza que
gravitaba contra la libertad de Europa y el mundo.
Más adelante, el 18 de junio
de 1940, Churchill afirmó:
“Si podemos hacerle frente [a
Hitler], toda Europa podrá ser libre y la vida en el mundo progresará por
nuevos y soleados caminos”.
En otras palabras: en la lucha
contra el totalitarismo es fundamental el acuerdo de los demócratas. El triunfo
del Reino Unido y de los aliados solo fue posible gracias a la unidad y a las
alianzas estratégicas.
A pesar de las diferencias de
criterio que puedan existir entre sus miembros, la lucha de la oposición
democrática debe ser guiada por un profundo sentido de unidad, similar al
destacado por el gran líder británico. En la “unidad está la fuerza”, dice el
lugar común, el cual no pierde valor por el hecho de serlo. No en balde, Jorge
Luis Borges decía:
“Las únicas metáforas buenas
son los lugares comunes. Porque los lugares comunes corresponden a verdaderas
afinidades entre las cosas, mientras que las metáforas se inventan, no
corresponden a afinidades reales, son arbitrarias”.
El sentido de unidad, a pesar
de las profundas diferencias con Stalin, motivó a Churchill a solicitar apoyo
militar para el ejército soviético durante invasión nazi de junio 1941. Al ser
cuestionado por la aparente contradicción entre su solicitud y la severa
posición crítica al régimen comunista mantenida por varios años, el estadista
respondió: “Si Hitler invadiera el reino del infierno, yo al menos haría una
referencia favorable al diablo en la cámara de los comunes”.
La revolución bolivariana no
ha triunfado. Lo que ha hecho es imponer, con el apoyo militar y judicial, su
agenda totalitaria incompatible con la región latinoamericana. Esto ha
producido una alerta en la comunidad internacional que hoy, gracias a las
evidencias sólidas, apunta al gobierno como violador de derechos humanos. El
efecto de sus actos dictatoriales, ha sido un severo aislamiento en el contexto
internacional. Sus “logros” políticos no son consecuencia de los instrumentos
que ofrece la democracia, sino de las ventajas que se arrogan los sistemas
populistas-militaristas-revolucionarios para imponer sus decisiones.
La imposición por la fuerza de
las armas —y bajo amenaza de juicios militares— de una Constituyente
antidemocrática ha generado una reacción dentro de la oposición que ha llevado
a endilgarle responsabilidades a la MUD y a la Asamblea Nacional (AN);
situación que merece reflexión para ponderar los errores cometidos, destacar
los aciertos e impulsar la lucha política democrática bajo el manto de la
unidad con decisión.
Las protestas desarrolladas en
los últimos meses demostraron la voluntad de lucha y la capacidad de sacrificio
de los venezolanos. Esa energía queda ahí, como registro de la historia que
bien podrá ser actualizada. Desde luego que la represión tiene una enorme
ventaja para las dictaduras militaristas —seguros perdedores de las batallas
democráticas—, pues les permite someter físicamente esa expresión de libertad
que es la protesta pacífica. Pero imponer una agenda política con estos
instrumentos represivos, lejos de haber fortalecido al gobierno, lo ha
debilitado y expuesto al escrutinio internacional. Esto ha ido agudizando la
opinión global sobre el hecho de que en Venezuela se vive una situación
inaceptable en la noción de democracia que hoy define aspectos vitales en
América Latina y el mundo.
A pesar del escenario actual,
la oposición necesita una reflexión sincera para inventariar los errores. Uno
de ellos es la oferta de opciones políticas irrealizables y fuera del campo de
la realidad, como incluir la tercera pregunta de la consulta popular, inspirada
en la ficción de que la AN podía nombrar un gobierno paralelo. No solo se
desvió el objetivo de la pregunta inicial, sino que se creó la ilusión de que
se podía cambiar el gobierno a través de la consulta. Esto, puesto en contexto,
no es realizable. Y quienes defienden esta opción se limitan a proponerla sin
acompañarla con los modos para ejecutarla. Las propuestas son aún más radicales
si se hacen por medio del inmediatismo o la virtualidad de las redes sociales.
En vista de las distintas
maneras que existen en la oposición para ver el detalle de la lucha política,
el gobierno apeló a la técnica de divide y vencerás, concebida por el
emperador y dictador romano Julio César para sabotear la unidad de un
contrincante más numeroso y evitar así que obtenga sus objetivos. En esta
estratagema la dictadura cubana ha sido muy hábil y exitosa. Ahora los
venezolanos estamos viviendo lo que esto significa. La difusión de rumores ha
logrado sembrar dudas sobre las conductas desplegadas por varios dirigentes de
la oposición democrática, quienes, con gallardía dirigieron las protestas, aun
a riesgo de sus vidas.
Los conflictos en la MUD no
han sido difíciles, en vista de la variopinta integración de la oposición. Hay
socialdemócratas, socialcristianos, socialistas moderados —y menos moderados—,
conservadores, neoliberales, keynesianos, monetaristas y demás variedades de
posiciones que uno pueda imaginar dentro del pensamiento político y económico.
Pese a que la conciliación es tarea compleja, es de desear que por medio de un
proceso de reflexión se llegue a una unidad de estrategia para poder enfrentar
con seriedad la amenaza a la libertad que los venezolanos tenemos por delante.
En este sentido, las encuestas confiables pueden ser instrumento de ayuda.
La MUD debe librar dos
batallas políticas: una contra la dictadura y la otra, aún más difícil, contra
los impulsos divisionistas de algunos sectores que deberían convivir con
amplitud de mira en su seno. La única salida que tiene la democracia venezolana
es que se depongan posiciones intolerantes y se busque sumar esfuerzos para
enfrentar la amenaza más grave que ha caído sobre nuestra república: el
espectro del comunismo más primitivo que el modelo soviético, ya en el siglo
XXI. Para hacerlo es necesario una buena dosis de humildad y estar en capacidad
de aceptar que la “realidad es mejor que los sueños”, como lo dijo Winston
Churchill al asumir el cargo de primer ministro inglés al inicio de la Segunda
Guerra Mundial. No hacerlo es entregarle en bandeja de plata el triunfo a la
dictadura.
22-08-17
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