Las manifestaciones
antigubernamentales terminaron, pero los problemas de la infancia venezolana
siguen empeorando, señala el coordinador de Cecodap. La sociedad no puede
acostumbrarse a ver como algo normal que los niños coman de la basura, afirma
Ocurrió este domingo 20 de
agosto, en una de las calles de Chacao. Eran las 5:00 pm y una niña y un niño
tuvieron que convertir una bolsa de basura en su comedor. Ella, descalza, se
chupaba los deditos embadurnados con alguna salsa. Él sacaba desechos y se los llevaba
directo a la boca. Esto ocurrió más de dos semanas después de la instalación de
la asamblea constituyente, ofrecida por el Gobierno como la solución a los
males económicos y sociales; y luego de cuatro meses de protestas
antigubernamentales en las que niños como ellos también participaron.
Luego de la turbulencia
política, el país se encaminó por el rumbo de las elecciones regionales. Pero
los problemas de niñas, niños y adolescentes venezolanos continúan igual o
peor, señala Carlos Trapani, coordinador de los Centros Comunitarios de
Aprendizaje (Cecodap).
Esta organización no
gubernamental, con varias décadas de trabajo y experiencia, advierte que los
derechos de la infancia y la adolescencia siguen siendo violentados.
Pequeñas y pequeños arrojados
a las calles por la crisis económica y social participaron en las
movilizaciones contra el Gobierno del presidente Nicolás Maduro. “Había niños
en las protestas que era evidente el estado de mendicidad en el que se
encontraban: descalzos, con la ropa rota”, cuenta Trapani en entrevista con
Contrapunto.
-¿Fueron usados?
-Los niños encontraron en las
protestas la comida que no conseguían en otra parte. Muchas personas no solo
les daban comida, sino zapatos y dinero. Eso no lo desconozco. El problema es
las causas estructurales que llevaron a los niños a estar en las protestas. Y
más allá de lo económico: esos niños tuvieron en las protestas un
reconocimiento social, que no tenían en sus espacios naturales. El niño o el
adolescente era una simbología: tenía el escudo, la alfombra, el pasamontañas.
Pero a ese mismo niño quítale los emblemas y ponlo en la calle: muy
probablemente esas mismas familias que le daban alimentos lo ven y cruzan la
calle para no topárselo de frente. Hay un tema de duelo, de compasión, de caridad
y no de enfoque de derechos.
-¿Cómo quedaron esos niños
ahora?
-Otra vez en la calle.
Deambularán en las calles. El tema de la participación de niños en protestas es
una realidad compleja, no es una realidad homogénea. No solo participan niños
en estado de mendicidad que buscan en la calle espacio de sobrevivencia. Puedes
encontrar adolescentes que manifiestan porque quieren manifestar, e incluso
puedes encontrar adolescentes que sean manipulados. Pero ¿cuál es la
responsabilidad de un Estado serio? Individualizar los casos, hacer las
investigaciones y sancionar al que haya que sancionar, no pedirle auxilio al
Papa. Nosotros condenamos el uso de niños en hechos violentos, para violencia
real o simbólica. Nosotros reivindicamos el derecho a la protesta, pero hemos
recomendado insistentemente que son los padres los garantes de la protección de
los niños, y hay una política abiertamente represiva que genera riesgos para el
adolescente. Ahorita no hay condiciones para que el adolescente pueda
manifestar de forma segura. El llamado es a que los padres orienten e informen.
-¿Y en el caso de niños en la
calle? ¿Dónde ve la mayor responsabilidad?
-En el Estado. ¿Cuáles son las
causas por las que esos niños están en la calle? Puedes encontrar niños que
viven en la calle porque no tienen familia, y la calle es su familia. Puedes
encontrar niños con familia, pero que deambulan en la calle. Es una realidad
diversa, y frente a esa realidad diversa, ¿cuáles son las estrategias de
intervención? ¿A dónde los vas a trasladar? ¿Estás trabajando con las familias
de origen de los niños? ¿En qué estado se encuentran esas familias? Es una
realidad compleja que requiere de intervenciones globales. No se trata de
sacarlos de la calle, pasarlos de un municipio a otro o que no se vean, que esa
era la tentación: ocultarlos. Se trata de reinsertarlos en sus familias,
garantizarles sus derechos, que estén escolarizados, que estén protegidos, que
estén atendidos.
Carlos Trapani teme que esas
niñas y niños, que siguen en las calles, vean la violencia “como un espacio
atractivo”, que pueda llevar a situaciones como las de las maras en
Centroamérica. “Hay que atenderlos desde el punto de vista familiar, personal,
de salud, social, emocional”, exige. “Hay que atender las causas estructurales
que los llevaron a protestar. Ellos no están allí por gusto; están ahí porque
hubo un contexto que los obligó a buscar en la calle un espacio para
sobrevivir”.
Problemas invisibilizados
-¿Cuatro meses de protestas
qué le dejaron al país? ¿En la agenda social?
-El tema de las protestas
invisibilizó mucho más los problemas sociales de los niños: los problemas de
alimentación, de salud, de escolaridad. Si bien muchas personas protestaban por
la agenda social, esa vorágine de acontecimientos conllevó a que los problemas
de los niños pasaran a un segundo plano y a que el plano político copara la
agenda de los distintos actores sociales. Se olvidó que los niños son los que
más sufren las consecuencias de la crisis, y que la crisis tiene un impacto
determinante y brutal en la vida de los niños, y sobre todo, en la vida de las
familias. Ser niño hoy día es muy difícil; ser familia, hoy, es muy difícil.
-¿En qué punto, entonces,
estamos hoy, una vez concluido este ciclo de manifestaciones?
-Los problemas de los niños se
mantienen. Sobre todo, no vemos perspectivas de mejora porque no hay un
reconocimiento sincero de los problemas. El Estado persiste en negar la
realidad, en negar los problemas, en subestimar los problemas. O peor aún:
abordar los problemas de manera inadecuada. Lejos de atender las demandas
sociales, las demandas sociales se van a incrementar, con el costo dolorosísimo
de vidas, de separación de familias, de migración forzada, de violencia. Estás
comprometiendo tu presente y estás hipotecando tu futuro.
-¿Esto puede cambiar con la
constituyente?
-Yo creo que no. La
Constitución de 1999, la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y
Adolescentes de 1998 nunca se cumplieron. Nunca se entendió lo que implican los
derechos del niño en la dinámica social, en la agenda pública. Creo que tanto
Gobierno como oposición no han hecho el mínimo esfuerzo para poder entender lo
que implican los derechos del niño. Cuando hablamos del niño hay una visión de
minusvalía, de caridad, de asistencia, tutelar, que hace más de 25 años se
superó con la Convención de los Derechos del Niño.
El coordinador de Cecodap
estima que en el país “no tenemos políticos formados y a la altura de las
necesidades que tienen los niños. Y eso pasa factura. El hecho de no poder
tener alcaldes, ministros, preparados, sensibles con una visión estratégica, da
cuenta de los problemas que tenemos hoy”.
Los jóvenes de hoy día,
enfatiza, “son los principales protagonistas de la violencia en su rol de
victimarios, y fueron niños que se criaron bajo la vigencia de una revolución
que no entendió los problemas sociales. Reivindicó los problemas sociales, pero
en términos de gestión, resolutivos, no pudo avanzar”.
El problema no es la
Constitución
Carlos Trapani no cree que el
escollo para respetar los derechos de infancia y adolescencia sea la
Constitución de 1999. “Creo que la Constitución dio un avance, enorme, en
garantía de derechos; en poder dibujar un proyecto de país en el que se
garantizaba un Estado social de derecho y de justicia, donde se garantizaba la
inclusión”, señala, pero todo ello “quedó en papel”.
-Por más que la constituyente
aprobara algo relevante…
-No es un problema normativo.
Es un problema de implementación, de gestión, de políticas públicas, de
planificación, de inversión, de responsables. Tener una ley no basta para
cambiar realidades sociales. De eso hay suficientes experiencias en el país.
-Por lo que dice las niñas,
niños y adolescentes no están en la agenda.
-Ni de factores de Gobierno ni
de factores de oposición.
-¿A qué lo atribuye?
-Hay un profundo
desconocimiento. La materia de infancia no se entiende, y siendo autocríticos,
probablemente desde los movimientos sociales no hemos logrado construir un
discurso político que permita sumar aliados a la causa de los niños.
Probablemente entre “niñólogos” nos entendemos, pero un ministro probablemente
no va a saber de qué le estoy hablando. Las dos reformas de la Lopnna, tanto la
de 2007 como la de 2014 sentenciaron a muerte el sistema de protección.
-¿No hay sistema de protección
a la infancia ahora?
-Hay un sistema desde el punto
de vista formal, pero en términos prácticos no es sistema ni protege. Está
profundamente desmembrado, sin programas, sin recursos, sin servicios. Si
tienes un niño con problema de adicciones, ¿a dónde lo mandas? La Lopnna
establece programas de asistencia, que las familias en pobreza extrema deben
tener programas de asistencia que cubran sus necesidades básicas. En esta
coyuntura de crisis que tenemos deberíamos tener programas de asistencia, que
las familias más vulnerables tengan espacios de protección y de apoyo.
-¿No existen?
-No hay. ¿Dónde están esos
programas?
-No tenemos institucionalidad
que pueda atender la crisis…
-Tampoco tenemos un diagnóstico
claro de cómo están los niños. Si buscas los datos en cualquier área de
infancia no los hay. El impacto de las misiones sociales: ¿Cuántos niños han
sido beneficiados, cómo han sido beneficiados? ¿De cuánto ha sido la inversión
destinada a los niños¿ ¿Hay correspondencia entre la inversión y los
beneficios?
-¿Eso no está claro en este
momento?
-Eso no está claro.
-¿Esas misiones se mantienen?
-Desde el punto de vista
formal sí existen en las páginas web de los ministerios, pero en términos
prácticos, no. Rescato la recomendación: ¿cómo puedes armonizar el sistema de
misiones con tu institucionalidad pública? Porque yo no quiero un Estado misionero.
Quiero un Estado sólido en el que todos los ciudadanos puedan tener acceso a
bienes y servicios. Eso es el reto. Eso es lo que en la Constitución está
dibujado muy claro. Pero las reformas de la ley desmembraron la visibilidad
pública de los niños. Entre 2007 y 2013 cinco ministerios distintos han asumido
el tema de infancia, sin contar los ministros y viceministros que pasan por
esas carteras. Es imposible consolidar una política pública con esa fragilidad.
-¿No la hay?
-No. El último plan de
infancia, que en realidad era un plan operativo del Idenna, era 2009-2013.
Cuando analizabas el objetivo, te decía que era atender a la población en
máxima exclusión social en situación de pobreza extrema. Eso claro que hay que
hacerlo, pero ¿cómo desarrollas políticas sociales básicas para evitar que los
niños lleguen a esa condición? Un plan nacional de infancia necesita generar un
gran consenso nacional de cómo el país ve a los niños.
En seis letras: hambre
Alimentación, salud y
violencia son las tres áreas más críticas, en la actualidad, en cuanto al
respeto de los derechos de la infancia.
Hay datos suficientes que “dan
cuenta del incremento significativo de la desnutrición infantil, tanto
desnutrición crónica como aguda”, aun cuando el sistema de vigilancia
nutricional no ha publicado cifras, señala Trapani. “Hay una desinformación en
cuanto al estado nutricional de los niños”, advierte.
Una investigación que en el
año 2015 adelantó Cecodap con el centro Cisor, en hogares de Caracas, mostró
cómo las familias han reducido su alimentación; cómo los padres dejan de comer
para que sus hijos se alimenten; cómo se sacrifican una o varias comidas.
“Hay alimentos añorados por
los niños: hablamos de cereales, de bebidas lácteas, de yogurt, vegetales,
frutas, granos”, queso de untar, enumera Trapani.
-Esto empeoró.
-Ahora no solo es que tienes
una realidad de desabastecimiento, sino que tienes inflación. Los precios de
los productos que se consiguen son inasequibles: lo ves en cosas tan básicas
como queso, tomate. Con el billete de más alta denominación, el de 20 mil
bolívares, puedes comprar un kilo de arroz.
-¿Hay que hacer un plan de
alimentación especial para niñas, niños y adolescentes?
-Hay que idear estrategias.
¿Qué pasó con los comedores populares? Nosotros rescatamos la escuela como
espacio protector. ¿Por qué la escuela no puede permanecer abierta en periodo
de vacaciones para que los niños puedan comer? Se presenta el CLAP. En la
audiencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en Lima, yo
planteé, y lo mantengo, que el CLAP es una iniciativa inconstitucional.
Foto: Rafael Briceño
-¿Por qué?
¿Qué te dice la Constitución?
Que todo ciudadano tiene derecho a acceder con libertad a bienes y servicios de
calidad. Tienes que tener libertad de elección, de poder decidir qué quieres
comprar, cómo y cuándo. La constitución dice que todos tienen derecho a un
trato digno y equitativo en el acceso a bienes y servicios. No puedes pretender
que el CLAP sea la solución para los problemas de alimentación en el país. En
el CLAP no se aplican criterios nutricionales, no hay rigurosidad en la
periodicidad, ni rigurosidad en los precios ni en la distribución. El Estado no
puede decidir qué como, dónde cómo y cuándo como. Además, el CLAP nació como
una medida paliativa frente a una coyuntura. Ahora se pretende normalizar algo
que no es normal.
-¿Habría que eliminarlo?
¿Sustituirlo?
-Creo que hay que mantener
programas de asistencia, sobre
todo a familias más vulnerables en zonas
interurbanas, zonas rurales;
incluso, capitales. Pero tomando en un cuenta que un carné de la patria no puede
ser requisito, que debe haber criterios
nutricionales. Se habla de
soberanía alimentaria y todos los productos son
importados.
-¿No funciona como opción?
-No. Lo ideal es cumplir lo
que dice la Constitución: que cada persona tenga libertad de elección, y que
haya bienes y servicios de calidad asequibles para todos.
Las consecuencias del déficit
nutricional ya se ven; no solo en las muertes y la pérdida de peso, sino en el
estancamiento del crecimiento.
Mientras se abordan las causas
estructurales del desabastecimiento “el niño tiene que comer hoy”, y para eso
se necesitan “programas de asistencia” que no hay en este momento, expone
Trapani.
Para el coordinador de Cecodap
la tesis que esgrime el Gobierno sobre la “guerra económica” no es creíble,
pero incluso dándola por cierta “en una guerra se protegen los más indefensos,
los más vulnerables”, y no hay medidas para ello.
“¿El CLAP? El CLAP es
insuficiente”, concluye, ni se ajusta “a estándares nutricionales”. Peor aún:
“Genera dependencia, genera sumisión”
Fracasos estrepitosos
El activista de derechos
humanos cita las cifras oficiales de mortalidad infantil: “En el año 2016
murieron más de 11 mil niños menores de un año”, con “un incremento de 30% de
mortalidad infantil y 60% de mortalidad materna”, y todo eso implica “un
fracaso estrepitoso de las políticas sociales en salud”.
Si el Estado no logra
garantizar la vida en los primeros años de vida”, insiste, eso indica que las
políticas de prevención “no funcionan”.
Las niñas y los niños con
enfermedades crónicas están, también, pasando trabajo. No hay insumos para
diálisis peritoneal, hay una sola unidad de diálisis peritoneal para niñas y
niños “y está contaminada”: es la del Hospital de Niños J.M. de los Ríos, donde
han fallecido varios pacientes. “El paciente renal está condenado a muerte”,
deploró. Las recomendaciones de la Contraloría General de la República tampoco
fueron acatadas.
Cecodap ha interpuesto varios
recursos ante el Tribunal Supremo de Justicia por el derecho a la salud, sin
éxito. El más reciente, de medidas preventivas, fue introducido en enero de
este año. “A estos niños no solo se les vulneró su derecho a la salud; se les
vulneró su derecho a la justicia”.
La deuda con la infancia crece
aún más si se trata de planes para prevenir la violencia. “Hemos tenido planes
de seguridad ciudadana pero ninguno ha dado punto especial a la violencia
contra los niños”, recuerda.
Al menos 56% de los homicidios
reportados en 2016 son de homicidios y jóvenes, y además hay violencia escolar,
institucional, sexual, familiar. “Mientras el país se debate en la coyuntura
política, todos los días muere un niño por una bala”, recalca, “o todos los
días hay un niño víctima de agresión de su familia”.
En Venezuela se han
normalizado “situaciones que no son normales”, como “tener hambre, comer de la
basura, dejar de comer unos para que puedan comer otros, acostumbrarnos a
iniciativas asistenciales y caritativas”, fustiga Trapani.
Foto: Ernesto García
No hay datos fiables que
confirmen si ahora hay más niños en la calle que antes, y así lo aclara el
activista, pero inmediatamente remarca que la presencia de niños en la
indigencia “es algo que puedes ver”. Pero hay que tener ojos para observarlo,
cosa que parece escasear entre quienes deben actuar para que no siga
ocurriendo.
21-08-17
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