Juan Guerrero 26 de octubre de 2018
@camilodeasis
Márika
no correspondió a su amado y éste bogó río abajo, triste y solo. Implorando su
llanto y amor no correspondido se alejó más allá del horizonte, hasta donde
nace el oriente. El amado nunca supo ni conoció el tarén del amor ni de la
vida.
En
estos tiempos oscuros, fríos y sombríos se hace indispensable recurrir a la
palabra que sane, que fortalezca y renueve la vida. Nuestros ancestros han
resistido porque encontraron en su lenguaje, y en sus palabras rituales, la misteriosa
fuerza de mantener el secreto de sus palabras sagradas.
Es en
el lenguaje donde el ser humano encuentra la fortaleza primigenia que le
impulsa a erguirse y comportarse como humano. Porque la palabra que bendice,
humaniza y permite el acto de creación es portadora de sanidad espiritual.
Las
culturas ancestrales que aún permanecen en el territorio venezolano conservan
en sus tradiciones, prácticas de ritos mistéricos necesarios para vivir y
convivir en comunidad. Los tarén son invocaciones de la cultura pemón, de
lengua taurepán o arecuna, mayormente ubicados al sur de la guayana venezolana,
y en la amazonía brasileña.
Solo
los iniciados: curanderos, guerreros, cazadores y poetas, tienen acceso a este
conocimiento de las palabras que, de forma misteriosa y en secuencia de
repetición del sonido, pueden invocarse y surtir efecto en quien las pronuncia.
En los
ritos previos, los cazadores como los guerreros, danzan alrededor del fuego
pronunciando en silencio, bien el nombre del enemigo a vencer o del animal a
cazar. Luego de un tiempo, ya en silencio, ellos solo se dedican a la
contemplación mientras esperan el momento para el encuentro.
Los
curanderos o sacerdotes de la comunidad, siempre indagan sobre el poder de
ciertas palabras y determinados nombres que se deben usar en los ritos y
ceremonias grupales.
Pero
es en el acto amoroso y poético donde se oficia el acto más trascendente del
tarén. Los hay de variados tipos para atraer a la amada o amado. Las palabras
del tarén del amor son lo más sagrado y secreto en la vida comunitaria. Toda
palabra invocada por quien practica el tarén del amor, debe ser reflexionada,
pronunciada una y mil veces en la mente e interiorizada en la intimidad
mientras se realizan las labores cotidianas.
La
palabra amorosa se decanta, se va ensayando en la intimidad de la persona y
finalmente se convierte en talismán, amuleto que precede al saludo o despedida.
La palabra entonces se encarna, se disuelve en la sangre del invocante y
transita por todo su cuerpo. Se va en el aire mientras suavemente,
imperceptiblemente se pronuncia frente al invocado.
Ella o
él, queda entrelazado en esa corriente inmaterial de silencioso aliento
mientras es “hadado” (-de hada) por la fuerza de la palabra que lo envuelve y
que ya no podrá rehuir. Todo queda adherido a esa fragilidad amorosa que cubre
y protege.
Hace
muchos años conocí a Cristóbal. Capitán indígena pemón, en el pueblo de san
Gabriel de Liboribó, a orillas del Aponwao. Con él supe de ciertas palabras,
que, aun y sin tener un significado concreto, bien en lengua española o
taurepán, en su pronunciación, en su composición fonética, adquirían una
misteriosa fuerza capaz de generar cambios y transformaciones.
Los
tiempos del ahora, de este infinito presente, nos llaman a renovar nuestro
lenguaje. Encontrar ese tarén amoroso que sane nuestro lenguaje. Esa palabra
benefactora tan urgida por nuestro Otro semejante o Diferente.
Si
nuestros bienes son ahora escasos, aún nos queda la palabra para ofrecerla como
alimento espiritual. Ofrezcamos en nuestro saludo y despedida, la grácil
palabra que cubra y proteja al semejante. Esa que ampare y dé compañía.
Tal
vez el antiguo amante de Márika aún siga transitando el río lamentando la
pérdida de la bella amada. Solo quedan los versos en anónimo poema.
La
mayor riqueza del hombre es su palabra. Ella trae consigo la íntima
potencialidad de ser transformadora, renovadora, benefactora y constructora de
realidades.
Es
tiempo del regreso a la palabra que bendice. Que porta luz de amaneceres
claros. Esa palabra que es tarén para invocar el bien, la dicha y la
fraternidad de almas amorosas, sanas y benefactoras.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
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