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martes, 22 de agosto de 2017

Carlos Trapani: niños de la calle encontraron en las protestas comida y reconocimiento por @contrapuntovzla


Por Vanessa Davies


Las manifestaciones antigubernamentales terminaron, pero los problemas de la infancia venezolana siguen empeorando, señala el coordinador de Cecodap. La sociedad no puede acostumbrarse a ver como algo normal que los niños coman de la basura, afirma

Ocurrió este domingo 20 de agosto, en una de las calles de Chacao. Eran las 5:00 pm y una niña y un niño tuvieron que convertir una bolsa de basura en su comedor. Ella, descalza, se chupaba los deditos embadurnados con alguna salsa. Él sacaba desechos y se los llevaba directo a la boca. Esto ocurrió más de dos semanas después de la instalación de la asamblea constituyente, ofrecida por el Gobierno como la solución a los males económicos y sociales; y luego de cuatro meses de protestas antigubernamentales en las que niños como ellos también participaron.

Luego de la turbulencia política, el país se encaminó por el rumbo de las elecciones regionales. Pero los problemas de niñas, niños y adolescentes venezolanos continúan igual o peor, señala Carlos Trapani, coordinador de los Centros Comunitarios de Aprendizaje (Cecodap).

Esta organización no gubernamental, con varias décadas de trabajo y experiencia, advierte que los derechos de la infancia y la adolescencia siguen siendo violentados.

Pequeñas y pequeños arrojados a las calles por la crisis económica y social participaron en las movilizaciones contra el Gobierno del presidente Nicolás Maduro. “Había niños en las protestas que era evidente el estado de mendicidad en el que se encontraban: descalzos, con la ropa rota”, cuenta Trapani en entrevista con Contrapunto.

-¿Fueron usados?

-Los niños encontraron en las protestas la comida que no conseguían en otra parte. Muchas personas no solo les daban comida, sino zapatos y dinero. Eso no lo desconozco. El problema es las causas estructurales que llevaron a los niños a estar en las protestas. Y más allá de lo económico: esos niños tuvieron en las protestas un reconocimiento social, que no tenían en sus espacios naturales. El niño o el adolescente era una simbología: tenía el escudo, la alfombra, el pasamontañas. Pero a ese mismo niño quítale los emblemas y ponlo en la calle: muy probablemente esas mismas familias que le daban alimentos lo ven y cruzan la calle para no topárselo de frente. Hay un tema de duelo, de compasión, de caridad y no de enfoque de derechos.

Foto: Anthony AsCer Aparicio

-¿Cómo quedaron esos niños ahora?

-Otra vez en la calle. Deambularán en las calles. El tema de la participación de niños en protestas es una realidad compleja, no es una realidad homogénea. No solo participan niños en estado de mendicidad que buscan en la calle espacio de sobrevivencia. Puedes encontrar adolescentes que manifiestan porque quieren manifestar, e incluso puedes encontrar adolescentes que sean manipulados. Pero ¿cuál es la responsabilidad de un Estado serio? Individualizar los casos, hacer las investigaciones y sancionar al que haya que sancionar, no pedirle auxilio al Papa. Nosotros condenamos el uso de niños en hechos violentos, para violencia real o simbólica. Nosotros reivindicamos el derecho a la protesta, pero hemos recomendado insistentemente que son los padres los garantes de la protección de los niños, y hay una política abiertamente represiva que genera riesgos para el adolescente. Ahorita no hay condiciones para que el adolescente pueda manifestar de forma segura. El llamado es a que los padres orienten e informen.

Foto: Anthony AsCer Aparicio

-¿Y en el caso de niños en la calle? ¿Dónde ve la mayor responsabilidad?

-En el Estado. ¿Cuáles son las causas por las que esos niños están en la calle? Puedes encontrar niños que viven en la calle porque no tienen familia, y la calle es su familia. Puedes encontrar niños con familia, pero que deambulan en la calle. Es una realidad diversa, y frente a esa realidad diversa, ¿cuáles son las estrategias de intervención? ¿A dónde los vas a trasladar? ¿Estás trabajando con las familias de origen de los niños? ¿En qué estado se encuentran esas familias? Es una realidad compleja que requiere de intervenciones globales. No se trata de sacarlos de la calle, pasarlos de un municipio a otro o que no se vean, que esa era la tentación: ocultarlos. Se trata de reinsertarlos en sus familias, garantizarles sus derechos, que estén escolarizados, que estén protegidos, que estén atendidos.

Carlos Trapani teme que esas niñas y niños, que siguen en las calles, vean la violencia “como un espacio atractivo”, que pueda llevar a situaciones como las de las maras en Centroamérica. “Hay que atenderlos desde el punto de vista familiar, personal, de salud, social, emocional”, exige. “Hay que atender las causas estructurales que los llevaron a protestar. Ellos no están allí por gusto; están ahí porque hubo un contexto que los obligó a buscar en la calle un espacio para sobrevivir”.


Problemas invisibilizados

-¿Cuatro meses de protestas qué le dejaron al país? ¿En la agenda social?

-El tema de las protestas invisibilizó mucho más los problemas sociales de los niños: los problemas de alimentación, de salud, de escolaridad. Si bien muchas personas protestaban por la agenda social, esa vorágine de acontecimientos conllevó a que los problemas de los niños pasaran a un segundo plano y a que el plano político copara la agenda de los distintos actores sociales. Se olvidó que los niños son los que más sufren las consecuencias de la crisis, y que la crisis tiene un impacto determinante y brutal en la vida de los niños, y sobre todo, en la vida de las familias. Ser niño hoy día es muy difícil; ser familia, hoy, es muy difícil.

-¿En qué punto, entonces, estamos hoy, una vez concluido este ciclo de manifestaciones?

-Los problemas de los niños se mantienen. Sobre todo, no vemos perspectivas de mejora porque no hay un reconocimiento sincero de los problemas. El Estado persiste en negar la realidad, en negar los problemas, en subestimar los problemas. O peor aún: abordar los problemas de manera inadecuada. Lejos de atender las demandas sociales, las demandas sociales se van a incrementar, con el costo dolorosísimo de vidas, de separación de familias, de migración forzada, de violencia. Estás comprometiendo tu presente y estás hipotecando tu futuro.

-¿Esto puede cambiar con la constituyente?

-Yo creo que no. La Constitución de 1999, la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes de 1998 nunca se cumplieron. Nunca se entendió lo que implican los derechos del niño en la dinámica social, en la agenda pública. Creo que tanto Gobierno como oposición no han hecho el mínimo esfuerzo para poder entender lo que implican los derechos del niño. Cuando hablamos del niño hay una visión de minusvalía, de caridad, de asistencia, tutelar, que hace más de 25 años se superó con la Convención de los Derechos del Niño.

El coordinador de Cecodap estima que en el país “no tenemos políticos formados y a la altura de las necesidades que tienen los niños. Y eso pasa factura. El hecho de no poder tener alcaldes, ministros, preparados, sensibles con una visión estratégica, da cuenta de los problemas que tenemos hoy”.

Los jóvenes de hoy día, enfatiza, “son los principales protagonistas de la violencia en su rol de victimarios, y fueron niños que se criaron bajo la vigencia de una revolución que no entendió los problemas sociales. Reivindicó los problemas sociales, pero en términos de gestión, resolutivos, no pudo avanzar”.


El problema no es la Constitución

Carlos Trapani no cree que el escollo para respetar los derechos de infancia y adolescencia sea la Constitución de 1999. “Creo que la Constitución dio un avance, enorme, en garantía de derechos; en poder dibujar un proyecto de país en el que se garantizaba un Estado social de derecho y de justicia, donde se garantizaba la inclusión”, señala, pero todo ello “quedó en papel”.

-Por más que la constituyente aprobara algo relevante…

-No es un problema normativo. Es un problema de implementación, de gestión, de políticas públicas, de planificación, de inversión, de responsables. Tener una ley no basta para cambiar realidades sociales. De eso hay suficientes experiencias en el país.

-Por lo que dice las niñas, niños y adolescentes no están en la agenda.

-Ni de factores de Gobierno ni de factores de oposición.

-¿A qué lo atribuye?

-Hay un profundo desconocimiento. La materia de infancia no se entiende, y siendo autocríticos, probablemente desde los movimientos sociales no hemos logrado construir un discurso político que permita sumar aliados a la causa de los niños. Probablemente entre “niñólogos” nos entendemos, pero un ministro probablemente no va a saber de qué le estoy hablando. Las dos reformas de la Lopnna, tanto la de 2007 como la de 2014 sentenciaron a muerte el sistema de protección.

-¿No hay sistema de protección a la infancia ahora?

-Hay un sistema desde el punto de vista formal, pero en términos prácticos no es sistema ni protege. Está profundamente desmembrado, sin programas, sin recursos, sin servicios. Si tienes un niño con problema de adicciones, ¿a dónde lo mandas? La Lopnna establece programas de asistencia, que las familias en pobreza extrema deben tener programas de asistencia que cubran sus necesidades básicas. En esta coyuntura de crisis que tenemos deberíamos tener programas de asistencia, que las familias más vulnerables tengan espacios de protección y de apoyo.

-¿No existen?

-No hay. ¿Dónde están esos programas?

-No tenemos institucionalidad que pueda atender la crisis…

-Tampoco tenemos un diagnóstico claro de cómo están los niños. Si buscas los datos en cualquier área de infancia no los hay. El impacto de las misiones sociales: ¿Cuántos niños han sido beneficiados, cómo han sido beneficiados? ¿De cuánto ha sido la inversión destinada a los niños¿ ¿Hay correspondencia entre la inversión y los beneficios?

-¿Eso no está claro en este momento?

-Eso no está claro.

-¿Esas misiones se mantienen?

-Desde el punto de vista formal sí existen en las páginas web de los ministerios, pero en términos prácticos, no. Rescato la recomendación: ¿cómo puedes armonizar el sistema de misiones con tu institucionalidad pública? Porque yo no quiero un Estado misionero. Quiero un Estado sólido en el que todos los ciudadanos puedan tener acceso a bienes y servicios. Eso es el reto. Eso es lo que en la Constitución está dibujado muy claro. Pero las reformas de la ley desmembraron la visibilidad pública de los niños. Entre 2007 y 2013 cinco ministerios distintos han asumido el tema de infancia, sin contar los ministros y viceministros que pasan por esas carteras. Es imposible consolidar una política pública con esa fragilidad.

-¿No la hay?

-No. El último plan de infancia, que en realidad era un plan operativo del Idenna, era 2009-2013. Cuando analizabas el objetivo, te decía que era atender a la población en máxima exclusión social en situación de pobreza extrema. Eso claro que hay que hacerlo, pero ¿cómo desarrollas políticas sociales básicas para evitar que los niños lleguen a esa condición? Un plan nacional de infancia necesita generar un gran consenso nacional de cómo el país ve a los niños.


En seis letras: hambre

Alimentación, salud y violencia son las tres áreas más críticas, en la actualidad, en cuanto al respeto de los derechos de la infancia.

Hay datos suficientes que “dan cuenta del incremento significativo de la desnutrición infantil, tanto desnutrición crónica como aguda”, aun cuando el sistema de vigilancia nutricional no ha publicado cifras, señala Trapani. “Hay una desinformación en cuanto al estado nutricional de los niños”, advierte.

Una investigación que en el año 2015 adelantó Cecodap con el centro Cisor, en hogares de Caracas, mostró cómo las familias han reducido su alimentación; cómo los padres dejan de comer para que sus hijos se alimenten; cómo se sacrifican una o varias comidas.

“Hay alimentos añorados por los niños: hablamos de cereales, de bebidas lácteas, de yogurt, vegetales, frutas, granos”, queso de untar, enumera Trapani.

-Esto empeoró.

-Ahora no solo es que tienes una realidad de desabastecimiento, sino que tienes inflación. Los precios de los productos que se consiguen son inasequibles: lo ves en cosas tan básicas como queso, tomate. Con el billete de más alta denominación, el de 20 mil bolívares, puedes comprar un kilo de arroz.

-¿Hay que hacer un plan de alimentación especial para niñas, niños y adolescentes?

-Hay que idear estrategias. ¿Qué pasó con los comedores populares? Nosotros rescatamos la escuela como espacio protector. ¿Por qué la escuela no puede permanecer abierta en periodo de vacaciones para que los niños puedan comer? Se presenta el CLAP. En la audiencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en Lima, yo planteé, y lo mantengo, que el CLAP es una iniciativa inconstitucional.


Foto: Rafael Briceño

-¿Por qué?

¿Qué te dice la Constitución? Que todo ciudadano tiene derecho a acceder con libertad a bienes y servicios de calidad. Tienes que tener libertad de elección, de poder decidir qué quieres comprar, cómo y cuándo. La constitución dice que todos tienen derecho a un trato digno y equitativo en el acceso a bienes y servicios. No puedes pretender que el CLAP sea la solución para los problemas de alimentación en el país. En el CLAP no se aplican criterios nutricionales, no hay rigurosidad en la periodicidad, ni rigurosidad en los precios ni en la distribución. El Estado no puede decidir qué como, dónde cómo y cuándo como. Además, el CLAP nació como una medida paliativa frente a una coyuntura. Ahora se pretende normalizar algo que no es normal.


-¿Habría que eliminarlo? ¿Sustituirlo?

-Creo que hay que mantener

programas de asistencia, sobre todo a familias más vulnerables en zonas
interurbanas, zonas rurales; incluso, capitales. Pero tomando en un cuenta que un carné de la patria no puede ser requisito, que debe haber criterios
nutricionales. Se habla de soberanía alimentaria y todos los productos son
importados.

-¿No funciona como opción?

-No. Lo ideal es cumplir lo que dice la Constitución: que cada persona tenga libertad de elección, y que haya bienes y servicios de calidad asequibles para todos.

Las consecuencias del déficit nutricional ya se ven; no solo en las muertes y la pérdida de peso, sino en el estancamiento del crecimiento.

Mientras se abordan las causas estructurales del desabastecimiento “el niño tiene que comer hoy”, y para eso se necesitan “programas de asistencia” que no hay en este momento, expone Trapani.

Para el coordinador de Cecodap la tesis que esgrime el Gobierno sobre la “guerra económica” no es creíble, pero incluso dándola por cierta “en una guerra se protegen los más indefensos, los más vulnerables”, y no hay medidas para ello.

“¿El CLAP? El CLAP es insuficiente”, concluye, ni se ajusta “a estándares nutricionales”. Peor aún: “Genera dependencia, genera sumisión”

Fracasos estrepitosos

El activista de derechos humanos cita las cifras oficiales de mortalidad infantil: “En el año 2016 murieron más de 11 mil niños menores de un año”, con “un incremento de 30% de mortalidad infantil y 60% de mortalidad materna”, y todo eso implica “un fracaso estrepitoso de las políticas sociales en salud”.

Si el Estado no logra garantizar la vida en los primeros años de vida”, insiste, eso indica que las políticas de prevención “no funcionan”.

Las niñas y los niños con enfermedades crónicas están, también, pasando trabajo. No hay insumos para diálisis peritoneal, hay una sola unidad de diálisis peritoneal para niñas y niños “y está contaminada”: es la del Hospital de Niños J.M. de los Ríos, donde han fallecido varios pacientes. “El paciente renal está condenado a muerte”, deploró. Las recomendaciones de la Contraloría General de la República tampoco fueron acatadas.

Cecodap ha interpuesto varios recursos ante el Tribunal Supremo de Justicia por el derecho a la salud, sin éxito. El más reciente, de medidas preventivas, fue introducido en enero de este año. “A estos niños no solo se les vulneró su derecho a la salud; se les vulneró su derecho a la justicia”.

La deuda con la infancia crece aún más si se trata de planes para prevenir la violencia. “Hemos tenido planes de seguridad ciudadana pero ninguno ha dado punto especial a la violencia contra los niños”, recuerda.

Al menos 56% de los homicidios reportados en 2016 son de homicidios y jóvenes, y además hay violencia escolar, institucional, sexual, familiar. “Mientras el país se debate en la coyuntura política, todos los días muere un niño por una bala”, recalca, “o todos los días hay un niño víctima de agresión de su familia”.

En Venezuela se han normalizado “situaciones que no son normales”, como “tener hambre, comer de la basura, dejar de comer unos para que puedan comer otros, acostumbrarnos a iniciativas asistenciales y caritativas”, fustiga Trapani.


Foto: Ernesto García

No hay datos fiables que confirmen si ahora hay más niños en la calle que antes, y así lo aclara el activista, pero inmediatamente remarca que la presencia de niños en la indigencia “es algo que puedes ver”. Pero hay que tener ojos para observarlo, cosa que parece escasear entre quienes deben actuar para que no siga ocurriendo.



21-08-17




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