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miércoles, 23 de agosto de 2017

Caracas en tiempo futuro por @marconegron


Por Marco Negrón


Quien desde afuera se asome hoy al escenario de nuestro país seguramente pensará, y no sin razones, que sólo un orate puede hablar de futuro. Ni siquiera el humor más negro habría sido capaz de imaginar las escenas del rebaño bovino de la fraudulenta asamblea constituyente, amontonados unos sobre otros levantando la mano a cada mugido del patético trío directivo, en verdad intermediarios de quien realmente mueve los hilos.

Pero con todo lo grotescas que ellas son, tales escenas se quedan pálidas frente a la concepción misma de esa ilegal asamblea: una creatura monstruosa donde medio millar de sujetos nacidos de un fraude de dimensiones galácticas, sentados sobre bayonetas ensangrentadas y cuyos nombres ni siquiera conocemos, pretenden imponernos a 30 millones de venezolanos desde el sistema político que nos debe regir hasta la forma de cepillarnos los dientes.

Un diseño centrado en el cinismo y la falta de escrúpulos pero que, sin embargo, falla por la base porque es incapaz de asomar una alternativa a las políticas que por 20 años han colocado a Venezuela en las peores posiciones mundiales en materia de inflación e inseguridad personal, la hunden en la más profunda y prolongada recesión económica, han destruido la producción y el sistema sanitario y nos han conducido al mayor aislamiento internacional que sea dado imaginar. Recurriendo a la jerga marxista, se pretende imponer una superestructura política sobre una estructura económica y social totalmente colapsada.  

Pareciera entonces que, en un contexto semejante, sería una frivolidad pensar en planes para el futuro de nuestras ciudades, pues lo que ha conducido a su ruina es el mismo modelo que ha conducido a la ruina del país como un todo: su erradicación es condición sine qua non para entrar en una espiral de progreso. Pero aquí se presenta una contradicción: si no se prefigura el futuro se avanzará a tropezones en medio de la improvisación hasta alcanzar el desguace definitivo del entramado social.


Superar esa contradicción exige una concepción radicalmente nueva del plan. Como lo hemos dicho innumerables veces recuperando una idea de Giulio Carlo Argan: más que como el proyecto de una acción futura se lo debe concebir como obra abierta, como un actuar en el presente según un proyecto, “planificando no se planifica la victoria sino el comportamiento que se propone mantener en la lucha”.

Un enfoque como ese exige partir de la definición de una serie de objetivos estratégicos tales como garantizar la gobernabilidad democrática de los grandes sistemas metropolitanos, superar las enormes desigualdades que afectan a nuestras ciudades, potenciar su rol como principal motor del desarrollo socio-cultural y del crecimiento económico nacional y construir las bases del desarrollo sustentable. El contraste entre esos objetivos estratégicos y las dinámicas coyunturales posibilitará ir definiendo progresivamente los objetivos tácticos que permitirán vencer los obstáculos que en cada circunstancia oponga el sistema dominante hasta su supresión.    

Un plan así concebido, como obra abierta en constante adaptación a los requerimientos coyunturales, se facilitará en la medida en que sea adoptado por los gobiernos locales, pero lo realmente fundamental es lograr la incorporación protagónica de los sectores interesados de la sociedad civil.

No hay espacio para desarrollar este tema más a fondo, por lo que, para argumentar acerca de su viabilidad, nos limitaremos a recordar la extraordinaria demostración de auto organización dada por la sociedad civil venezolana en resistencia en la consulta del pasado 16 de julio. Recuperarla no sólo abrirá las puertas a una forma más eficaz de entender la planificación, sino que además la asociara indisolublemente a las luchas por rescatar y profundizar la democracia.

22-08-17




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