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miércoles, 23 de agosto de 2017

Las batallas de la MUD por @rescovar


Por Ramón Escovar León


“Sentí como si estuviera caminando con el destino y como si toda mi vida pasada no hubiera sido más que una preparación para este momento y para este desafío”, fueron las palabras de Winston Churchill al momento de iniciar su gestión como primer ministro de Inglaterra y asumir el liderazgo en la lucha contra la amenaza nazi en mayo de 1940.

Roy Jenkins destaca en la biografía de Churchill los errores cometidos por el gran estadista en su carrera política y militar previa a la Segunda Guerra Mundial. Fue la sabiduría alcanzada gracias a esa cadena de fracasos lo que permitió al estadista inglés advertir el peligro nazi. Con sus discursos y programas de radio inspiró a un continente a luchar contra un totalitarismo perverso. De esta manera, el hombre que había acumulado numerosas derrotas políticas y bélicas recibió del destino la oportunidad de dirigir la lucha heroica por la libertad y por la democracia. Churchill colocó sus desaciertos en contexto para aprender de ellos y puso su entusiasmo, valentía, inteligencia y visión de largo alcance al servicio de los objetivos trazados. Lo que vino luego fue el triunfo más importante de la libertad en el siglo XX: la derrota del nazismo.

Luego, en su discurso del 13 de mayo de 1940, el legendario estadista proclamó: “Venid, pues, y vayamos juntos adelante con nuestras fuerzas unidas”, invocando así la necesaria unidad de su pueblo en el enorme esfuerzo que se aproximaba. Para este logro solo podía ofrecer “sangre, sudor y lágrimas”, es decir, una lucha que requería de sacrificios y esfuerzos directamente proporcionales al tamaño de la amenaza que gravitaba contra la libertad de Europa y el mundo.


Más adelante, el 18 de junio de 1940, Churchill afirmó:

“Si podemos hacerle frente [a Hitler], toda Europa podrá ser libre y la vida en el mundo progresará por nuevos y soleados caminos”.

En otras palabras: en la lucha contra el totalitarismo es fundamental el acuerdo de los demócratas. El triunfo del Reino Unido y de los aliados solo fue posible gracias a la unidad y a las alianzas estratégicas.

A pesar de las diferencias de criterio que puedan existir entre sus miembros, la lucha de la oposición democrática debe ser guiada por un profundo sentido de unidad, similar al destacado por el gran líder británico. En la “unidad está la fuerza”, dice el lugar común, el cual no pierde valor por el hecho de serlo. No en balde, Jorge Luis Borges decía:

“Las únicas metáforas buenas son los lugares comunes. Porque los lugares comunes corresponden a verdaderas afinidades entre las cosas, mientras que las metáforas se inventan, no corresponden a afinidades reales, son arbitrarias”.

El sentido de unidad, a pesar de las profundas diferencias con Stalin, motivó a Churchill a solicitar apoyo militar para el ejército soviético durante invasión nazi de junio 1941. Al ser cuestionado por la aparente contradicción entre su solicitud y la severa posición crítica al régimen comunista mantenida por varios años, el estadista respondió: “Si Hitler invadiera el reino del infierno, yo al menos haría una referencia favorable al diablo en la cámara de los comunes”.

La revolución bolivariana no ha triunfado. Lo que ha hecho es imponer, con el apoyo militar y judicial, su agenda totalitaria incompatible con la región latinoamericana. Esto ha producido una alerta en la comunidad internacional que hoy, gracias a las evidencias sólidas, apunta al gobierno como violador de derechos humanos. El efecto de sus actos dictatoriales, ha sido un severo aislamiento en el contexto internacional. Sus “logros” políticos no son consecuencia de los instrumentos que ofrece la democracia, sino de las ventajas que se arrogan los sistemas populistas-militaristas-revolucionarios para imponer sus decisiones.

La imposición por la fuerza de las armas —y bajo amenaza de juicios militares— de una Constituyente antidemocrática ha generado una reacción dentro de la oposición que ha llevado a endilgarle responsabilidades a la MUD y a la Asamblea Nacional (AN); situación que merece reflexión para ponderar los errores cometidos, destacar los aciertos e impulsar la lucha política democrática bajo el manto de la unidad con decisión.

Las protestas desarrolladas en los últimos meses demostraron la voluntad de lucha y la capacidad de sacrificio de los venezolanos. Esa energía queda ahí, como registro de la historia que bien podrá ser actualizada. Desde luego que la represión tiene una enorme ventaja para las dictaduras militaristas —seguros perdedores de las batallas democráticas—, pues les permite someter físicamente esa expresión de libertad que es la protesta pacífica. Pero imponer una agenda política con estos instrumentos represivos, lejos de haber fortalecido al gobierno, lo ha debilitado y expuesto al escrutinio internacional. Esto ha ido agudizando la opinión global sobre el hecho de que en Venezuela se vive una situación inaceptable en la noción de democracia que hoy define aspectos vitales en América Latina y el mundo.

A pesar del escenario actual, la oposición necesita una reflexión sincera para inventariar los errores. Uno de ellos es la oferta de opciones políticas irrealizables y fuera del campo de la realidad, como incluir la tercera pregunta de la consulta popular, inspirada en la ficción de que la AN podía nombrar un gobierno paralelo. No solo se desvió el objetivo de la pregunta inicial, sino que se creó la ilusión de que se podía cambiar el gobierno a través de la consulta. Esto, puesto en contexto, no es realizable. Y quienes defienden esta opción se limitan a proponerla sin acompañarla con los modos para ejecutarla. Las propuestas son aún más radicales si se hacen por medio del inmediatismo o la virtualidad de las redes sociales.

En vista de las distintas maneras que existen en la oposición para ver el detalle de la lucha política, el gobierno apeló a la técnica de divide y vencerás, concebida por el emperador y dictador romano Julio César para sabotear la unidad de un contrincante más numeroso y evitar así que obtenga sus objetivos. En esta estratagema la dictadura cubana ha sido muy hábil y exitosa. Ahora los venezolanos estamos viviendo lo que esto significa. La difusión de rumores ha logrado sembrar dudas sobre las conductas desplegadas por varios dirigentes de la oposición democrática, quienes, con gallardía dirigieron las protestas, aun a riesgo de sus vidas.

Los conflictos en la MUD no han sido difíciles, en vista de la variopinta integración de la oposición. Hay socialdemócratas, socialcristianos, socialistas moderados —y menos moderados—, conservadores, neoliberales, keynesianos, monetaristas y demás variedades de posiciones que uno pueda imaginar dentro del pensamiento político y económico. Pese a que la conciliación es tarea compleja, es de desear que por medio de un proceso de reflexión se llegue a una unidad de estrategia para poder enfrentar con seriedad la amenaza a la libertad que los venezolanos tenemos por delante. En este sentido, las encuestas confiables pueden ser instrumento de ayuda.

La MUD debe librar dos batallas políticas: una contra la dictadura y la otra, aún más difícil, contra los impulsos divisionistas de algunos sectores que deberían convivir con amplitud de mira en su seno. La única salida que tiene la democracia venezolana es que se depongan posiciones intolerantes y se busque sumar esfuerzos para enfrentar la amenaza más grave que ha caído sobre nuestra república: el espectro del comunismo más primitivo que el modelo soviético, ya en el siglo XXI. Para hacerlo es necesario una buena dosis de humildad y estar en capacidad de aceptar que la “realidad es mejor que los sueños”, como lo dijo Winston Churchill al asumir el cargo de primer ministro inglés al inicio de la Segunda Guerra Mundial. No hacerlo es entregarle en bandeja de plata el triunfo a la dictadura.

22-08-17




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