Simón García 25 de agosto de 2017
@garciasim
Los
hechos han colocado la lucha en el terreno electoral. Ello se corresponde con
uno de los cuatro atributos de la estrategia de la MUD. Y cumple, aunque
parcialmente, una de las exigencias que ella ha planteado y que el régimen ha
bloqueado.
Está
más que probada la fobia estructural de la dictadura a las elecciones. Negó el
referendo y la propia elección de gobernadores. Ahora se las traga, aunque las
obstaculizará, para suavizar las presiones internacionales.
La
democracia es agresivamente bloqueada por un grupo que se apoderó del Estado
para imponer la dominación, no de un proyecto político, sino de una maraña de
intereses que abarca desde el plan de esclavización comunista de la sociedad
hasta negociados perseguidos por la justicia internacional.
El
país soporta una doble represión. La policial, destinada a liquidar la resistencia
de la sociedad a la pretensión de constitucionalizar la dictadura, a la que han
incorporado formas novedosas y sofisticadas de inteligencia. Y la social,
expresada en políticas que crean empobrecimiento, hambre, inseguridad,
confusión y pérdida de esperanzas ante el cúmulo de problemas cotidianos
programados para precarizar la vida cotidiana.
La
consolidación del poder dictatorial se basa en algo más que las bayonetas. Se
apoya en una fuerza más sutil y poderosa que ha mantenido a parte importante de
la población mirando desde la barrera. La servidumbre ideológica.
Existe,
además, un conjunto de factores, vigas en nuestros ojos, en forma de carencias,
limitaciones y errores atribuibles a una vanguardia que ha mostrado logros y
coraje, pero que ha comenzado a suscitar dudas acerca de algunos de sus
desempeños, La última, respecto a su imposibilidad para construir consensos
regionales.
Pero
no es tiempo de cernir esa harina. Ahora hay que impedir que el gobierno ocupe
al nivel regional del poder y afiance una hegemonía que posteriormente será más
difícil combatir.
La
participación electoral permite continuar la lucha contra la extensión del
totalitarismo e intentar ganar para esa batalla a sectores sociales, altos y
populares, que no ven a la MUD como el eje de una alternativa confiable para
salir de la crisis y para reunificar el país a partir de la coexistencia entre
proyectos políticos rivales. En esa opción hay que admitir llegar a una
negociación hacia la democratización, la aplicación de medidas urgentes contra
el hambre y la libertad de los presos políticos.
Las
promesas ilusorias para derrocar a Maduro y la invocación de medios fantasiosos
lo han atornillado. El énfasis absoluto en lo político ha excluido la atención
concreta al empobrecimiento general, la inflación y el hambre, que se han
convertido en temas para un después que nunca llega. Se ignora que asumir estos
aspectos de la crisis es condición para romper las cadenas de opresión
política.
La
abstención legitima al régimen. El voto lo niega, lo debilita y lo frena. Es
una estrategia de rebeldía cívica que no tiene una pisca de consentimiento,
primer fundamento de toda legitimación, y que si puede propinarle una derrota
efectiva y de alto alcance a Maduro y su cúpula.
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