Américo Martín 28 de octubre de 2018
La
Política no es oficio de adivinos. Lo he repetido tanta veces cuan insistentes
son las preguntas acerca de la fecha en que el país saldrá de su mundialmente
aceptada tragedia.
– Usted, que es político, debe saberlo
Ese
tácito reconocimiento del papel trascendental de Política y políticos convive
con el más intenso odio que se les irroga cuando se frustran las esperanzas
depositadas en sus supuestas facultades adivinatorias. Es la causa a mi juicio
determinante de la mala prensa del oficio.
Nadie
puede descubrir el futuro examinando el vuelo de las aves o las entrañas de los
animales. Analizando datos con serenidad y aprendiendo de la experiencia lo más
que puede hacerse es determinar tendencias con el fin práctico de elaborar
políticas racionales. Pero puesto que son incontables los factores de última
hora que pueden afectar los frutos del análisis, quien los desprecie jactándose
de poseer la llave del futuro no merece ser llamado político sino charlatán.
A
fines de la década de 1920, Ortega y Gasset postuló una paradoja que por
razones de brevedad resumo con estas palabras: ¿siendo los políticos tan
decisivos para el avance de la humanidad por qué se les desacredita en forma
tan desproporcionada e injusta?
La
respuesta del ilustre ensayista-filósofo, aunque distinta a la que antes he
expuesto, me parece certera.
– No niego que existan otras muy
justificadas causas, pero la decisiva en la repugnancia que las demás clases
sienten hacia el gremio político, me parece ser que éste simboliza la necesidad
que cada uno tiene de contar con los demás. Se odia sobre todo al parlamento y
sin embargo es el órgano de la convivencia nacional.
La
política encarna la necesidad de la unidad para un gran propósito, pero no
puede evitar la molestia de muchos cuando descubren que necesitan de los demás.
A falta de unidad nacional solo queda exaltar caudillos, así se pierda todo. El
escritor francés Paul Groussac se irrita:
– Es casi un vicio de raza más que un
defecto latinoamericano. Es lo que llamaría servilismo mental, en el que
predomina la indolencia intelectual
Resumiendo:
creo y defiendo la unidad para la gran causa democrática, creo en la Asamblea
Nacional como eje de una próxima reorganización de nuestro destruido país,
rechazo cualquier retroceso hacia la idolatría caudillista adornada de salidas
milagrosas y salvacionistas, como también el estilo gárrulo y escatológico que
a ratos las complementa.
En la
víspera de un profundo cambio como el que ilumina el horizonte es urgente oír
al país y no olvidar las reglas del sentido común. Se han conjugado enormes
fuerzas nacionales e internacionales que deben seguir creciendo para lo cual es
preciso cauterizar el vicio sugerido por el filósofo español. Entiéndase que no
se trata solo de dar cauce a la democracia sino de hacerlo en forma incruenta,
pacífica y lo más unidos que sea posible. Ya no parece posible alterar,
mediante la violencia, el iluminado curso de la historia. La gran lección está
por darse: una transición democrática que no confunda venganza con justicia y
sea capaz de reunificar el país.
Américo
Martín
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